Читать книгу Asesinato en la planta 31. El trampolín de acero - Per Wahloo - Страница 17
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ОглавлениеEran casi las diez cuando regresó a la comisaría del distrito dieciséis. El despacho no le deparó nada interesante y bajó al local de arrestos, donde dos mujeres jóvenes acababan de ser obligadas a entrar por la puerta que daba al patio. Esperó mientras dejaban en el mostrador sus documentos de identidad, zapatos, ropas de abrigo y bolsos. Una de ellas insultó al agente de guardia y le escupió en la cara. El policía que había practicado la detención bostezaba mientras le retorcía la muñeca y echaba una mirada cansada al reloj. La otra detenida permanecía inmóvil, cabizbaja y con los brazos caídos. Lloraba y balbuceaba todo el tiempo entre sollozos. Las mismas palabras de siempre, «no, no» y «no quiero».
Un par de mujeres policías, con botas de goma e impermeables de color verde claro, se llevaron a las detenidas y poco después se oyeron llantos y gemidos procedentes del local de registros. El personal femenino era más eficaz y más perseverante que el masculino.
El comisario Jensen se dirigió al mostrador y leyó la lista de los detenidos que habían llegado durante las últimas horas. En la editorial no se había practicado ninguna detención y desde allí no se había hecho denuncia alguna.
Antes de volver a casa no comió nada. No estaba especialmente hambriento y ya no sentía contracciones en el diafragma. Pero a pesar del calor y el confort que le ofrecía el coche, temblaba de frío y le costaba mantener las manos en el volante.
Se desvistió enseguida y se metió en la cama. Después de permanecer una hora tumbado, se levantó y cogió la botella. El temblor cesó al cabo de un rato pero aún tenía frío cuando se quedó dormido.
Habían pasado tres días. Aún quedaban cuatro.