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Los judíos y la legislación imperial

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El emperador Rodolfo II (r. 1576-1612) sentía un interés genuino por la cultura judía y prohibió las obras antisemitas de Lutero.77 Pero la conversión del imperio en una monarquía mixta fue un factor mucho más importante para la mejora de sus condiciones: al contrario que en las monarquías centralistas, la tolerancia ya no dependía del capricho de cada monarca. La descentralización de la protección a los judíos vinculó dicha responsabilidad con el entramado general de privilegios y derechos sancionados por la legislación del imperio. La protección imperial se renovó en cinco ocasiones entre 1530 y 1551 y pasó a formar parte de la legislación general aprobada en el Reichstag por todos los Estados imperiales. Esto vinculaba la integridad y prestigio de todas las autoridades políticas a la observación de la normativa. La ley de 1530 obligaba a todos los judíos a llevar visible una estrella amarilla, pero esta medida fue ignorada de forma generalizada y anulada de manera formal por el Reichstag en 1544. Se prohibió el acoso a los judíos en todas sus formas. Se les concedió el derecho de circular libremente, protección para sus propiedades y sinagogas y contra la conversión forzosa y se les permitió cobrar intereses más altos que los cristianos. El autogobierno judío también se aseguró reconocimiento legal.78

Las autoridades locales debían obtener permiso de sus superiores antes de poder expulsar a una comunidad judía. Los judíos, como individuos, continuaron sujetos a numerosas restricciones, como por ejemplo la denegación de la ciudadanía plena en las ciudades. Pero podían tener propiedades, armas incluidas, y participar en elementos generales del imperio, como por ejemplo el servicio postal. La justicia criminal del imperio se mantuvo neutral con respecto a la religión y, si bien es indudable que los prejuicios afectaron a las sentencias, las nuevas cortes supremas imperiales creadas a partir de 1490 seguían los procedimientos formales con sumo cuidado. Así, por ejemplo, los presos judíos podían observar sus ritos religiosos, incluso allí donde no lo hubieran solicitado.79

Los judíos, al igual que los campesinos y otros grupos sociales desfavorecidos, pudieron emplear las leyes imperiales para defender sus derechos a partir de 1530. Así, por ejemplo, el tribunal supremo del mismo emperador Fernando I (el Reichshofrat) dejó de lado su antisemitismo y aceptó la apelación de la comunidad judía de Worms contra la decisión de expulsarlos del consejo de la ciudad.80 Tales casos tienen un significado más amplio, pues existe la percepción generalizada de que el sistema judicial del imperio era deficiente, gracias a la campaña sistemática, lanzada a finales del siglo XVI por radicales protestantes para desacreditar a sus oponentes católicos, que algunos historiadores futuros aceptaron como hecho probado. Justo en un momento en que algunos príncipes protestantes se quejaban públicamente del sesgo religioso de los tribunales, las comunidades judías, de forma más callada y efectiva, recibían protección legal contra la persecución de ciudades y príncipes.81

El incidente de Fettmilch, el peor estallido antisemita entre mediados del siglo XIV y la década de 1930, es un claro ejemplo de esto.82 Alrededor de 1600, la comunidad judía de Fráncfort se convirtió en chivo expiatorio de una serie de problemas que afectaban a la ciudad. Estos incluían aumento de los impuestos, pérdida de poder adquisitivo y un gobierno oligárquico que había perdido el contacto con sus habitantes. En 1612, Vincenz Fettmich, líder de los artesanos, acusó a judíos y patricios de explotar a los pobres e incitó a una turba que atacó el ayuntamiento y el gueto en el que los judíos llevaban viviendo desde 1462. Los asaltantes asesinaron a 262 personas y saquearon propiedades por valor de 176 000 florines. La violencia se extendió a la ciudad de Worms, cuyos judíos fueron expulsados. Aunque el estallido no pudo impedirse, el castigo fue rápido y efectivo. Fettmilch y seis de sus partidarios fueron ajusticiados y se tomaron medidas legales para impedir que otras ciudades expulsasen a sus comunidades. Worms fue obligada a readmitir a sus judíos en 1617. Los judíos presentaron un total de 1021 casos ante la corte suprema del imperio (el Reichskammergericht) lo cual representó el 1,3 por ciento de todos los casos presentados entre 1495 y 1806, pese a que tan solo sumaban el 0,5 por ciento de la población del imperio. También participaron en 1200 casos presentados al Reichshofrat entre 1559 y 1670, es decir, el 3 por ciento de la actividad de dicho tribunal.83

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