Читать книгу Hacia la disrupción digital del trabajo social - Paula Méndez Domínguez - Страница 20
V. DISEÑO SOCIAL Y TRABAJO SOCIAL, INTERCAMBIANDO MÉTODOS, TÉCNICAS Y HERRAMIENTAS
ОглавлениеA lo largo de los últimos veinte años, el Diseño social ha ido tomando prestadas algunas herramientas (aunque pocas) del Trabajo Social, relacionadas, sobre todo, con la dinámica de grupos. Ha intervenido, asimismo, en proyectos con individuos, grupos y comunidades para mejorar los servicios de salud y de educación y, en general, se ha integrado en proyectos de apoyo a personas en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, se ha tratado de una colaboración interdisciplinar, fundamentalmente, entre diseñadores, psicólogos, sociólogos, antropólogos, trabajadores y educadores sociales.
A los diseñadores les falta una mejor formación, técnicas y herramientas, que les ayuden a enfrentarse a la magnitud de los problemas y necesidades sociales con una mayor solvencia. Y esa formación, técnicas y herramientas, indudablemente, han de proceder del Trabajo Social. En ese sentido, esta disciplina puede aportarle al Diseño social, recursos fundamentales, especialmente, a hora de afrontar el trabajo con grupos y con comunidades. Por poner algunos ejemplos básicos, enfoques como el del Marco lógico o la Teoría del cambio, dinámicas como las que se emplean en el Trabajo Social con grupos y con comunidades, teorías sobre las necesidades y los problemas y modelos y enfoques como el del empowerment, pueden resultarles muy útiles a los diseñadores sociales.
Pero, al mismo tiempo, el Trabajo Social, a comienzos del siglo XXI, se enfrenta a una constante redefinición y a la búsqueda de nuevos instrumentos que le permitan afrontar mejor los retos de una sociedad, –sometida a unas transformaciones de gran magnitud–, que incrementan las desigualdades sociales y la exclusión social.
En ese sentido, Antonio López Peláez (en Segado Sánchez-Cabezudo, 2011: 14), ponía de relieve que: “se demandan cuestionarios, técnicas y una formación práctica que permita una mejor práctica profesional” y, como señalan otros autores (Walz y Uematsu, 1997; Jackson y Burgess, 2005; Cebrián, 2012; River, Thakoordin, Billing, 2017;), se requiere, también, creatividad para resolver muchos de los problemas que surgen en las intervenciones.
El Diseño es una profesión creativa que, en estos momentos, se encuentra en disposición de compartir con el Trabajo Social algunos de sus métodos y herramientas, como ya los comparte con otros ámbitos profesionales y del conocimiento, mediante el Design Thinking, un concepto que “se utiliza generalmente para describir el proceso cognitivo mediante el cual los diseñadores aplican el pensamiento activo o pensamiento lateral junto con el pensamiento crítico o racional” (Moreno y Rogel, 2018: 43), dirigido a la consecución de un objetivo. Sus orígenes se remontan a 1969, con el libro Las ciencias de lo artificial, de Herbert Simon, pero, a partir de los años noventa, se ha empezado a utilizar de manera más masiva gracias a Tim Brown, profesor de la Universidad de Stanford y fundador de la consultora estadounidense de Diseño, IDEO.
El pensamiento de Diseño busca encontrar “soluciones a necesidades o problemas a través de la aplicación de una perspectiva sistemática” (Moreno y Rogel, 2018: 2). Según Brown (2008), el empleo del Design thinking en cualquier ámbito (dentro y fuera del Diseño) supone empatizar con los usuarios, desarrollar un pensamiento inclusivo, ser capaz de apreciar todos los aspectos de un problema complejo, crear soluciones innovadoras, explorar más allá de los límites de un fenómeno percibido, ser colaborativo y tener la capacidad de interactuar con otros conocimientos de fuera del campo propio, dada la complejidad cada vez mayor del entorno en el que vivimos.
El Design Thinking es un enfoque del Diseño pero es, también, uno de los métodos empleados en co-diseño, una práctica que empieza a ser habitual en el diseño de servicios públicos, en los procesos de participación ciudadana y en proyectos relacionados con el bienestar de las personas, en general. Así lo ha puesto de relieve, por ejemplo, la EPSI –European Public Sector Information Platform– que considera que: “Involucrar a las partes interesadas en el co-diseño de servicios o la coproducción de políticas públicas genera expectativas relacionadas con una mayor calidad de esos servicios y un mayor valor de las políticas realizadas” (Cretu, 2016: 4).
Las experiencias de co-diseño llevadas a cabo en los países nórdicos, en Australia y en Gran Bretaña, han demostrado que es una perspectiva eficaz y que permite obtener resultados rápidos y duraderos, siempre en función del tipo de proyecto. Se basa en el trabajo con los usuarios finales de un producto o un servicio. Es participativo y democrático y se concibe como una herramienta de desarrollo y de cambio que no solo transforma entornos o artefactos sino, también, personas, organizaciones y comunidades mientras participan en el proceso; en eso coincide con el quehacer del Trabajo Social, especialmente, con el del Trabajo Social con grupos y con comunidades. Se fundamenta en la cooperación, en la igualdad de las relaciones y en la interacción social. Es un enfoque creativo inmerso en un constante proceso de reflexión, en el que es esencial el aprendizaje mutuo y la comprensión del otro, algo que, también, forma parte del ADN del Trabajo Social.
Pero, además de la convergencia de fines y objetivos entre Trabajo Social y Diseño social y de los métodos que pueden compartir, hay que comentar que, desde la década de 1990, han surgido lo que se pueden considerar dos subdisciplinas del Diseño: el Diseño de servicios y el Diseño de Experiencia de Usuario (UX Design), que se están convirtiendo en aliadas del Trabajo Social, aportando soluciones prácticas, así como técnicas y herramientas que permiten conocer mejor a los usuarios.
Los orígenes del Diseño de servicios se remontan a los inicios de la década de 1980; es “una especialidad del diseño que ayuda a desarrollar y ofrecer servicios de calidad y a mejorar factores como la facilidad de uso, la satisfacción, la lealtad y la eficiencia, a través del proceso del servicio, los entornos, comunicaciones y productos, sin dejar de lado a las personas que prestan el servicio” (Engine, en Stickdorn y Schneider, 2010: 24). En relación con el Trabajo Social, ya se está aplicando a la mejora de los servicios sociales y públicos en general.
Por lo que se refiere al UX Design, sus inicios han estado muy vinculados al diseño de interfaces pero, actualmente su ámbito y competencias también se han ampliado de modo que la Asociación de Profesionales de la experiencia de Usuario (UXPA), ha señalado que:
La experiencia de usuario (UX) es un enfoque de desarrollo de productos que incorpora la retroalimentación directa del usuario durante todo el ciclo de desarrollo (Diseño centrado en el ser humano) para reducir costos y crear productos y herramientas que satisfagan las necesidades del usuario y tengan un alto nivel de usabilidad (sean fáciles de usar). […] El trabajo de experiencia de usuario se basa en diseñar productos y servicios teniendo en cuenta a las personas que los utilizarán (UXPA, 2020, párr. 1 y 2).
El UX Design está realizando importantes contribuciones al desarrollo de herramientas digitales (aplicaciones para dispositivos móviles y plataformas web) que se están empleando para mejorar el control de la salud de enfermos y personas mayores, la detección de la violencia de género y atención a las víctimas, el apoyo al envejecimiento activo, entre otras muchas áreas.
Pero el UX Design puede ser, además, un terreno propicio para la colaboración entre diseñadores y trabajadores sociales puesto que estos últimos, además de los valores propios de su disciplina, pueden aportarles a los primeros, una perspectiva sistémica, imprescindible a la hora de comprender las necesidades de las personas.
Al igual que el Diseño social, el Diseño de servicios y el de Experiencia de Usuario comparten el empleo de métodos procedentes de la Ciencias Sociales pero, también, han desarrollado técnicas y herramientas como el método personas, los mapas de empatía, la creación de escenarios, el “mapa de recorrido del cliente”3 y los prototipos, entre otras, que pueden ayudar a los trabajadores sociales en una mejor definición y conocimiento de las personas objeto de sus intervención y las situaciones en las que se encuentran.