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X. PAUSANIAS Y LA POSTERIDAD: ACTITUDES ENCONTRADAS ANTE SU OBRA
ОглавлениеEs quizá uno de los escritores antiguos que más sometido ha estado a críticas por parte de los eruditos modernos, especialmente los alemanes. Su predilección por los monumentos del pasado ha proporcionado a sus detractores los principales argumentos: se le acusa de no haber visto o haber visto muy poco de lo que describe, habiéndose contentado con copiar a escritores anteriores, especialmente a Polemón de Troya (s. II a. C). Por tanto, él no habría presentado a sus lectores una pintura de la Grecia de su tiempo, sino de la de tres siglos antes. El que inició el ataque fue U. von Wilamowitz-Moellendorff 52 : a propósito de I 23, 9, en que Pausanias habla de un decreto que autoriza el regreso del exilio del historiador Tucídides, de la muerte de éste, y de su mnḗma , Wilamowitz objeta que Tucídides habría regresado del exilio como consecuencia de una amnistía general y que el mnḗma sería el de un homónimo del historiador. Esto, y en general todo el libro I , según Wilamowitz, habría sido mal copiado de una fuente periegética, concretamente de Polemón (el fragmento 4 de este periegeta, llegado a nosotros en la vida de Tucídides por Marcelino Fr.Hist.Gr.II , coincide con el citado pasaje de Pausanias), uniendo en él cosas que vio, pero también otras, que son las más, que leyó, imitando a Heródoto con simplicidad infantil.
En otros trabajos posteriores renueva Wilamowitz su ataque contra Pausanias 53 insistiendo en que cita a escritores anteriores que de hecho no ha leído, o muy poco, inventándose algunas de sus fuentes, que la mayoría de las citas son de segunda mano y que no ha visto lo que dice que ha visto. No es extraño que Heer 54 hable de la “mala fe” de Wilamowitz cuando no quiere creer que Pausanias ha ido a Figalía para ver el santuario de la Deméter Melena, del cual da una descripción completa y por el que Pausanias se sentía atraído irresistiblemente.
Wilamowitz, con su gran autoridad, atrajo a otros que le siguieron en sus críticas, como Hirschfeld, Wernicke, y principalmente Kalkmann 55 , quien sostiene que Pausanias es un hombre de biblioteca, que lo mejor de su trabajo lo ha tomado de otros, especialmente de Polemón, aunque no se atreve a negar que Pausanias visitó algunos lugares. Niega rotundamente que haya visto todo lo que dice y no le concede ni talento ni trabajo esmerado. Más tarde, siguen esta misma línea Robert y Pasquali, alumnos de Wilamowitz 56 . Robert es hipercrítico respecto al origen del escritor, que identifica con Pausanias de Damasco, así como con el carácter general de la obra, a la que califica de pantodapḗ historía “historias variadas”, que serían lo más importante, lo esencial, mientras que las partes topográficas o periegéticas serían sólo el marco, desempeñando, pues, un papel menos importante. Pasquali, sin embargo, reconoce que las partes topográficas tienen más importancia que la que le concede Robert y se dirige especialmente a aclarar las relaciones con las obras periegéticas precedentes, apuntando a Hecateo y a Heródoto como últimos modelos de toda la literatura periegética. Su punto de vista es puramente literario, con poca atención a lo arqueológico.
Casi al mismo tiempo que comenzaban las críticas a Pausanias aparecían también escritos en su defensa, el más decisivo el de Gurlitt 57 –que es una refutación de los puntos de vista de Wilamowitz–, para el cual los datos periegéticos propiamente dichos pertenecen a las informaciones mejor atestiguadas que nos han llegado de la Antigüedad. Pausanias recorrió Grecia y su obra responde por una parte a lecturas, a cosas sabidas, a la tradición oral, y por otra a recuerdos personales de su viaje. Subraya, además, Gurlitt la unidad de criterio en el método a lo largo de toda su obra, siguiendo un riguroso orden topográfico. Le siguen Heberdey, Petersen, y Frazer y Hitzig-Blümner con sus monumentales comentarios 58 , los cuales defienden la honradez, la credibilidad de Pausanias, la exactitud de sus datos, la “autopsia” en la que se basan. Heberdey hace hincapié en que la obra de Pausanias no es un libro de memorias personales de viaje, sino una periegesis, una compilación de datos eruditos de todo tipo; por tanto, no se le puede exigir que se base solamente en la recogida personal de todo el material. Petersen, para quien la periegesis es esencialmente una guía, hace hincapié en numerosas expresiones que son verdaderas fórmulas de guía.
Posteriormente, los comentarios particulares de Trendelenburg para Olimpia, de Daux para Delfos, de Roux para Corinto, de Bölte para Esparta, de Thompson y Wickerley para Atenas, así como la excelente introducción de Meyer y el artículo fundamental de Regenbogen 59 , están en la misma línea y muestran la exactitud de los datos de Pausanias y su importancia para la arqueología.
Las dos monografías más recientes sobre el periegeta son ardientes defensoras de éste: la de Heer 60 , que compara el talento y la elegancia de Estrabón, que no ha visto la mayor parte de los lugares que describe, con la pesadez de Pausanias, que sí ha visto lo que describe; y la de Habicht 61 , bien documentada y clara, que traza el perfil de Pausanias, sacando partido de las escasas confesiones indirectas en que se revela la personalidad del autor, a quien considera fundamentalmente como un guía descriptivo de un país que le apasionaba. Pone el énfasis en el valor arqueológico de Pausanias en relación con sitios que todavía no habían sido excavados cuando se publicaron los dos grandes comentarios de Frazer y de Hitzig-Blümner. Para Habicht, la cuestión hoy, dado que Pausanias ha sido defendido de todas las acusaciones que le han hecho Wilamowitz y sus seguidores, está no ya en lo que Wilamowitz ha dicho de Pausanias, sino en cuál es la causa de la inquina hacia él. Recogiendo datos de las publicaciones del filólogo en relación con Pausanias, e incluso de un diario suyo no publicado, Habicht saca a la luz que su odio contra el periegeta proviene del ridículo que hizo cuando servía de guía a un grupo de gente en 1873. En esta fecha visitó Grecia, y como quiera que era considerado experto en asuntos de geografía y topografía griega, después de alguna preparación previa en Atenas, partió con Pausanias bajo el brazo. Cuando el grupo dejó Olimpia y se dirigió hacia Arcadia, hacia la ciudad de Herea, nada en Pausanias (VI 21, 3 ss.) parecía tener sentido, nada coincidía con la realidad. Y es que, como el propio Wilamowitz descubrió más tarde, Pausanias describe el camino en dirección opuesta, desde Arcadia hacia Olimpia, de E. a O., por donde él había venido a Olimpia. El propio Wilamowitz admitiría francamente que su mala opinión de Pausanias procedía de esta amarga experiencia. Aquí estarían las raíces de su “vendetta” contra Pausanias. Además, este odio se incrementó más tarde, cuando Schliemann, al que despreciaba, con Pausanias como guía, llevado por unas pocas líneas suyas correctamente interpretadas, excavó las tumbas reales en Micenas. Era más de lo que Wilamowitz podía soportar, y al año siguiente publicó su primer ataque contra Pausanias.
También señala Habicht como cosa curiosa la antipatía que manifestó Frazer hacia Wilamowitz en unas cartas a Housman, publicadas por Ackerman, que no es, en su opinión, sino reacción ante los ataques de Wilamowitz a Pausanias, antipatía estrictamente controlada cuando escribió su comentario y que entonces no fue nunca más allá de alguna fina ironía. El propio Habicht se une a las voces que reivindican a Pausanias, haciendo ver hasta qué punto los resultados de las excavaciones arqueológicas y la confrontación con las inscripciones que Pausanias utiliza dan testimonio de la honradez y precisión del periegeta en su pesado trabajo, la tarea de conservar para la posteridad todo lo que pudiera de la herencia del pasado, con instrumentos limitados.
Se puede decir con Meyer 62 que la información que nos ha transmitido sobre la realidad de la antigua Grecia es mayor que la de ningún otro libro de la Antigüedad. Es una suerte que se nos haya conservado un libro así, pues es el único que poseemos de esta clase, y es también una suerte que fuera escrito en esta época, en la que Pausanias tenía ante sus ojos muchos de los antiguos monumentos, la mayoría, aunque destruidos en parte.
Hoy el autor ha triunfado sobre sus críticos y está totalmente reivindicado.