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IV. DISEÑO SOCIAL

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Aunque la aparición del Diseño social como ámbito de práctica dentro del Diseño es relativamente reciente –desde comienzos del siglo XXI– hay que señalar, sin embargo, que, como enfoque, no es del todo nuevo porque la aspiración de mejorar el bienestar humano ha estado presente en el Diseño, prácticamente desde sus orígenes modernos, –vinculados a la Revolución Industrial–, hasta nuestros días.

Así lo demuestran, por ejemplo, los escritos de, entre otros autores, John Ruskin (1819-1900) y William Morris1 (1834-1896), y la utopía social que caracterizó al Diseño moderno durante buena parte del siglo XX – más concretamente, hasta la Segunda Guerra Mundial–. Por otra parte, los diseñadores se han implicado de manera activa en numerosas causas –la Guerra Civil española, la Guerra del Vietnam, Mayo del 68, el feminismo, el SIDA, etc…– realizando materiales de comunicación; han participado en proyectos de desarrollo2 y han trabajado para organizaciones sin ánimo de lucro. Sin embargo, actualmente y aunque es todavía un campo emergente, el Diseño social se empieza a entender como un área de especialización profesional que necesita de conocimientos específicos y que no puede realizarse de manera esporádica ni voluntarista.

La visión de “lo social” que tienen los diseñadores sociales viene a coincidir con la descripción de Álvarez-Uría (1993: párr. 5), cuando dice que: “presupone la existencia de un espacio específico de intervención, un espacio especialmente acondicionado para la asistencia o tratamiento de los problemas sociales que denominamos generalmente con el rótulo de espacio social”. Esta noción, acerca al Diseño social a los fines y objetivos del Trabajo Social porque, como sucede en esta disciplina, las actuaciones de quienes diseñan en el campo de “lo social” aspiran, profesionalmente, a lograr el bienestar de los individuos, grupos, comunidades y organizaciones y, para ello, se dirigen a buscar soluciones a los problemas que dificultan el desarrollo de las personas y colectivos.

Al igual que sucede en el Trabajo Social –siguiendo a Ander-Egg (1992)–, también en el Diseño social, el término “social” se utiliza a menudo para hacer referencia a “áreas problemáticas”, a “situaciones problemas” y a “grupos y poblaciones marginales”, que no pueden resolver por sí solos sus dificultades y que, por tanto, necesitan atención y apoyo. Al menos, esto es lo que puede deducirse si revisamos algunas de las principales definiciones del término, como veremos a continuación.

Por ejemplo, Tromp (2013) indica que el Diseño social es un campo del Diseño que se preocupa del desarrollo de productos y servicios para resolver problemas sociales, entre los que cita las altas tasas de desempleo, el abandono escolar, las tensiones interculturales, la obesidad o el cambio climático. Para Burkett (2016), consiste en la aplicación de los principios sociales del Diseño a las realidades sociales y de diseñar maneras para abordar cuestiones sociales como la pobreza o el aislamiento social, con la finalidad, en última instancia, de crear una sociedad más justa y sostenible.

Pero la definición más conocida de Diseño social es la de Victor Margolin y Sylvia Margolin (2002) que, en el artículo “A social model of Design”, lo describían como un diseño que se dirige, principalmente, a la satisfacción de las necesidades humanas y que se opone al mercado.

Resumiendo todas estas aproximaciones, puede decirse que el Diseño social es una práctica interdisciplinar y colaborativa, desarrollada por diseñadores con trabajadores sociales y con otros profesionales de “lo social”, de ahí que podamos vislumbrar la aparición de un espacio compartido con el Trabajo Social.

De hecho, la posible cercanía entre ambas disciplinas quedó esbozada –aunque no desarrollada– por Margolin y Margolin, en el artículo citado, en el que proponían para el Diseño social un modelo basado en la manera de abordar las intervenciones sociales propia de los trabajadores sociales. Tras analizar la metodología del Trabajo Social, comentaron que: “muchos profesionales comparten las metas de los diseñadores que quieren hacer un trabajo socialmente responsable y, por consiguiente, proponemos que los diseñadores y los profesionales de la asistencia encuentren maneras de trabajar juntos” (Margolin y Margolin, 2002: 27). Por ello, sugirieron a los diseñadores que, a la hora de abordar proyectos de carácter social, se basaran en las maneras que tienen los trabajadores sociales a la hora de llevar a cabo las intervenciones. Más concretamente, los autores proponían el desarrollo de un modelo de Diseño basado en el “modelo de intervención utilizado por los trabajadores sociales” (Margolin y Margolin, 2002: 25), –cuya referencia fuera, sobre todo, el hecho de que el “usuario” era parte esencial de la intervención–.

Desde que se publicó dicho artículo, el concepto de Diseño se ha expandido y han surgido nuevas perspectivas como el Diseño Centrado en las Personas (Human Centered Design) –que, como su nombre indica, se enfoca en las necesidades, contextos, comportamientos y emociones de las personas, gracias a un conocimiento profundo de estas porque participan en todas las fases del proyecto–, el Design Thinking y el co-diseño. Justamente, este último es uno de los puentes que más pueden contribuir a un acercamiento entre Diseño social y Trabajo Social porque, desde comienzos de la década de 2000, viene empleándose con éxito en el desarrollo de servicios públicos, procesos de participación ciudadana y proyectos sociales, en general.

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