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VII. FUENTES

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Pausanias habla muy poco de las fuentes que ha utilizado, no cita obras que ha debido de consultar, y las que cita, en su mayor parte, se han perdido o no quedan de ellas más que fragmentos. De manera que es tarea dificilísima y poco fructífera intentar identificar los autores no citados, pero utilizados, y las obras desaparecidas. Por otro lado, no hay que olvidar que Pausanias era un hombre culto, con amplio conocimiento literario, y que gran parte de los datos que nos transmite son lugares comunes, aprendidos en las escuelas, que se repetían en todas partes, y que no podría precisar de dónde procedían.

En este aspecto hay que distinguir entre la parte histórica o explicativa y la periegética o descriptiva. Para la primera ha tenido que depender necesariamente (salvo para los acontecimientos que sucedieron durante su vida) de documentos escritos o de relatos orales. Para la parte periegética o descriptiva no ha necesitado de otros, le han bastado sus ojos, aunque haya podido consultar también otros autores.

A) En cuanto a la parte histórica, ha utilizado muchas fuentes literarias , en primer lugar los poetas épicos, sobre todo para sus relatos de época mítica y heroica. Entre los poetas, el que le merece más confianza es Homero (II 21, 10): es una autoridad en cuestiones mitológicas y leyendas y lo cita numerosísimas veces. Pero también utiliza otros poemas cíclicos y épicos como la Naupactia , los Cantos Ciprios , la Iliupersis , la Pequeña Ilíada , la Miníada , la Edipodia , la Tesprótide , los Nostos , la Tebaida , colocando esta última inmediatamente después de las dos grandes epopeyas de Homero, ya que para él es también obra suya. De Hesíodo no habla muy bien, y aunque no tiene duda sobre su paternidad de los Trabajos , la tiene sobre la de la Teogonía y la de las Grandes Eeas . Cita a Asio de Samos, Cinetón de Esparta, Aristeas de Proconeso, Paniasis. De Eumelo de Corinto sólo cree que es auténtica una de las obras que se le atribuyen. También desconfía de la atribución de algunos versos a un antiquísimo Filamón de Argos. Cita las Argonáuticas de Apolonio y conoce al poeta alejandrino Euforión de Calcis. Cita los himnos de Panfo y de Olén, que le interesa por su participación en los ritos de Ilitía, así como por el papel que juega en los comienzos de los cultos de Delos y Delfos. De Museo tiene sólo por auténtico el Himno a Deméter . Los Himnos Órficos los tiene en gran estima, son para él casi equiparables a los homéricos, pero no todo lo que se atribuye a Orfeo es auténtico, parte de ello es atribuible a Onomácrito. Es consciente de que hay muchas obras tardías que circulan con nombres que no les corresponden (cf. I 14, 3; 22, 7; II 37, 3; VI 18, 6, etc.).

De entre los líricos conoce los poemas de Alceo, Alcmán, Arquíloco, Safo, Píndaro, Estesícoro, Telesila de Argos, Praxila de Sición. Al que más cita es a Píndaro.

Tiene poco interés en los trágicos. Con el que más simpatiza es con Esquilo. No cita jamás a Eurípides como fuente, una sola vez a Sófocles, otra a Aristófanes.

En cuanto a los historiadores, parece haber utilizado mucho a Heródoto (para la historia griega hasta las Guerras Médicas), a Tucídides, en menor medida, para la Pentecontecia, y a Jenofonte, junto con Tucídides, para la Guerra del Peloponeso, aunque a estos dos últimos apenas los cita. Pausanias presupone que los grandes trabajos de historia son conocidos y renuncia a explicaciones con la advertencia de que son generalmente conocidos (I 23, 10; II 30, 4).

Otros historiadores que nombra expresamente Pausanias son Hecateo, Helánico, Filisto, Jerónimo de Cardia, Carón de Lámpsaco, Antíoco de Siracusa, Ctesias, Teopompo, Anaxímenes de Lámpsaco, Mirón de Priene. La actividad historiográfica de Polibio es recordada solamente en VIII 30, 8.

Aparecen citadas también historias locales, que suelen ser transmisoras de cuentos raros, de tradiciones singulares y anómalas: la obra en verso de Liceas de Argos, la Historia de Corinto atribuida a Eumelo, la de los atidógrafos Androción y Clitodemo, la Atthís en verso de Hegesínoo, la Historia de Orcómeno de Calipo, la de Hipéroco de Cumas y otros autores poco conocidos.

Apenas son utilizados los oradores, y falta casi totalmente la literatura helenística, con unas pocas citas de poetas y muy poco de historiadores. En cambio, sí utiliza la literatura de su tiempo.

No quiere decir que tenga que haber leído todos los autores que cita, sino que puede citarlos de segunda mano, pues muy probablemente la mayor parte de sus conocimientos procede de florilegios y manuales que había en gran número en su tiempo.

Pero, naturalmente, las fuentes citadas constituyen sólo una parte de las utilizadas. Es probable que utilizara, por ejemplo, a Plutarco para la biografía de Epaminondas, a Polibio para la historia acaica o la biografía de Filopemen, a Diodoro, a quien no cita.

En el terreno de la mitología, probablemente la fuente más importante es la Biblioteca de Apolodoro y también la obra de Filón de Biblos.

En el terreno de la taumasiología son posibles fuentes Filostéfano de Cirene e Isígono de Nicea, aunque aquí además de sus lecturas, hay que contar con la experiencia directa de Pausanias, en la que, naturalmente, cabe la exageración.

Ejerce una cierta crítica en relación con estas fuentes: cuando los relatos se contradicen, los sopesa y opta por el que le parece más verosímil o menos problemático. Así, cuando va a contar las guerras de Mesenia, cita expresamente sus fuentes: una historia en prosa de la primera guerra, obra de Mirón de Priene, y una en verso de la segunda, obra del megarense Riano de Bene. Y a propósito de una divergencia de estos autores acerca de la fecha de Aristómenes (IV 6, 4), prefiere el testimonio de Riano al de Mirón, pues, en su opinión, la verdad y la verosimilitud no son cualidades de éste. Ha visto los prejuicios que quitan objetividad a la obra de algunos historiadores, como, por ejemplo, la de Jerónimo de Cardia (I 9, 5), fuente para la primera época de la historia de los Diádocos, llena de parcialidad en favor de Antígono y de hostilidad hacia Lisímaco por haber destruido éste su ciudad natal; o la de Filisto en favor de Dionisio (I 13, 9), porque espera obtener la autorización de entrar en Siracusa.

Ha utilizado amplia y excelentemente el registro eleo de los vencedores olímpicos, que cita numerosísimas veces, quizá no los documentos originales depositados en los archivos de Élide, sino los publicados por el sofista Hipias de Élide, de los que seguramente circulaban varias copias.

Otra fuente de información son las tradiciones locales, orales u escritas, y los guías locales, a los que frecuentemente se refiere como anticuarios hoi tà archaía mnemōneúontes o exegēgētaí , o con expresiones similares (I 31, 5; 35, 8; 41, 2), que se encuentran en la mayor parte de los lugares importantes y de los que sin duda tomó tradiciones locales, medidas de edificios, información valiosa y datos interesantes, pero igualmente con espíritu crítico. No puede dudarse de que en cada lugar de Grecia había multitud de relatos orales sobre su historia, sus monumentos, su culto, que al menos conocían los instruidos del lugar o los sacerdotes.

La mayor parte de las veces es imposible distinguir la clase de fuente de la que proceden los datos de Pausanias. Las expresiones que pertenecen a la esfera de “decir” u “oír”, como légein, phánai, homologeîn, onomázein, kaleîn, akoúein, pynthánesthai , no siempre pueden referirse a tradiciones orales, pues las mismas expresiones son empleadas para las citas literarias. Es un modo antiguo general de citar. Algunas expresiones del tipo de légousi se consideran como arcaísmos imitados de Heródoto.

Otra fuente importante, que vale tanto para la parte histórica como para la periegética, y de la que Pausanias ha sacado numerosísimos datos, son las inscripciones. Las que conservamos prueban que Pausanias las ha interpretado correctamente cuando nos transmite su contenido o un resumen, pero también con espíritu crítico. Así, en el gimnasio de Anticira ve la estatua en bronce del atleta Jenodamo de esta ciudad (X 36, 9), ganador del premio del pancracio en Olimpia; pero Pausanias no encuentra el nombre en el registro de los Juegos Olímpicos, deficiencia de la que deduce que la victoria de Jenodamo debió de tener lugar en la 211.a olimpiada, que es la única que falta en el registro.

Pausanias ha transcrito numerosas inscripciones, principalmente métricas, palabra por palabra, y ha resumido un buen número de ellas a lo largo de todos sus libros, pero especialmente en el V y en el VI, en el V las que están grabadas en los monumentos de Olimpia, y en el VI las de las basas de las estatuas de los vencedores. Pausanias describe unas doscientas estatuas de vencedores. Cada inscripción de este tipo incluye habitualmente el nombre del atleta, su patronímico, su étnico, la prueba en la que fue vencedor y el escultor que hizo la estatua, y frecuentemente la fecha de la victoria y otros datos que pudieran ser interesantes. Pausanias toma los datos que le interesan y pone buen cuidado al expresarse en distinguir lo que está en el texto de la inscripción en cuestión y lo que, dado el caso, es añadido como explicación del autor a través de un “parece”, o “se dice” o giros parecidos, lo cual demuestra su esmerada honradez.

Unas ciento cincuenta basas con inscripción de estatuas de vencedores han sido encontradas. En unos treinta y tantos casos se puede comparar la inscripción original con el resumen de Pausanias. Y entonces se nos muestra que copió lo esencial de las inscripciones, que lo hizo con el mayor cuidado y que tuvo que saber leer varios alfabetos antiguos, distintos dialectos, y que frecuentemente ha superado las dificultades que las piedras desgastadas presentaban. También se da el caso de que aparezcan errores y fallos en el informe de los hechos verdaderos o conclusiones falsas. Es particularmente notorio el caso del pórtico de los atenienses, construido, según Pausanias (X 11, 6), con las riquezas ganadas en la Guerra del Peloponeso, pero que en realidad lo fue con ocasión de las dos batallas del Euripo en el 506, en que los atenienses vencieron a los beocios y a los calcidios. En el pórtico hay una inscripción de alrededor del 500 a. C. (BCH 1881, 700) que alude a esta victoria. La inscripción que enumera las ciudades vencidas y a la que se refiere Pausanias era la que estaba dentro del pórtico y hace referencia a trofeos marítimos y a escudos consagrados durante la guerra del Peloponeso (la campaña de Formión tuvo lugar en el 429 a. C.). Tal vez no se dio cuenta de la diferencia de caracteres gráficos entre ambas dedicatorias, separadas casi por un siglo. Sus datos son fidedignos, aunque sus interpretaciones alguna vez puedan fallar.

Cabe preguntarse hasta qué punto es fiel a las formas dialectales que encontró Pausanias en las inscripciones cuando las transcribe palabra por palabra, si copió las inscripciones tal y como las leyó o bien las modificó, si introdujo cambios por formas dialectales más conocidas para él y sus posibles lectores, porque sería de esperar que, dados la precisión de sus descripciones y su interés por la conservación del pasado, también pusiese el máximo interés en mantenerse lo más fiel posible a los documentos de ese pasado, que sin duda ninguna vio. Son muy escasas las inscripciones citadas textualmente por Pausanias cuyo original ha sido encontrado. Son muchas, en cambio, las citadas textualmente, en su mayoría métricas, pero no encontradas. Las tres inscripciones citadas textualmente que han sido encontradas, pero en un estado muy fragmentario, son V 10, 4; V 22, 3 y V 24, 3. Observamos en este sentido una modernización de grafías en el texto de Pausanias y la sustitución de una forma dialectal por otra más docta. Por lo demás, el texto de Pausanias es fiel al de las inscripciones en cuestión. Los cambios observados pueden deberse al propio Pausanias o a la transmisión 27 .

Por lo que respecta a las inscripciones métricas citadas textualmente, pero no encontradas, en total 28, hemos observado en nuestra investigación unas características lingüísticas semejantes a las que poseen las inscripciones en verso de las distintas regiones de Grecia, que han sido estudiadas por K. Mickey 28 . En la lengua de estas inscripciones existe una gran uniformidad: se tiende a evitar las formas características de los dialectos locales y se encuentran en ellas un buen número de formas no locales, especialmente sacadas de las lenguas literarias. Teniendo en cuenta esta tesis, quizá no habría que esperar grandes diferencias entre los originales y la forma que nos ha llegado de Pausanias, dado que la transmisión del texto, según veremos, presenta muy pocas variantes, especialmente por lo que a la lengua respecta. Su fidelidad a estos documentos antiguos, no sólo de contenido, sino de la forma, creemos que es patente, aunque no se pueda demostrar en detalle si la modernización de la grafía o la sustitución de alguna forma dialectal por otra más docta se debe a él o a la transmisión. En cualquier caso, es evidente que Pausanias hace observaciones de tipo lingüístico y nos da noticias sobre la historia y la prehistoria de la lengua griega: “antes de que los Heraclidas retornaran al Peloponeso, los argivos hablaban el mismo dialecto que los atenienses” (II 3, 7); o sobre el cambio o permanencia de un determinado dialecto: “los megarenses cambiaron tanto sus costumbres y su lengua que se convirtieron en dorios” (de atenienses que eran) (I 39, 5); “los mesenios anduvieron errantes fuera del Peloponeso aproximadamente trescientos años, en los cuales no abandonaron ninguna de sus costumbres patrias ni olvidaron el dialecto dorio, sino que conservaron, incluso hasta nuestros días, el dorio más puro del Peloponeso” (IV 27, 11); nos habla de diferencias dialectales en el vocabulario y en la fonética: por ejemplo, que llaman Badi al río en dialecto local (V 3, 2), que las imágenes de Zeus son llamadas Zanes por los nativos (V 21, 2), y otras (II 32, 10; V 17, 5; VIII 23, 3; 25, 6; etc.); o hace sus observaciones sobre el modo de escritura de las inscripciones: habla del bustrofedón, de inscripciones en vueltas difíciles de seguir (V 17, 6), en letras antiguas (V 22, 3), con las letras de derecha a izquierda (V 25, 9), escritas en dórico (II 27, 3) 29 .

B) Por lo que respecta a la parte descriptiva o topográfica, también podríamos preguntarnos si el conocimiento de los lugares y de los monumentos que describe se debe a su propia observación o a los libros, o a las dos cosas a la vez. Pausanias nunca confiesa haber tomado en préstamo ninguna de las descripciones a autores anteriores, y a veces afirma haber visto lo que describe explícitamente, idṑn oîda “conozco porque lo he visto” (V 12, 3; 20, 8; IX 39, 14), o implícitamente, théas áxios “digno de ver”, en numerosos lugares. No existe razón, en nuestra opinión, para dudar de su palabra, de modo que se pueden aceptar sin reservas sus afirmaciones. Lo que ocurre es que este tipo de afirmaciones las hace muy pocas veces en comparación con los lugares en que no dice nada. Por otro lado, la visión directa es compatible con el uso de obras escritas, colecciones de varios tipos o manuales. Es posible que Pausanias se haya informado antes de sus viajes en la literatura accesible sobre los monumentos o lugares de Grecia que él quería visitar. De la literatura pueden proceder datos sobre distancias o medidas, pues no es probable que se pusiera a medir él mismo, aunque a veces hay apreciaciones aproximadas que sí proceden de él. No se puede excluir, en suma, cierta dependencia de fuentes periegéticas. Pudo utilizar mapas, periplos y otros documentos topográficos. Es natural que Pausanias consultase las obras de escritores anteriores que tratasen el mismo tema que él, pero los títulos y fragmentos que nos han llegado de éstos no prueban que Pausanias los haya copiado. A finales del s. XIX se admitió que una buena proporción de la parte descriptiva no procedía de su propio conocimiento, sino de la literatura, y especialmente de Polemón 30 , incluso en aquellos casos en que no se puede negar una visión directa. A ello contribuyó el hecho de que apenas menciona monumentos posteriores a la segunda mitad del s. II a. C. Frazer 31 ha hecho la comparación de Pausanias con los fragmentos que se conservan de Polemón, y aunque hay numerosas coincidencias en la mención de objetos y tradiciones comunes, dado que se trata del mismo tema, sin embargo nada prueba que Pausanias haya copiado a su predecesor, con el que no coincide en numerosos detalles y puntos de vista.

Hoy no se puede dudar de la “autopsia” de Pausanias. Es asombroso comprobar lo fidedignos e instructivos que son sus datos y cómo una expresión lingüística que parece insignificante, o una particularidad, o un detalle en la lectura, reciben sobre el terreno pleno sentido y facilitan importantes conclusiones. Pasajes como VIII 22, 7, a propósito de las aves estinfélidas: “Es difícil distinguir claramente si eran una obra de madera o de yeso, pero me pareció, por lo que pude deducir, más bien de madera que de yeso”, o IX 33, 7, a propósito del santuario de Alalcómenas: “También había en mi tiempo otra cosa que contribuyó a la destrucción del templo. Una hiedra grande y fuerte que crecía junto a él separó sus junturas y apartó las piedras unas de otras”, prueban la “autopsia” y que describe lo que existía verdaderamente en su tiempo y no antes.

El mérito del trabajo es que tenemos en él una descripción de la Grecia del s. II d. C. por un viajero que la conoce y que ha visitado hasta sus más alejados rincones. Frecuentemente asegura Pausanias que este o aquel templo está destruido, que no tiene techo o imagen de culto, que aquella localidad está abandonada y que sólo quedan ruinas visibles y Grecia no estaba así en época helenística. De Lusos, por ejemplo, sólo conoció ruinas (VIII 18, 8), mientras la ciudad y el santuario estaban todavía en pie en la época helenística. Algunos monumentos que menciona proceden de s. II d. C.: así, una estatua de Adriano en Cineta (VIII 19, 1) y otra en Olimpia (V 12, 6), ofrendas de Nerón (V 12, 8), la más reciente estatua de Zeus en Olimpia, del año 125 d. C. (V 21, 15). No se puede decir que en todo su trabajo mencione Pausanias como existente un monumento que ya no exista en su tiempo; por el contrario, muchas veces señala que un determinado monumento ya no existe; así, los tesoros de Delfos están vacíos (X 11, 1). Lo que da es lo que verdaderamente existe en su tiempo: es, pues, una descripción de la Grecia de su tiempo tal como la vio. Es, pues, una guía.

Por lo que respecta a su modo de trabajar, se ha dicho con frecuencia que Pausanias es un ingenuo, pero lo cierto es que no acepta todo lo que lee ni todo lo que oye: “yo quiero escribir de acuerdo con los megarenses, pero no puedo estar de acuerdo en todo con ellos, sino que estoy convencido de que…” (I 41, 4); “… es para mí obligado decir lo que dicen los griegos, aunque no es necesario creerlos en todo” (VI 3, 8). Muchas veces expresa su escepticismo: “pero para mí es increíble que se convirtiera de hombre en pájaro (I 30, 3); “otros creerán esta historia” (IX 8, 1); su elección es crítica: “Los guías megarenses no dicen nada relativo a ella, pero yo escribiré lo que creo que sucedió” (I 42, 4). Se nota un esfuerzo por separar lo que ha visto, oído o leído de cualquier comentario que pueda él hacer sobre el tema. La honradez de Pausanias consiste en particular en distinguir cuidadosamente entre el hecho y la interpretación, entre la descripción y el logos. Cuando abandona los hechos o la descripción, multiplica las expresiones: “dicen”, “los megarenses dicen”, “a mí me parece”, etc.

En sus comentarios personales aplica frecuentemente su inteligencia y conocimientos para llegar a conclusiones que no son siempre acertadas, como en VI 9, 4-5, en que, a propósito de una inscripción conmemorativa de la victoria en carro de Gelón, hijo de Dinómenes de Gela, en el 488, deduce que no puede tratarse del tirano de Sicilia, sino de un particular, porque el tirano debería figurar como ciudadano de Siracusa y no de Gela. Pausanias piensa que se apoderó de Siracusa en el 491, y está equivocado: en realidad tomó Gela en el 491 y Siracusa en el 485. Luego el Gelón de la inscripción sí es el tirano.

Pero esto no menoscaba su largo trabajo de descripción, sus virtudes de minuciosidad, diligencia, precisión en la información y comentario serio, tal como lo testifican numerosísimas excavaciones en toda Grecia y la transmisión de la esencia de más de 200 inscripciones atléticas. Roux 32 dice que los estudiosos modernos no han encontrado un solo error topográfico en su obra, y Daux 33 afirma que Pausanias tiene menos errores que los trabajos de muchos estudiosos modernos con más medios a su disposición. Uno de los ejemplos más notables es el de la topografía de Delfos, testimonio auténtico, en que una observación más precisa y objetiva ha permitido mostrar que los monumentos daban la razón a Pausanias en contra de las hipótesis modernas.

Descripción de Grecia. Libros I-II

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