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Deshilar la madeja

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En los próximos minutos se contiene todo el tiempo. Si quieres, inviértelos en esta contemplación.

Vuelve a cerrar los ojos, bloquea la lengua y respira hondamente. Esta puede ser una excelente manera de profundizar con rapidez.

Visualiza una pared frente a ti. En esa pared hay un agujero. Detrás de él está tu pensamiento. Mira al orificio y espera a que por él salga la primera idea.

Cuando asome, contémplala en caso de que se exprese como una imagen, escúchala si viene en palabras o en sonidos, siéntela o tócala si se manifiesta como una sensación o como un objeto. Sobre todo, permanece atento a no dejarte arrastrar por ella. Simplemente déjala ser. Eso se consigue observándola, presenciándola sin evaluar ni opinar, pero por encima de todo sin intentar detenerla.

Luego vuelve a enfocar la atención en la pared hasta que surja otro pensamiento.

Quédate así un par de minutos.

Quizás hayas notado que el primer pensamiento ha tardado en salir, aunque haya sido solo un instante. La duración no es importante por ahora, lo substancial es algo en apariencia insignificante, pero cuya trascendencia no es posible enfatizar suficientemente: se ha producido una separación entre tú y él.

Por tanto, quizá no seas tu pensamiento.

Además, han sucedido cuatro cosas:

Una: has sido capaz de detener por un momento la corriente mental. Si esta vez no has podido mantenerte observante mucho tiempo no te preocupes, lo conseguirás con algo de práctica.

Dos: tal vez hayas notado cómo, al poco de contemplar, el pensamiento se ha disuelto y ha desaparecido. Eso sucede cuando no se lo nutre con energía. Los pensamientos son cúmulos energéticos generados por uno mismo. Cuando se cesa de alimentarlos a través de opiniones, juicios, acuerdos u oposiciones, desaparecen. Sucede como cuando el viento amaina sobre un velero: este sigue avanzando un tanto hasta detenerse. Lo mismo pasa cuando se deja de soplar sobre la vela de la razón.

La tercera es especialmente relevante: durante ese intervalo, el divagar no ha tenido poder sobre ti, lo que hace sentir una enorme sensación de liberación.

Finalmente, la cuarta: desde esa posición tranquila y alerta es posible distinguir aquello que hay más allá. Verás que, con algo de práctica, observando el pensamiento y trascendiéndolo, es posible experimentar algo extraordinario largamente olvidado.

Con práctica ese intervalo crece. Al principio parece no consistir en nada sino en un vacío improductivo. Poco a poco se comienza a notar cómo allí se encuentra el origen de toda idea, de toda emoción, de toda creación. Es el vientre del Mundo: en él se gesta y de él surge. Desde ahí, es posible concebirlo sin filtros. También podrás atestiguar cómo lo que Es aflora. Tal vez, entonces comiences a experimentar de una manera esencialmente diferente.

Es fundamental aplicar estos ejercicios en la experiencia cotidiana. He aquí la utilidad inmediata de este: si en tu vuelta al fragor mundano te sientes arrastrado, considera tu propio cavilar. Para ello, visualiza la pared ante la cual se encuentra la cordura. Vuelve a ti.

Luego abre los ojos y mira de nuevo al torbellino. Nota si ha cambiado algo.

Actuar sobre el pensamiento produce transformaciones radicales porque es incidir sobre la cepa, sobre el humus de lo percibido. Igual que el sueño de la razón se produce cuando lo que se piensa se desatiende y comienza a ser automático, el despertar surge al atenderlo, al no abandonarse a él notando qué efecto tienen las ideas propias sobre uno mismo. Se trata de abrir un espacio entre tú y ellas, para desde allí desentrañar cuáles te acercan y cuáles te alejan de lo que Eres, cuáles te ayudan y cuáles te frenan, cuáles parten de ti y cuáles de una conjetura sobre ti. Se trata de discernir realidad de invención.

La manera de despertar no es evitar el sueño, sino atravesarlo. El sueño desaparece al verlo como un sueño porque ante la hermosa luz de la consciencia toda ilusión se disuelve. El enorme poder de la consciencia es capaz de utilizar la propia ilusión como medio para despertar.

¿Cómo comprobar que lo que llamamos realidad tiene la naturaleza de un trance? Puedes hacerlo de dos maneras. Pregúntatelo dentro de cien años. Si puedes contestar, aunque nada de lo que conoces ahora permanezca, habrá sido así. Si no puedes hacerlo porque ya nada exista en absoluto, ni siquiera tú, así habrá sido. En caso de que no quieras esperar tanto, vuelve a la consciencia del ahora, elimina lo transitorio y mira qué queda.

El Alfabeto del Silencio

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