Читать книгу El Cristo del camino - Patricia Adrianzén de Vergara - Страница 20

Capítulo 13 UN TOQUE SANADOR [37]

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Había pasado toda la noche en vela. Agazapado, escuchó el relato de sus maravillas, una tras otra, como el canto de un río. Toda Galilea hablaba de él. Eso le dio esperanza: Si es tan misericordioso como poderoso… Debía arriesgar, le saldría al encuentro en el camino, se postraría a sus pies, le suplicaría humildemente, si él quisiera, si él quisiera…

—¡Leproso, leproso! —gritaron los discípulos, deteniéndose bruscamente. Un pordiosero incurable les había cerrado el paso. Pero con total humildad y reverencia, el enfermo dijo:

—Señor, si quieres, puedes limpiarme.

Los discípulos han aprendido a leer el rostro de su Maestro. Leen su mirada tierna, la compasión que afloja su semblante, la misericordia que se desborda. ¡Cuánto se identifica con el dolor humano! Pero no, no esperan que lo toque…¡Maestro, ten cuidado! ¡No, no lo hagas! ¡Está enfermo, puede contagiarte! Sin embargo, eso es justamente lo que hace.

Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó y le dijo:

—Quiero, sé limpio.

Y al instante la lepra se fue de aquél y quedó limpio.

—¡Maestro, te atreviste a tocarlo!

—Hace mucho que ningún otro ser humano lo tocaba —respondió Jesús.

—Pero tocar a un leproso, Señor, es contaminante.

—Es verdad, Maestro, no era necesario, ya que tu palabra era suficiente para sanarlo.

—Aún tienen mucho que aprender. Ese hombre tenía el alma tan lacerada como su cuerpo. Agonizaba en angustia.

Jesús los escucha, solo él sabe que ese leproso simboliza a todos los intocables del futuro. Enfermos de cáncer, de sida, de tuberculosis, de la COVID-19 y otras dolencias. Sufrirán la misma angustia y experimentarán el mismo aislamiento por parte de otros seres humanos. Necesitarán ese toque solidario y fraterno, y ellos tienen que aprenderlo, para luego enseñarlo.

—Solo tú Señor, puedes tocar el alma y sanarla.

Los discípulos callan. Aun les faltaba ver el abrazo. Tiernos brazos poderosos aprisionan la desesperanza. El que había estado leproso se sorprende, no sabe cómo reaccionar frente a semejante expresión de afecto del Maestro. El pasado es espuma. El dolor físico y emocional huye. Palpita el corazón. Vibra la tierra.

El Cristo del camino

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