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Desde un sueño lúcido

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Recuerda un sueño consciente. Vuelve al estado disociado en que se produjo, es decir, a observar y escuchar la trama aparentemente verosímil de ese sueño mientras sabes que es una figuración, como quien ve una película en una pantalla.

Recuerda cómo era saber que lo sucedido en ese artificio era producido por ti. Recuerda cómo, por tanto, no te afectaba. Quizás era un miedo escenificado, la representación onírica de un deseo, un divertimento interesante o una trama sin sentido. Advierte cómo podías dirigir desde fuera lo que pasaba dentro sin verte afectado por ello y cómo podías amoldarlo a tu voluntad.

Ahora deshaz ese recuerdo extendiendo una sábana blanca sobre él.

A continuación, piensa en una situación torcida, una dificultad laboral, un desencuentro sentimental o cualquier otra circunstancia que te esté perturbando actualmente.

Toma esta situación y atiéndela desde la perspectiva del sueño lúcido.

Contempla la posibilidad, al menos remota, de que la experiencia inofensiva del sueño consciente haya surgido de una mente clara, y que la experiencia atenazante de la situación problemática que has elegido esté siendo producto de una mente confusa.

Encuentra qué cambia en tu percepción cuando recuperas la capacidad de crear un espacio entre tú y tu pensamiento al poder ver en perspectiva.

Cuando algo te trastorne, pregúntate qué te está afectando más, si las supuestas circunstancias o tus pensamientos sobre ellas.

Mira qué ideas sobre ese conflicto se detienen, cuáles pierden sentido, cuáles se relativizan, cuáles afloran y cuáles se revelan productivas. Cuáles carecen de importancia, cuáles crecen, cuáles se tornan evidentes.

Observa también si tus emociones varían, si se desvanecen o si cambian de dirección. Finalmente, advierte si los enjuiciamientos y las acusaciones sobre otros o sobre ti se transforman, desaparecen o pierden sentido. Nota si al haber modificado tu posición frente a la dificultad, ha variado tu capacidad de actuación sobre ella.

Por favor, no fuerces una respuesta, encuéntrala.

Nota tu reposo. Esta es la clave: accede a la seguridad que hay en la Paz acostada tras el pensar exagerado y encuentra qué hay en ella. Para ello solamente es necesario observar desde la consciencia que demostraste durante el sueño fértil.

Advierte el enorme dominio del divagar. Fíjate: cuando los pensamientos corren desenfrenados ejercen un inmenso poder sobre nosotros. Un pensamiento así es capaz de tumbarte en tierra o de hacerte volar antes de que te des cuenta.

Un soñador solo se da cuenta de estar soñando cuando es capaz de mirar serenamente su propio sueño.

Si durante el día te surge algún otro miedo, míralo así, con la mente segura en vez de con el pensamiento agitado conducido por su propia inercia.

No intentes cambiar nada y nota qué sucede.

El Alfabeto del Silencio

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