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I. INTRODUCCIÓN: TRABAJO SOCIAL Y DISEÑO, DOS DISCIPLINAS ENTRE DISCIPLINAS

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La necesidad de explicar, entender y actuar en una realidad cada vez más compleja, está desbordando los límites entre disciplinas y dando lugar a una creciente colaboración entre diferentes campos del saber. Esta colaboración puede resultar beneficiosa tanto para el avance del conocimiento en general como para el desarrollo de cada una de las disciplinas implicadas y de los científicos, profesionales y responsables políticos que las conforman y les dan sentido, porque la interacción entre disciplinas es siempre transformadora y produce nuevas formas de conocimiento.

El Trabajo Social es una disciplina entre disciplinas y, como pone de relieve la definición de la International Federation of Social Workers, es:

[…] una profesión basada en la práctica y una disciplina académica que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión social, y el fortalecimiento y la liberación de las personas. Los principios de la justicia social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva y el respeto a la diversidad son fundamentales para el trabajo social. Apoyada por las teorías del trabajo social, las ciencias sociales, las humanidades y los conocimientos indígenas, el trabajo social involucre las personas y las estructuras para hacer frente a desafíos de la vida y aumentar el bienestar (IFSW, 2020, párr. 1).

Ese hacer frente a los desafíos de la existencia humana y la necesidad de incrementar el bienestar de las personas, obliga al Trabajo Social a afrontar un complejo entramado de relaciones sociales, de formas culturales y de modos de vida, que requiere el concurso de amplios y variados conocimientos para evitar una visión reduccionista, simplista y sesgada de la realidad; de ahí la necesidad de apoyarse en otras disciplinas. Por eso, la IFSW (2020) señala que el Trabajo Social es a la vez “interdisciplinario y transdisciplinario; se basa en una amplia variedad de teorías científicas e investigaciones” (párr. 13), procedentes de las Ciencias Humanas, entre las que pueden mencionarse la Antropología, la Ecología, la Educación, la Sociología, la Psicología, la Salud pública, la Enfermería, la Administración, el Desarrollo comunitario, la Pedagogía social y la Psiquiatría.

Si el Trabajo Social es a la vez interdisciplinario y transdisciplinario y se apoya en teorías científicas e investigaciones que provienen de otras ciencias, algo similar puede decirse del Diseño, un ámbito que, desde el último cuarto del siglo XX, se encuentra en un proceso de transformación de gran importancia para su identidad como profesión y como disciplina académica, al asumir que su acción afecta a los seres humanos y al entorno en el que estos viven. Como ha señalado el antropólogo Martín Juez (2002: 128): “los problemas de diseño, como los de la antropología –sus temas, programas de trabajo, propuestas y soluciones–, son problemas transdisciplinarios, que vinculan campos de diversa complejidad, que cambian su apariencia y límites cada vez y siempre incluyen fenómenos físicos, biológicos y mentales, correlacionados”.

Pero si el Trabajo Social y el Diseño comparten esa naturaleza inter y trandisciplinar, desde comienzos del siglo XXI y al calor de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), estas dos disciplinas se están acercando cada vez más, gracias a la aparición de nuevas áreas de especialización, entre las que se encuentra el Trabajo Social Digital y el Diseño de Experiencia de Usuario (UX Design).

Precisamente, debido a que el Trabajo Social Digital se desarrolla mediante el uso de las TICs y se centra en la intervención social, la investigación, el tratamiento de los pacientes, la formación de los trabajadores sociales y la monitorización de los programas de servicios sociales (López y Marcuello-Servós, 2018b), es en ese campo donde el Diseño puede convertirse en un buen aliado del Trabajo Social y donde pueden surgir valiosos espacios de convergencia y de colaboración entre las dos disciplinas.

Más concretamente, uno de los retos del Diseño es, en estos momentos, el de contribuir a la reducción (y desaparición) de la brecha digital, creando interfaces más accesibles y ayudando a concebir la tecnología de una manera más inclusiva y global porque, precisamente, uno de los objetivos del UX Design –al que nos referimos brevemente en el subapartado V– es el de mejorar las experiencias tecnológicas de las personas. No olvidemos que los diseñadores han actuado siempre como mediadores entre los usuarios y la tecnología, facilitando la interacción con ésta y haciéndola más “amigable”; por ello, pueden ser agentes clave en el desarrollo de aplicaciones online específicas para la intervención social, la formación y la dinamización (López y Marcuello-Servós, 2018b).

Al reto de superar la exclusión tecnológica –que, ahora más que nunca, se convierte en aliada de la exclusión social–, se enfrenta también el Trabajo Social Digital. En palabras de López y Marcuello-Servós (2018a: 28):

Hoy en día hemos de evaluar las necesidades de un grupo de población o de una persona tomando en consideración su accesibilidad a las TICs y su comportamiento online. De ello y de sus competencias digitales –entendidas como destrezas para manejarse con los dispositivos propios de las TICs– depende su interacción con los demás, con las administraciones públicas e instituciones así como con la adquisición de bienes y servicios en el mercado.

Pero la usabilidad de los dispositivos es un factor que influye de manera significativa en las competencias digitales de los usuarios. Un buen diseño, que tenga en cuenta las capacidades y el contexto de las personas, contribuirá a que éstas sean más autónomas en su desempeño tecnológico. Un mal diseño no solo entorpecerá el manejo de los dispositivos sino que, también y sobre todo, incidirá en la calidad de la interacción con los demás implicados y provocará sensaciones de falta de confianza en uno mismo y de impotencia ante lo desconocido.

Por otro lado, el Diseño es un factor esencial en la creación de ese “ámbito de interacción online abierto a la participación de usuarios, profesionales y cualquier persona interesada”, del que hablan López y Marcuello-Servós (2018: 31), –tan importante para que el Trabajo Social Digital pueda desarrollarse de manera óptima–, porque una de las principales tareas de los diseñadores es la de estructurar, ordenar la información y facilitar la comunicación, estemos hablando de un artefacto, un espacio, un medio impreso o una plataforma online.

El conocimiento (en profundidad) del contexto y de la persona para poder generar un ámbito de interacción online en el que los trabajadores sociales puedan intervenir con éxito, precisa de una colaboración estrecha con los diseñadores. Ahora bien, para que ésta se produzca es necesario aproximar ambas disciplinas, ya que, a simple vista, parecen encontrarse bastante alejadas. Acercándolas se potenciará la tarea conjunta en la creación de plataformas que posibilitarán un mejor Trabajo Social Digital pues no solo se trata de diseñar para los trabajadores sociales y para los usuarios sino, sobre todo, con ellos, generando –a través del co-diseño– procesos participativos que superan lo puramente tecnológico.

El propósito de este capítulo es el de acercar ambas disciplinas, buscando los puntos de confluencia entre ellas, más allá de las mejoras funcionales que el Diseño puede proporcionarle al Trabajo Social digital. Se trata de encontrar espacios de reflexión conjuntos y de compartir metodologías que permitan abordar la resolución de problemas complejos. El capítulo tiene, además, un carácter introductorio al Diseño social, como nuevo enfoque y ámbito de práctica que acerca el Diseño al Trabajo Social y que puede ser especialmente relevante para el Trabajo Social Digital porque los retos de la innovación tecnológica hacen muy necesario el trabajo interdisciplinar y, quizá en el futuro, transdisciplinar.

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