Читать книгу El Cristo del camino - Patricia Adrianzén de Vergara - Страница 8

Capítulo 1 UN LEVE GEMIDO

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El gemido de Jesús no quedó suspendido en el aire. El viento de Nazaret lo impulsó hacia la ventana de la casa, donde María acunaba al menor de sus hijos. Inmediatamente reconoció esa voz, inconfundible. Sin duda algo había sucedido en el taller donde su esposo y el niño practicaban la carpintería. Su corazón latió más de prisa, dejó al bebé en la cuna al cuidado de su segundo hijo de tan sólo cinco años y fue en busca de su primogénito. Lo encontró sentado en las piernas de su padre, quien sostenía su mano. Jesús se había hecho una herida con un clavo, mientras intentaba cepillar una de las maderas. La sangre manaba del corte, pero al ver a su madre el niño valientemente intentó retener sus lágrimas.

—¿Qué sucedió, mi amor? Déjame ver, voy a curarte.

Jesús extendió su mano.

—Gracias a Dios no es muy profunda la herida —dijo José—. Pudo haber sido peor. No se dio cuenta que la punta de un clavo sobresalía por debajo de la madera y se hizo un raspón muy grande.

—Ven pequeño, te lavaré la herida —ordenó María tiernamente.

Jesús salió del taller tomado de la mano de su madre. José observó que camino a la casa ella jugueteaba como siempre con los cabellos de su hijo y este parecía haber olvidado el dolor. ¡Había una comunicación tan fluida entre ellos!... algo así como un pacto secreto entre madre e hijo que en ocasiones le hizo sentir algo de celos. Él también amaba profundamente a Jesús, pero en el fondo de su corazón sentía que no era tan suyo como de María. Desvió su mirada hacia el trozo de madera manchado con la sangre del niño. Un sentimiento de ternura lo invadió... Jesús tenía solamente ocho años, sin embargo, había elegido pasar la mayor parte de la mañana aprendiendo en el taller en lugar de jugar con sus amiguitos. Como premio a su dedicación, José diseñó varios juguetes de madera para el niño; se sentía realmente orgulloso de él. ¡Estaba seguro de que llegaría a ser un gran carpintero! Cogió un trapo y limpió las huellas de la sangre de su hijo. De pronto reaccionó, Jesús no había nacido para ser carpintero. Recordó las palabras de ángel: “... porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.[3] Sin entender por qué, un presentimiento hizo que relacionara la solemnidad de la misión de su hijo con esas manchas rojas que se impregnaron en la madera.

El Cristo del camino

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