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Entierro y moraleja de la fábula

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Tan cínico como su mentor, Stalin se dedicó a organizar un funeral grandioso y mandó embalsamar su cuerpo para exhibirlo en un mausoleo sobre la plaza Roja, para ser adorado por los pueblos de la Unión Soviética y los comunistas de todo el mundo. Lenin había muerto y Stalin inauguró su culto –al que asoció su propia persona–, que deslumbraría al siglo XX. Sobre todo cuando en 1956 Nikita Jruschov hizo caer de su pedestal al “malvado” Stalin para honrar mejor al “buen” Lenin. Sin embargo, el discípulo no había hecho más que perpetuar a su maestro.

El siglo de los dictadores

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