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Capítulo 2 EN FAMILIA

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Durante la cena José observó el comportamiento de los tres hijos que Dios les había dado hasta el momento.[4] Jesús ensayaba el uso de la mano izquierda para comer, pues tenía vendada la mano derecha. Le sorprendió que el niño no se quejara más ni renunciara a volver al taller al día siguiente.

—Mira papá —le dijo—, ¡qué gracioso es hacer todo con la izquierda, me demoro más!

¡Era tan alegre!

Jacobo no quería comer. Su madre había intentado de todo mientras daba de lactar al más pequeño. Jacobo siempre había sido más inquieto, no duraba mucho tiempo sentado a la mesa. Pero fue Jesús quien se levantó en esa ocasión sin terminar sus alimentos. José y María se miraron, tal vez había perdido el apetito. Pero a los pocos minutos regresó con dos de sus juguetes nuevos que apenas podía sostener con su mano izquierda. Los puso al lado de Jacobo, su hermanito menor. La madre entendió el mensaje. Jacobo se distrajo con los juguetes y ella pudo llenarle la boca con el alimento.

José recibió al bebé en sus brazos para que María continuara su labor con Jacobo. Miró una vez más a su primogénito, que había regresado a su lugar en la mesa. El tiempo había pasado tan rápido. Pensó que hacía solamente unos años Jesús era el que estaba envuelto en pañales lactando del pecho de María. Recordó la noche de su nacimiento, con cuánto temor y reverencia lo cargó la primera vez. El anuncio del ángel lo había atemorizado. ¿Cómo ser un padre para el hijo de Dios? ¿Cómo sería ese niño? ¿Cómo debía tratar al salvador del mundo? ¿Por qué Dios había permitido que naciera de una forma tan humilde? ¿Por qué no hubo para ellos lugar en el mesón?

Jamás olvidaría la angustia que vivió buscando un lugar para el alumbramiento. Parecía una pesadilla, después de un viaje tan largo, María con los dolores, y él desesperado por hallar un lugar limpio y cómodo. ¡Terminaron en un establo! Eso no fue justo para Jesús. Su primera cuna un pesebre, un comedero de animales, como si el bebé fuera un alimento para las bestias. No, no entendía nada. Pero entonces llegaron los pastores, con esa noticia maravillosa de un coro celestial que confirmaba que había nacido el salvador del mundo. Venían a adorarle, sabían dónde encontrarlos porque habían recibido el anuncio angelical. Él los hizo pasar, les mostró al niño envuelto en pañales. En ese momento entendió que Dios, en su soberanía, había elegido esa forma para venir al mundo. Y que él tendría que asumir el rol del padre terrenal. Y vaya que ya lo había asumido, corriendo de puerta en puerta, suplicando por un lugar. Pero ya todo había pasado y por fin el niño recién nacido descansaba en el pecho de su exhausta madre.

La risa de Jesús interrumpió sus pensamientos. Jacobo se atoró con la última cuchara del alimento, y el bebé había terminado por dormirse en los brazos de su papá.

Era hora de descansar y concluir el día.

El Cristo del camino

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