Читать книгу Éramos iglesia… en medio del pueblo. El legado de los Cristianos por el Socialismo en Chile 1971-1973 - Michael Ramminger - Страница 6

Introducción

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No fue un interés académico el que estuvo en el origen de este trabajo sobre los Cristianos por el Socialismo en Chile entre los años 1971 y 1973. Soy un teólogo alemán que empezó a estudiar teología al comienzo de los años ochenta y entró rápidamente en contacto con América Latina en la universidad Wilhelms de Westfalia, en Münster. En la universidad estuve en contacto con estudiantes de Brasil y conocí la teología de la liberación en América Central: Guatemala, El Salvador –y por supuesto Nicaragua–. Münster era un lugar donde se iniciaron y desarrollaron muchas iniciativas de solidaridad con las víctimas y luchadores de Chile, los exiliados. Había una parroquia de estudiantes, la KSG (Comunidad Católica de Estudiantes), que trabajaba en ello sin interrupción. Allí se tradujo al alemán la antigua revista de la Vicaría de la Solidaridad, se la distribuyó en toda República Federal y se organizaron colectas y otras actividades en apoyo al trabajo político, sobre todo en relación con los derechos humanos.

Había también en Münster un grupo de «Cristianos por el Socialismo/RFA». Organizábamos discusiones políticas en la universidad, participábamos en el movimiento por la paz, en el movimiento internacionalista y en el movimiento contra los reactores nucleares. Algunos estudiantes militaban en partidos de izquierda. En 1998 organizamos aquí en Münster un congreso: «25 años de neoliberalismo en Chile – ¡Abajo Pinochet!». Vinieron más de 500 personas, y muchas de Chile, entre las cuales Manuel Cabieses, Luis Vitale, Rafael Agacino, Fabiola Letelier, Isabel Cárcamo, Marcel Claude, Tomás Moulian, Iván Saldías Barros, José Bengoa, y también Pablo Richard y Franz Hinkelammert de Costa Rica. El día de la apertura del congreso nos llegó la buena noticia del encarcelamiento de Pinochet en Londres… Les debemos mucho a nuestros amigos de Chile y de otros países latinoamericanos: teoría y práctica de izquierdas, solidaridad, aguante, decisión, amistades.

Hace algunos años caí en la cuenta de que quienes vivíamos, trabajábamos y luchábamos bajo el nombre de «Cristianos por el Socialismo», no sabíamos nada de la historia del movimiento en Chile. Mi punto de referencia eran los años 80, el tiempo de la resistencia contra la dictadura. Los CPS existían ya durante la Unidad Popular, y su declinación coincidió con la de ella. El único libro que entonces conocía, el de Pablo Richard, publicado en 1976: «Cristianos por el Socialismo. Historia y documentación», no daba ningún nombre, por razones obvias, y había sido escrito todavía bajo la impresión del golpe. Se conocían algunos nombres, por cierto, como los de Gonzalo Arroyo, Sergio Torres o Diego Irarrázaval. Pero ninguno de ellos había escrito nunca nada sobre los CPS, ni sus experiencias ni su evaluación del movimiento. Como si el trauma de la derrota, del golpe, del exilio y también de los encarcelamientos, torturas y asesinatos estuviera pesando todavía después de tan largo tiempo. Así pues, el 2015 desarrollé la idea de hacer un proyecto de historia de los CPS. Mis compañeras y compañeros alemanes apoyaron inmediatamente la idea y me alentaron a realizarla. Viajé entonces a Chile y me puse a buscar huellas y vestigios. Mi primer hallazgo tuvo lugar en el jardín de mi amigo Ivan Saldías Barros, que había vivido en Alemania en el exilio durante años con toda su familia. Allí hablé largo con Ricardo Frodden sobre su amigo el sacerdote Antonio Llidó, detenido y desaparecido hasta el día de hoy. Luego con Hugo Villela y Tomás Moulian, con Mario Carcés y Hernán Leemrijse. En 2016, con Martín Gárate, Diego Irarrázaval, Mauricio Laborde, Antonio Lagos, Sergio Torres y Mariano Puga, con Juana Ramírez, Alicia Cáceres, Sonia Bravo y Oscar Jiménez. Fueron en total unas treinta horas de conversación. Cada entrevista ampliaba el horizonte y hacía que la imagen de los CPS se volviera cada vez más clara, nítida y valiosa. A las entrevistas se agregó el estudio del archivo de Gonzalo Arroyo que se conserva en el Centro Teológico Manuel Larraín de la Universidad Católica de Chile y el archivo privado de Sergio Torres, con trabajos, declaraciones, artículos, cartas circulares, etc., que él puso a mi disposición.

Pienso que la práctica y las reflexiones de los CPS siguen siendo importantes aún hoy. Importantes por cierto en primer lugar para los cristianos y cristianas que andan en busca de un mundo mejor, pero también tal vez para una izquierda que no sabe qué hacer con la religión y el cristianismo y que posiblemente se llene de asombro ante la decisión y radicalidad de esa gente («radical» viene de radix = enraizado en la tierra, firme, constante).

Al mencionar especialmente a algunas personas, se corre el riesgo de omitir a otras. De todas maneras quisiera agregar aquí algunos nombres: el sacerdote CPS Antonio Lagos, de Pudahuel, y su comunidad. Ellos nos compartieron sus recuerdos, sus penas y esperanzas todavía actuales. También Luis, Janet y Hernán, con quienes pude hablar en Valparaíso, me dejaron una impresión personal intensa de la historia pasada y presente de un cristianismo luchador, a menudo extenuado, pero por último siempre gozoso en la esperanza. Quisiera mencionar también a mi amiga Juana Ramírez. Salió de su congregación religiosa el 12 de septiembre de 1973 porque esta no quiso estar a la altura de los desafíos derivados del golpe. Juana es una luchadora, una luchadora alegre, y como tal una de las verdaderas religiosas en la Iglesia Católica, de las cuales no hay muchas.

Quisiera recordar también a Martín Gárate, antiguo secretario general de los CPS, a Alicia Cáceres de La Victoria, quien hablaba de sí misma como obviamente «cristiana por el socialismo», y a Marisol Muñoz, que transcribió muchas de estas entrevistas. Las tres personas recién mencionadas han muerto durante la elaboración de este libro. De Marisol alcancé a saber que su trabajo de transcripción de las entrevistas le dio la alegría de recordar que el cristianismo también puede ser una historia de confiabilidad, humanidad y compromiso social.

Quisiera agradecer también al Centro Ecuménico Diego de Medellín y a Raúl Rosales por la cooperación y antigua amistad. Por último, agradezco al co-fundador de los CPS, Hernán Leemrijse, quien me ha apoyado siempre y a Mauricio Laborde que pertenece también a la primera generación de CPS, quien me ayudó con sus conversaciones, pero además con la transcripción de muchas entrevistas. Un reconocimiento especial a mi amigo Manuel Ossa quien, con gran sensibilidad y entusiasmo, realizó la traducción del libro. Sin su generosa disponibilidad, el libro no hubiera podido publicarse en Chile.

Queda todavía por aclarar por qué mis hijos han escrito el prólogo de este libro –prólogo que para mí es muy valioso–. Ambos estudian en la universidad, son activistas políticos y tienen una mirada crítica –y con buenas razones– sobre la Iglesia en sus condiciones actuales. Por esto me era importante conocer la opinión de ambos sobre esta parte de la historia de Chile y sobre el sentido o sinsentido de la presente investigación. Ambos me han apoyado con sus intervenciones críticas y sus valoraciones políticas en las traducciones. Anna-María participó en varias de las conversaciones de 2016 en Chile, interviniendo en ellas con sus preguntas a partir de sus propios conocimientos y de su experiencia personal de trabajo en La Legua. Su juicio es importante para mí y me llena de esperanza.

Éramos iglesia… en medio del pueblo. El legado de los Cristianos por el Socialismo en Chile 1971-1973

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