Читать книгу Veintisiete noches - Natalia Zito - Страница 13
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ОглавлениеUna noche de otoño, pocas semanas antes de que los enfermeros coparan el living del departamento de la avenida Alvear, Sarah aceptaba otra copa de champagne en la casa de Gilberto Magdalani.
Gilberto tenía sesenta y siete años, era conocido como empresario y artista plástico autodidacta. En Buenos Aires, había sido el creador de boliches como La France, Buenos Aires News y el restaurante Dolbu. Este último, su mayor orgullo. Aunque muchos lo conocían del ambiente de boliches gay, como encargado de un lugar en el barrio de Once, sobre avenida Corrientes, muy cerca de lo que entonces era el Mercado del Abasto, en el sótano del Hotel N`ontué. Era común que, en su casa, en el décimo piso de una de las torres mejor cotizadas de Buenos Aires, se encontraran diferentes personalidades de la cultura y la farándula como el arquitecto Elías Bonet y su delicada esposa escultora, el artista plástico Bernardo Girvés, Paco Uriburu, junto con actrices conocidas de teatro y televisión. Algunos, como Sarah, estaban siempre; otros, solo en algunas ocasiones más numerosas a las que concurría el reciente ex presidente, productores de televisión y algunos de los más conocidos artistas del Di Tella. En 2005 ya no resultaba una novedad que desde uno de los ventanales se viera la Biblioteca Nacional que el propio Elías Bonet había diseñado muchos años antes.
Otras veces la cena era de a cuatro: Sarah y Gilberto, Hilario Herb, un conocido director de teatro que además era psicoanalista, y su esposa actriz. Es probable que Sarah mencionara al pasar la tensión creciente en la relación con sus hijas, pero la mayor parte quedaba ahogada en las copas y los poemas recitados en voz alta.
Esa noche de otoño, copas de champagne en mano, las carcajadas de Bernardo Girvés contagiaban a todos acaso por el entusiasmo compartido. Estaban cerca de concretar el proyecto Arcos de Buenos Aires en el Paseo de la Infanta. Estaban convencidos de que el proyecto iba a tener excelente aceptación del público porque rescataría el Paseo de la Infanta del abandono en el que se había hundido desde la muerte de la nena de seis años a la que se le había caído una escultura encima y que tantos problemas les había traído a Gilberto y sus socios. Era importante que el mensaje público fuera la recuperación de un espacio de la ciudad para crear un nuevo foco de interés cultural, más popular de lo que había sido la galería de arte Bögen, situada en el mismo lugar. Se trataría de un espacio de recreación física, artística y cultural, que no se limitaría a locales comerciales sino también comprendería las veredas y el estacionamiento. El proyecto incluiría un teatro para setecientas personas.
Arcos de Buenos Aires era la oportunidad de recuperar la rentabilidad de la concesión que la empresa Dolber SRL tenía hacía muchos años. Dolber SRL era, entre otros, Gilberto Magdalani, junto con un matrimonio conocido como los fundadores de Pumper Nic cuando en Argentina no existían los locales de comida fast food. Tenían también la empresa de hamburguesas Paty y el complejo de ski de Las Leñas.
En la mesa del champagne y las carcajadas tenían todo lo que necesitaban: un arquitecto que se iba a encargar de la planificación estructural, Bernardo Girvés haría el diseño de decoración, Gilberto la gerencia y toda la gestión. El proyecto estaba a punto de ser aprobado por el Organismo Nacional de Administración de Bienes. Cuando eso sucediera, solo faltaría un inversor que pudiera aportar alrededor de quinientos mil dólares.
—Yo la pongo —había dicho Sarah en una reunión anterior.