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1. Pensamiento político

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Hay que destacar el gran amor de Pausanias a Grecia –principalmente a la Grecia Madre–, su patriotismo, y una profunda tristeza por la decadencia que la ha conducido a ser gobernada por otros, a convertirse en provincia romana, ella que siempre deseó la libertad.

Sólo le interesa la historia de la Grecia independiente, hasta el 146 a C., fecha de la destrucción de Corinto por los romanos. En cambio, cuenta muy poco sobre su propio tiempo y sobre el Imperio Romano en general. La literatura del periodo hace pocas referencias a Roma. El hecho histórico ante el que reacciona no es el establecimiento del Imperio Romano, sino la desintegración de la tradición griega. No es expresamente hostil al gobierno romano en general, aunque sí a romanos en particular. Es un súbdito leal, admite la benevolencia general de la administración romana y exalta a los emperadores bajo los que le tocó vivir, sobre todo a Adriano (I 5, 5), pero también a Antonino Pío (VIII 43, 3 ss.), que amaban a Grecia y que fueron sus bienhechores. Como hombre apasionado por la Antigüedad, por todo lo que era archaîos , no puede disimular el disgusto que experimenta ante las depredaciones de Roma sobre los objetos artísticos de Grecia (VIII 46, 1; X 7, 1), especialmente las de Sila y Nerón (IX 33, 6), reconocidamente crueles y rapaces, pero también las de Augusto.

Lamenta el hecho de que Grecia sea gobernada por extranjeros que no han contribuido a la cultura griega, de la misma manera que es enemigo de todos los que amenazaron o disminuyeron la libertad de los griegos: los persas, los macedonios, los tiranos griegos, los celtas. Incluso cuando está gobernada por emperadores excelentes, para Pausanias, la dominación romana no es más que tolerable. Gurlitt y Regenbogen son de la opinión de que su actitud hacia Roma es hostil. Pero, en general, los puntos de vista no son tan extremos: así, Heer no ve ninguna animosidad política contra Roma ni considera a los romanos responsables de la triste situación de Grecia, cuya decadencia había comenzado mucho antes. Parece haber aceptado la dominación romana porque reconoce la incapacidad de los griegos para gobernarse a sí mismos. Dice Heer que si hay resentimiento en Pausanias, no es político, es de orden “nacionalista” y habla de “amargura secreta”, pues Grecia es superior a Roma por su civilización 40 .

Su gran amor a Grecia y a su libertad le lleva a juzgar a las diferentes ciudades griegas de acuerdo con su comportamiento en los momentos de peligro para la libertad, es decir, si lucharon por Grecia, la defendieron y se rebelaron contra los que habían roto esos ideales, o se mantuvieron neutrales o estuvieron al lado del enemigo (cf. IV 28, 2-3; V 4, 9; VII 6, 5-7; VIII 6, 2-3; X 3, 4, etc.). Manifiesta las razones que tuvieron, según ellos, para obrar de un modo u otro, pero no los perdona y se encarga de hacer ver cómo pagaron por no haber cumplido con su deber. Solamente los atenienses cumplieron siempre con ese honroso deber de luchar por la libertad de Grecia, de aquí que ésta la perdiera cuando Atenas ya no tuvo fuerzas para defenderla (VII 6, 8-9). Y, del mismo modo, no siente ningún aprecio por los políticos que oprimieron o lucharon contra Grecia de algún modo: Filipo, hijo de Amintas, Ca-sandro y su familia (IV 28, 4; IX 7, 2-3), etc., mientras que se preocupa de señalar a los benefactores de Grecia, Milcíades, Codro, Leónidas, Temístocles, etc., a los que considera como los principales patriotas (VIII 52), y también algunos particulares, Adrasto, Faílo de Crotón (VII 6, 6; X 9, 2), etc.

Admira a Atenas, campeona de la libertad griega, más que a ninguna otra ciudad, y esta admiración deja su huella en sus gustos artísticos y literarios, en su versión de los acontecimientos, en su interpretación de la política, de la historia, de la mitología. Todo lo ve a través de Atenas. Por eso le perdona incluso su gobierno democrático, “que no ha hecho prosperar a ninguna ciudad más que a Atenas” (IV 35, 5). No es en absoluto un entusiasta de la democracia: “Fue una decisión justa, a pesar de ser del pueblo” (I 29, 7) (y también I 8, 2 ss., y 18, 8). No confía en ella. Respecto a la monarquía, es buena si lo es el monarca. Es la forma de gobierno menos inaceptable. La oligarquía no le gusta, pero sobre todo detesta la tiranía (cf. cómo pinta a los tiranos en I 25, 7-8; II 8, 2-3; IV 29, 10, etc.). Se puede decir que sus opiniones sobre las distintas clases de gobierno son poco más o menos las de su tiempo.

Descripción de Grecia. Libros I-II

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