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Había comido demasiado y me alegraba de salir del restaurante.

Era una tarde bonita y cálida, así que Phil y yo fuimos paseando hasta los Campos Elíseos, donde entró en Louis Vuitton y le compró un bolso a su esposa, o puede que a su novia. Con Phil nunca puedes estar seguro: es tan discreto y avispado como el pañuelo de seda de Hermès que le asomaba del bolsillo.

—Kojo es un estafador —dijo—, pero tiene razón. No podemos permitirnos no controlar su academia.

—Pensaba que quería venderle solo lo suficiente como para que fueran socios casi a partes iguales.

—Quizá, pero no es así como hace negocios Viktor. A Viktor le gusta que las cosas le pertenezcan.

—Sí, ya me he dado cuenta.

—Le gusta ser quien tiene el control.

Preferí no comentar nada al respecto. Empezaba a darme cuenta de cuánto le gustaba tener el control a Viktor. De todo.

—Kojo también tiene razón con lo de Christoph, Scott. Me temo que vamos a tener que venderlo antes de que acabe agosto. Es la manera más sencilla de arreglar esa estúpida disputa entre Bekim y Prometheus.

—¿Venderlo? Estás de broma, ¿no? El chico va a ser una estrella.

—Ambos sabemos que la única razón de que Bekim se muestre tan tozudo con el tema es que sabe que Christoph es gay. Cosa muy comprensible, por otro lado. Es lo que haría cualquier compañero, defender a un jugador más joven. Me parece hasta admirable. Pero no es práctico. Hay que conseguir que esos dos se lleven bien a toda costa.

—¿Y por qué no vender a Prometheus? Es él quien ha ocasionado el problema. Es él quien tiene una actitud problemática. Recuerda lo que te voy a decir: si no es por esto, nos dará problemas por cualquier otro asunto. Tú mismo has reconocido que es como un grano en el culo. Mira lo del coche. Y eso es solo el comienzo. Prometheus va a meterse en muchas como esa. A su lado, Mario Balotelli parece un alumno ejemplar de los Niños Cantores de Viena. Viktor no debería haberlo fichado.

—Yo, desde luego, me alegraría de no volver a verlo nunca, pero no podemos venderlo. Viktor no va a querer ni oír hablar de ello. Además, si lo vendemos tan rápido, la gente se dará cuenta de que hay gato encerrado. Tendríamos suerte si consiguiéramos la mitad de lo que vale. Lo de Christoph es diferente. Después de algunos de los goles que ha marcado con nosotros y con la selección alemana, es muy probable que saquemos buenos beneficios con su venta. No olvides que el verano pasado solo pagamos cuatro millones de libras por él al F. C. Augsburgo. Si conseguimos deshacernos de él antes de que se sepa lo de su homosexualidad, podrían darnos cerca de veinte millones. Puede que más. Dada la situación en el vestuario, no creo que te cueste mucho persuadir al chico de que acepte fichar por otro club. Para él será bueno y para nosotros un gran negocio. A decir verdad, esto podría venirnos muy bien. Nos daría la oportunidad de adecuarnos a las directrices de Fair Play Financiero de la UEFA.

—Pensaba que los contables de Viktor encontrarían la manera de darle la vuelta a eso. Al fin y al cabo, hasta ahora, los de los demás equipos lo han ido consiguiendo.

—Hasta que seamos capaces de sacarle el mayor rendimiento a los ingresos del club por publicidad, vamos a tener que obtener un beneficio de diez millones de libras en los dos próximos años. Y eso solo para adecuarnos a las directrices de la UEFA. O, si prefieres, míralo de otro modo: esas directrices van a hacernos perder treinta y siete millones de libras en las próximas tres temporadas.

—Pues con Ayrton y con Christoph en el equipo no necesitábamos otro delantero y no me cabe duda de que no haber comprado a Prometheus habría ayudado con lo que me cuentas.

—Lo que dices tiene su lógica, pero es que, dado los términos que Viktor tiene con Kojo, Prometheus nos ha salido gratis.

—¿Qué términos? No lo entiendo. O lo hemos comprado o no lo hemos comprado, ¿no?

—Se podría decir que ambas cosas. De forma oficial, sí lo hemos comprado, pero de forma extraoficial, no. Es lo que se llamaría una compra con derecho a devolución. Un préstamo.

—Esto suena muy sospechoso, como eso de la propiedad de terceros que la Premier League ya prohibió en 2008.

—Sí, lo prohibió pero no lo persigue. De hecho, hoy en día la propiedad de terceros es muy común tanto en Europa como en Sudamérica. Y, gracias a ello, a los buenos contables, incluso a los ingleses, les resulta fácil soslayar las pruebas. Sobre el papel, Prometheus nos ha costado veintidós millones de libras de los que, en situaciones normales, Kojo se habría quedado once. Pero el africano ya le debía a Viktor diez millones, así que nos ha costado solo un millón. Y dado que el balance del fichaje está basado en el rendimiento del mismo, Viktor solo tiene que pagar al chico cien mil a la semana, cantidad de la que Kojo se queda la mitad. De hecho, le pagamos aún menos porque un cuarto de lo que ingresa Kojo vuelve al bolsillo de Viktor. —Se encogió de hombros—. Así que, ya ves, Prometheus casi no nos cuesta dinero. En realidad, es un poco más complicado de lo que te he explicado pero, en esencia, es así como funciona. La verdadera razón por la que Viktor ha comprado al nigeriano es porque le sale más barato que las pipas.

—Por eso hemos conseguido arrebatárselo al Barça.

—Exacto.

Tragué saliva un tanto incómodo. La tentación de mandar a tomar por el culo tanto a Viktor como a Phil era grande e iba en aumento. Inmediatamente, oí la voz de Bastian Hoehling en mi cabeza: «Eso significa que, en uno o dos años, en cuanto Scott haya sido despedido por su amo, acabará dirigiendo un club alemán». Empecé a pensar que cabía la posibilidad de que no fuera tanto tiempo.

—¿Qué te sucede? —se extrañó Phil—. Parece que te encuentres mal.

—Joder con el deporte rey —refunfuñé con amargura—. ¡Dios mío, qué cachondeo! A veces me da la impresión de que lo único que está bien hecho en el fútbol son las putas líneas del campo. Todo lo demás parece más amañado que el críquet paquistaní.

—El fútbol es un negocio como cualquier otro, sobre todo, fuera del terreno de juego. En la sala de juntas no tiene nada de deporte rey. —Sacudió la cabeza—. Es un juego, sí, pero un juego en el que, para que unos ganen, otros deben perder. Con compradores y vendedores, oferta y demanda, beneficios y pérdidas.

—Pues no se lo cuentes a los aficionados. Mira, Phil, yo puedo pasar por alto que seas una víbora de mierda, pero ellos seguro que no lo harán.

La mano de Dios

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