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4.1. Evangelización política en la clase trabajadora

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Hemos dicho ya que una serie de jóvenes sacerdotes, miembros o simpatizantes de los CPS, trabajaban en las poblaciones o como sacerdotes obreros69. La reflexión que presentamos a continuación fue firmada por Alfonso Baeza, Diego Irarrázaval y Guillermo van Zeeland70. Baeza era miembro del MOAC (Movimiento Obrero de Acción Católica), estuvo en el comité que organizó la jornada «Participación de los cristianos en la construcción del socialismo»; Diego Irarrázaval daba clases en la Universidad Católica71 y Guillermo van Zeeland fue primero párroco y luego sacerdote obrero. El texto es el resultado preliminar del trabajo de un grupo que se había reunido regularmente en la segunda mitad del año 1971, según lo cuentan ellos mismos. El grupo constaba de al menos nueve participantes. Trata de «realizar una evaluación inductiva de cómo los trabajadores relacionan su fe con su vida»72 para derivar algunas estrategias del trabajo de «evangelización». Aunque el texto analiza la religiosidad o la relación contradictoria de los trabajadores con lo religioso, es también al mismo tiempo una autorreflexión muy seria sobre lo cristiano y la Iglesia. En cuanto a la relación entre la vida de los trabajadores y el cristianismo, el grupo constata, por una parte, que los hombres y mujeres del mundo popular se ponen en contacto con la religión en situaciones límites (como cesantía, enfermedad, etc.); respecto al comportamiento moral sitúan a la religión como instancia de un poder sancionador; la religión tiene que ver también con la ayuda al prójimo y, ocasionalmente, entrega además motivos para comprometerse. Por otro lado, los pobres separan claramente –dicen los autores– religión y política, interpretan el catolicismo a su manera y se distancian así de la institución iglesia. Resumiendo, escriben:

A Dios, la Virgen y los santos se acude cuando ocurren los problemas básicos de la vida humana. Hay pues en el mundo popular una relación estrecha entre su vida y el cristianismo. Pero cuando la vida se considera con mayor amplitud y como proceso histórico, parece que la religión popular no está relacionada con ella. Como la liberación histórica y la política no constituyen el eje central de su vida, entonces su religión parece desconectada con el proceso histórico.

El grupo concluye de allí que la religión tiene como tarea central, entre otras, ayudar a que los individuos asuman las situaciones límites (cesantía, enfermedad…), impidiendo así que se desarrolle una conciencia histórica y estructural de la razón de esas situaciones límites: «Casi nunca se tiene conciencia de que el sistema capitalista es la causa de una situación límite. La ideología dominante, con todo su poder cultural y económico, es sumamente eficaz para impedir que los trabajadores adquieran dicha conciencia global». De ahí concluyen que sería tarea de un cristianismo revolucionario evidenciar los orígenes históricos y las causas estructurales de la situación de la clase obrera chilena. Los CPS asumen esta tarea ese mismo año trabajando en un folleto «Los cristianos y la revolución» que debe servir de material para multiplicadores, catequistas, grupos y sacerdotes obreros.

A los CPS se les reprochó una y otra vez que instrumentalizaban la fe y la subordinaban a la política (cf. lo dicho más arriba sobre la discusión en torno a la declaración de «los 80»). En la reflexión que vamos ahora comentando y en la experiencia y la praxis que la sostienen, se pone de manifiesto que ellos tomaban muy en serio el cristianismo como praxis del Reino de Dios y de la esperanza cristiana en «un nuevo cielo y una nueva tierra». Pero para ellos es irrefutable que esta praxis del Reino de Dios y esa esperanza no pueden convertirse en un movimiento paralelo al movimiento obrero, y esto por dos razones: 1. El aporte cristiano puede consistir sólo en «el compromiso vinculante real y desinteresado», pero sigue en su lógica la lucha común de todos por la liberación. 2. Dado que una política cristiana específica ha sido acusada de ponerse del lado de los intereses de la dominación y de su permanencia en manos de la burguesía, «en consecuencia una correcta evangelización deberá respetar la relación y separación que ponen entre su cristianismo y la política». Vamos a encontrarnos más tarde nuevamente con este análisis de la relación entre fe y política cuando trataremos de la discusión con los demócrata cristianos y la doctrina social de la iglesia. De todas maneras queda planteada la tarea de buscar bajo qué formas simbólicas y litúrgicas se podrá expresar la motivación específica y la esperanza de las y los trabajadores cristianos comprometidos. Por ello destacan la necesidad de acompañar y desarrollar nuevas formas litúrgicas que no existen en el catolicismo tradicional.

Éramos iglesia… en medio del pueblo. El legado de los Cristianos por el Socialismo en Chile 1971-1973

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