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Percepción frente a conocimiento

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El proceso de percepción se realiza de afuera hacia adentro. Consiste en captar con los sentidos y luego procesar la información que ofrecen utilizando una porción mínima de la mente llamada pensamiento. El proceso del conocimiento es el inverso: consiste en primero mirar dentro certeramente y luego dirigirse hacia lo que llamamos exterior.

La comprensión —la vivencia producida al trascender las barreras perceptivas e intelectuales— se produce cuando se accede al interior sin alterarlo, sin realizar modificación alguna, presenciándolo, dejándolo Ser; así se extiende por sí solo con dicha y sin esfuerzo encontrando evidente la unión con todo lo demás. Por el contrario, la percepción —la distorsión de lo que Es— se origina al dar por válida la fragmentación percibida por la criba del raciocinio y de los sentidos.

Uno de los pasatiempos predilectos de la razón cuando está ofuscada es concebir cualquier experiencia a partir de ideas preconcebidas por ella misma. La realidad no necesita explicación para ser como Es. Aun así, la manipulamos a menudo aviniéndola a nuestra propia horma. Al tratarse este de un rodar continuo, las ideas barajadas por el intelecto son desintegradas, revueltas, desvirtuadas y luego recompuestas. Este es el mecanismo utilizado por el ego para aislarse, reafirmarse, y sustituirte12.

Un proceso semejante transforma el mundo en función de lo que se piensa: así es como se empieza a ver todo a través del opaco cristal del intelecto exagerado. Cualquier razonamiento urdido por el pensamiento incontenido se inclina a interpretar el entorno en función de falsas convicciones. De esta manera, el mundo externo comienza a percibirse como un reflejo del revolver interno.

La creación se manifiesta exactamente al contrario: cuando se advierte que lo externo es causa de lo interno, que no hay nada fuera de ti. Tu entorno, tus amistades, tus actividades, tus actitudes y todo lo demás aparecen en tu propio escenario tal y como lo concibes. Fíjate: cuando tu estado de partida es calmo, acogedor y consciente, lo que percibes alrededor comparte esa misma naturaleza. Si por el contrario es tenso, conflictivo y complicado, todo lo demás será exactamente igual para ti. Quien concibe miedo experimenta miedo. Quien concibe Amor experimenta Amor. Mas solo en este segundo caso reconoce su propio rostro en todas las cosas, y en ellas a su semejante.

Cuando el pensamiento se desliga de la voluntad de pensar se experimenta un entorno dominado por el miedo. Cuando está ligado a ella se conoce un entorno regido por el Amor. Solo uno de los dos es cierto. Una vez te percatas de ello, es decisión tuya abrazar uno u otro.

Esta es una proposición contraria al dictado de la percepción y al reino de los sentidos. Afirmar que todo aquello percibido con la tensión o el temor que generalmente produce el ruido mental es falso, y que solo lo captado con la seguridad y el sosiego de la gran mente es real puede ser difícil de aceptar. Aunque quizá sea algo que ya reconoces en tu propia experiencia. Si es así, no hace falta más. Si no es tu caso y quieres, te invito a que no rechaces esta posibilidad hasta darte la oportunidad de comprobar o rechazar su veracidad por ti misma a través de las meditaciones que siguen.

El Alfabeto del Silencio

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