Читать книгу El Cristo del camino - Patricia Adrianzén de Vergara - Страница 17
Capítulo 10 DE LAS SOMBRAS A LA LIBERTAD [30]
Оглавление—¡Escoria, lacra, deshecho humano! —está acostumbrado a oír cuando se refieren a su persona..
Sin embargo, es un hombre. Atrapado, pero un hombre. No recuerda cuándo alguien le estrechó la mano y le dijo una palabra amable. Hoy él toma a las personas por asalto y las trastorna, se deleita en oprimirlas. Hay una fuerza interior que lo empuja a destruir, a disfrutar en la maldad y en las sombras. Pero ahora, de pronto percibe una luz. Ese hombre, el que ha entrado en la sinagoga de Capernaúm en el día de reposo y se atreve a enseñar, es luz en sí mismo. Lo ilumina todo, atraviesa su oscuridad.
Cuando habla, la verdad resplandece. ¡Debe callarlo! La gente se admira de su doctrina cuando enseña, empiezan a reconocer su autoridad. Ese hombre habla verdad y amor cuando él está lleno de odio. Ya no resiste sus palabras y grita:
—¿Por qué te metes con nosotros Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco, y sé que eres el santo de Dios.
¿Qué fuerza poderosa lo ha impulsado a proclamar estas palabras? ¿La misma fuerza que en ese instante lo mueve a destruir, a odiar la luz que se desborda? Entonces se pone cual fiera en posición de ataque.
—Cállate, y deja a este hombre —oye decir.
Una fuerza poderosa lo derrumba. Una potencia hasta ahora desconocida para él. Casi no puede respirar porque una presencia oprime fuertemente su pecho. Convulsiona. Libra una lucha inusitada, casi pierde el sentido, pero no por completo. Siente que dentro de sí se libra una batalla intensa en la que sin duda él será el perdedor, pues ya se desvanece, le faltan las fuerzas, quizá ese desvanecimiento sea la muerte.
Pero no. Es la vida. Es la libertad que ni siquiera había llegado a ansiar. Se levanta y echa andar por las calles de Capernaúm con una nueva mirada, mientras en la sinagoga los testigos de este hecho portentoso se preguntan: “¿Qué es esto? ¡Una nueva doctrina con autoridad! Aun a los espíritus inmundos él manda, y lo obedecen”.[31]
Por un tiempo más quizá nadie quiera acercársele. Está acostumbrado a que, cuando lo ven, la gente cruce la calle. Pero ahora por fin es libre, libre, libre… ¡qué hermosa palabra! Jamás volverá a ser escoria, lacra, deshecho humano. Jesús lo vio como un hombre, una persona. Y para Jesús toda persona siempre es una posibilidad, un ser que puede redimirse. No lo desechó, porque él vino a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar libertad a los cautivos.[32] Y con su poder lo convirtió en una nueva criatura.[33]