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Últimas crueldades

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El 25 de mayo de 1922, a los cincuenta y dos años, Lenin sufrió un ataque cerebral. A partir de ese momento, su comportamiento estuvo guiado por la angustia de desaparecer antes de haber liquidado a sus últimos enemigos: los socialistas-revolucionarios (S-R) y los intelectuales. Para organizar el juicio contra los líderes S-R, era necesario elaborar un código penal ad hoc y se dedicó a eso: “Creo que lo esencial está claro. Hay que establecer abiertamente el principio, justo en lo político –y no solamente en términos estrictamente jurídicos–, que motiva la esencia y la justificación del terror, su necesidad y sus límites. El tribunal no debe suprimir el terror: decir esto sería mentir o mentirse. Debe fundamentarlo, legalizarlo en los principios, claramente, sin hacer trampas, ni disfrazar la verdad. La formulación debe ser lo más abierta posible, porque solo la conciencia legal revolucionaria y la conciencia revolucionaria crean las condiciones de aplicación en los hechos”. Ese “código” fue redactado en pocos días y definía como crimen contrarrevolucionario todo acto “tendiente a abatir o a de­bilitar el poder”. El juicio a los S-R se llevó a cabo del 6 de junio al 7 de agosto de 1922: fue el primer gran proceso-espectáculo trucado de la era comunista y terminó con once condenas a muerte de revolucionarios muy conocidos. Stalin también se inspiró en estos juicios.

Luego, Lenin atacó a los intelectuales. El 6 de junio se creó el Glavlit –la Dirección Central encargada de los asuntos de la literatura y la prensa–, que legalizó la censura sobre todas las publicaciones du­rante tres cuartos de siglo. Celoso de las verdaderas personalidades científicas, Lenin exigió que se preparara su expulsión y elaboró su lista de indeseables: profesores universitarios, arqueólogos, físicos, ingenieros, escritores y “una lista especial de miembros antisoviéticos de la intelligentsia de Petrogrado”. En la noche del 16 al 17 de agosto, un primer grupo de 160 de ellos, la mayoría, muy conocidos, fueron arrestados: 35 de ellos y sus familias fueron embarcados por la fuerza el 29 de septiembre en un navío y enviados sin aviso a un puerto prusiano. Solo pudieron llevar un poco de ropa y, crueldad suprema, confiscaron sus libros y sus archivos. Además, los obligaron a firmar un documento que estipulaba que, en caso de regresar a la Unión Soviética, serían inmediatamente fusilados.

El 13 de noviembre, haciendo un enorme esfuerzo, Lenin pronunció su último discurso público. Luego, entre el 24 de noviembre y el 2 de diciembre, sufrió cinco ataques cerebrales. El estado desastroso del líder bolchevique concordaba con una Rusia exangüe. A los 2,5 millones de muertos y desaparecidos de la Gran Guerra se agregaron, por la guerra civil y el comunismo de guerra, 2 millones de víctimas de masacres y combates, 5 millones de muertos por hambre, 2 millones de muertos por tifus y 2 millones de emigrados, a menudo provenientes de las élites. La clase obrera, que supuestamente dirigía la Unión Soviética, quedó reducida a un millón de activos. El verdadero poder estaba en manos de un Partido Comunista que contaba con 750.000 miembros: a fines de la década del 20, nueve de cada diez afiliados no superaban el nivel de la instrucción primaria.

El siglo de los dictadores

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