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1. LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE: FIN DE LA POBREZA Y REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES

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La presente Agenda es un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad. También tiene por objeto fortalecer la paz universal dentro de un concepto más amplio de la libertad. Reconocemos que la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, incluida la pobreza extrema, es el mayor desafío a que se enfrenta el mundo y constituye un requisito indispensable para el desarrollo sostenible. Este plan será implementado por todos los países y partes interesadas mediante una alianza de colaboración. Estamos resueltos a liberar a la humanidad de la tiranía de la pobreza y las privaciones y a sanar y proteger nuestro planeta. Estamos decididos a tomar las medidas audaces y transformativas que se necesitan urgentemente para reconducir al mundo por el camino de la sostenibilidad y la resiliencia. Al emprender juntos este viaje, prometemos que nadie se quedará atrás. (Asamblea General de las Naciones Unidas, 2015).

Con estas palabras, que albergan ambiciosas intenciones, da comienzo el preámbulo de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que incorpora los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y 169 metas.

Todos y cada uno de los aspectos de esta Agenda, que fue aprobada en 2015 por unanimidad por los Estados miembro de las Naciones Unidas, pretenden hacer realidad nada más y nada menos que los derechos humanos. Es así como podríamos decir que estos objetivos y metas no son realmente novedosos en su contenido pues todo lo que dicen se encuentra en los muchos documentos jurídicos y Tratados en materia de derechos humanos que existen tanto a nivel nacional como internacional, y que tampoco marcan la diferencia pues no son jurídicamente vinculantes y por tanto obligatorios en su cumplimiento. Sin embargo sí presentan dos novedades importantes al intentar, por un lado, integrar todas las dimensiones que suponen un desarrollo económico, ambiental y social sostenible y universal y también al establecer indicadores de medición diseñados específicamente para cada uno de los Objetivos y también para los infinitos ámbitos geográficos de aplicación, a diferencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio adoptados ya hace dos décadas, en el año 2000.

Entre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible contenidos en la Agenda 2030 hay dos que por su incidencia en aspectos vitales e influencia en otros muchos ámbitos merecen ser destacados. También merecen subrayarse, pues en lo que refiere a las disciplinas de la acción social son especialmente importantes. El primero, uno de los principales desafíos de la humanidad actualmente “Fin de la pobreza” y el décimo, “Reducción de las desigualdades”. Estos Objetivos suponen un compromiso político, institucional, profesional y también de la ciudadanía en general para terminar con la pobreza y reducir las desigualdades para el año 2030, algo que implica necesariamente aumentar las posibilidades de acceder a servicios y recursos básicos.

Entre estos servicios y recursos se encuentran los relacionados con las tecnologías de la información y la comunicación, el uso de herramientas digitales y virtuales para la labor académica, profesional y también para el desarrollo personal. Se hace indispensable el buen acceso, pero también el uso de estos instrumentos para poder hablar de una transformación digital que también sea social y humana.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible número 1 plantea poner fin a la pobreza en todas sus formas y a nivel mundial para el año 2030. Pero si las diferencias en las perspectivas políticas, culturales, sociales, económicas, jurídicas e incluso religiosas han provocado que su definición no se dé por estable y existen muy diversas concepciones sobre su significado, entonces ¿sobre cuál de esas definiciones se ha planteado este Objetivo? Y yendo un paso más allá ¿se atiende al formular este Objetivo a las múltiples dimensiones que tiene este fenómeno?

En este sentido prácticamente todos quienes se aventuran en una definición o conceptualización del término están de acuerdo. La pobreza es multidimensional. La pobreza se manifiesta en lo económico-material y también en otros aspectos que refieren a cuestiones culturales, sociales, capacidades, oportunidades o de derechos. Afecta a cuestiones que no necesariamente están relacionadas con lo económico. Hay dimensiones del bienestar que no se extraen de los ingresos y al final de cuentas, el ingreso es un instrumento más, sí que muy importante, para poder alcanzarlo. De hecho, el salario por empleo no garantiza una vida digna y un 8% de las personas trabajadoras del mundo y sus familias, vivían en extrema pobreza en 2018 (Naciones Unidas, 2020). La Fundación para la Superación de la Pobreza ha señalado que la pobreza es un fenómeno de causas multifactoriales, manifestaciones multidimensionales y expresiones socioculturales multiarquetípicas (Fundación para la Superación de la Pobreza, 2014,) y tiene la particularidad de no permitir a las personas que en ella se encuentran con las demandas y costumbres sociales que de ellas se esperan, situándolas frecuentemente en la marginación (Townsend, 1993).

Así se hace necesario ir más allá del concepto clásico de pobreza y entenderla desde la gran complejidad que implica, haciendo análisis de las nuevas situaciones de vulnerabilidad y exclusión social que ésta produce, intensifica e incluso normaliza. La exclusión social no debe tratarse como un fenómeno unidimensional en sus causas, pero tampoco en su desarrollo, en sus efectos y sobre todo en sus abordajes, que son, al final de todo, decisiones e intervenciones políticas. Por este mismo motivo, la exclusión puede evitarse desde la acción colectiva, la práctica institucional y las políticas públicas, como suele ocurrir en los estados sociales avanzados del norte de Europa (Brugué, Gomà y Subirats, 2002).

Siguiendo en la línea de considerar la pobreza como un fenómeno multidimensional, las Naciones Unidas a través de su último Informe sobre Desarrollo Humano estableció que en los 107 países en desarrollo analizados, aproximadamente 1.300 millones de personas (lo que supone el 22% de la población global) viven actualmente en situación de pobreza multidimensional (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y Oxford Poverty and Human Development Initiative, 2020). Un dato que se verá acrecentado por la crisis sanitaria global en 500 millones de personas según cálculos del mismo organismo.

Esta concepción de la pobreza como fenómeno multidimensional permite ir más allá de la satisfacción de las necesidades más básicas (salud, agua, educación, alimentación, entre otras) como instrumentos de medida e incluir cuestiones relativas a conseguir como metas de este Objetivo de Desarrollo Sostenible número 1: sistemas de protección social de amplia cobertura que lleguen a las poblaciones más vulnerables; fomentar la resiliencia y reducir la vulnerabilidad a fenómenos extremos y desastres por parte de personas vulnerables; mismos derechos para todas las personas a recursos económicos, servicios básicos, a la propiedad y control de tierras y otros bienes, a la herencia, a los recursos naturales, servicios económicos y, mencionado de forma específica, a las nuevas tecnologías. El acceso o no a las tecnologías, pero también las capacidades para utilizarlas y las oportunidades para tomar decisiones en lo que a ellas refiere, tienen un impacto directo en las situaciones de pobreza tanto individual como colectiva que millones de personas sufren.

Por otra parte, pero relacionado con el número 1 y con otros de los contenidos en la Agenda 2030, el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 10 plantea reducir la desigualdad en y entre los países. Una desigualdad que partiendo de una situación grave, también se ha intensificado con la pandemia, al afectar sobre todo a las comunidades, colectivos y personas más pobres y vulnerables. Tal y como plantea las Naciones Unidas personas tales como migrantes, refugiadas, indígenas, ancianas, personas con discapacidad y menores se encuentran en la actualidad aún en mayor riesgo de ser excluidas (Naciones Unidas, 2020). Además, y no menos importante, la situación sanitaria se ha constituido en un perfecto caldo de cultivo para el rechazo, la hostilidad, la discriminación, los discursos e incluso delitos de odio hacia varios de estos colectivos mencionados.

Al igual que con la pobreza se puede decir que la desigualdad es multidimensional, pero además es múltiple. La desigualdad como fenómeno multidimensional supone analizar sus causas, procesos y efectos en lo económico, lo social, lo cultural, lo político, en lo individual, en las relaciones y estructuras (Reygadas, 2004). Pero también cabe entender la desigualdad como un fenómeno que se asocia a diversas cuestiones que pueden presentarse de forma aislada o simultánea: étnicas, de género, origen, de estatus socio-económico, religiosas, político-ideológicas, de la personalidad, en relación a las capacidades, en cuanto a la edad, el estado civil, la orientación sexual o identidad de género, a características físicas o estéticas.

Los efectos devastadores de las desigualdades resultan evidentes y se relacionan con mayores tasas de mortalidad, mayores probabilidades de enfrentarse a catástrofes, menores ingresos medios, mayores posibilidades de sufrir violencia física, sexual, psicológica, ambiental o verbal, entre otras muchas. Puesto que vivimos en sociedad, las desigualdades solo hacen complicar la cohesión, la percepción de bienestar, las posibilidades de desarrollo personal y comunitario, impulsando la inestabilidad e incluso conflictos muy graves (Ayuso, 2007).

Si a estas brechas previas les sumamos las producidas por el acceso o no a las tecnologías, las capacidades para usarlas y las oportunidades para decidir sobre ellas que hemos mencionado anteriormente, el impacto es muy importante. Entre las metas para este Objetivo número 10 se plantea potenciar la inclusión social, económica y política de todas las personas independientemente de cualquiera de sus condiciones: es necesario tener en cuenta que el acceso, posesión, capacidad y oportunidad de decisión sobre la tecnología se ha transformado en una más de ellas.

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