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V. CONCLUSIONES

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De todo lo expuesto se extrae que las nuevas tecnologías tienen efectos ambiguos sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible y en especial sobre los dos tratados: pobreza y desigualdades. Algo que también puede extenderse a los derechos humanos. Sin dudas las TICs pueden suponer un canal muy interesante de acceso a ciertas personas y colectivos, pero también pueden provocar barreras muy complicadas de sobrepasar para otros individuos y grupos, pudiendo incluso arrojar a la exclusión a nuevas personas y grupos o hacer más profundas situaciones previas de marginación.

Puesto que la desigualdad y la pobreza son problemas de derechos humanos y resultan perjudiciales en lo que a cohesión social y estabilidad refiere, el Trabajo Social tiene mucho que decir al respecto. En primer lugar, la disciplina debe realizar una reflexión profunda y extensa. Pero también asumir un rol que pase por la acción y no solo sea reflexivo: estando presente en los espacios de discusión, generando propuestas que vayan acordes a sus propósitos y valores esenciales y también liderando los procesos de toma de decisiones que afecten a las personas y colectivos con quienes trabaja de forma cotidiana. El Trabajo Social puede y debe ser un altavoz de las necesidades y también propuestas que las personas usuarias puedan tener respecto a aquellas cuestiones que les incumben, fomentando su participación, cooperación y empoderamiento, tal y como el enfoque en derechos humanos plantea. En este sentido las TICs pueden ser grandes aliadas del Trabajo Social en el desarrollo de un enfoque de derechos humanos aplicado a la disciplina y este enfoque ser un gran aliado para evitar que la digitalización deje a personas o colectivos enteros atrás.

Se hace indispensable que el Trabajo Social y las profesionales de la disciplina se actualicen permanentemente en materia de herramientas digitales, buscando que estas se adecúen, sean asequibles y accesibles a todas las personas y sobre todo utilizándolas en pos de objetivos que redunden en el interés general: mejorar la gestión de los recursos y servicios existentes, favorecer la transparencia, la participación y la cooperación, facilitar la comunicación y el fortalecimiento de individuos, grupos y comunidades, fortalecer vínculos con ciertos colectivos que se mueven de manera frecuente en el mundo virtual (lo que puede propiciar el contacto intergeneracional) y mejorar la eficacia de los proyectos sociales, entre otros muchos. Para esto se hace indispensable que se produzca un cambio cultural en las organizaciones de servicios sociales y en sus procesos de funcionamiento que todavía no se ha dado en términos generales (Pacheco-Mangas, Palma-García y Hombrados-Mendieta, 2020).

Sin embargo, el impacto digital y las nuevas formas de relación que conlleva no deben alejarnos ni de la realidad cotidiana no virtual (no olvidemos que la esencia más pura de nuestra disciplina nos lleva al trabajo en el terreno), ni del ejercicio más fundamental de nuestra profesión, que supone la búsqueda de una transformación social positiva. El Trabajo Social debe colocarse en una posición moderadora y seguir abogando porque nadie quede atrás en la prosperidad buscada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El Trabajo Social puede y debe proponer muchas ideas y ser capaz de descartar aquellas que no son buenas. Debe formularse todas las preguntas que sean necesarias, identificar los problemas, cuestionar las situaciones de desigualdad e inequidad, proponer acciones que las combatan, prevengan y resuelvan y sobre todo llevarlas a cabo con un enfoque de derechos humanos en consonancia con la Agenda 2030.

Hacia la disrupción digital del trabajo social

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