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EJES DE CONSTITUCIÓN Y DE INDAGACIÓN DEL CAMPO ANALÍTICO 18

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Operan como abstracciones guía, que en la versión primera denominaba paradigmas, la cual parece ahora una denominación exagerada, pues es mejor reservar ese nombre para ordenadores globales de un dominio.

Señalar que los paradigmas dependen de correlaciones de fuerza en el consenso en determinada coyuntura, es ya sabido desde que el propio Kuhn profundizara el concepto.

Los que aquí aparecen como ejes corresponden al cruce entre ordenadores personales, que la práctica ha decantado, con las coyunturas sucesivas en la historia del psicoanálisis, cumpliendo una función de transmisión y de esperanza de diálogo más allá de las tendencias hacia repliegues dogmáticos o idiolectales.

1) De constitución:

a) Inconsciente.

Agregando de inmediato: escindido y heterogéneo.

Desde su misma génesis, relacional y erógena, nos permite pensar los tiempos que coexisten en lo potencial, en lo no realizado y por lo tanto una dialéctica suspendida cuya posibilidad de concreción y/o de repetición es la clínica en transferencia.

b) Transferencia.

Convergen allí diferentes lógicas:

 La del amparo/desamparo.

 La del narcisismo.

 La del polimorfismo.19

 La del Edipo (en sus diferentes niveles y versiones)

 La de la sociabilidad abierta.

Las primeras son formas prototípicas más o menos discernibles en el campo, y ligadas a matrices primarias. La última supone apertura a lo actual, pero incluirla se justifica en tanto el espacio analítico es transicional en sentido estricto y la transferencia es pasado, presente y potencialidad futura.

Por lo que muestra las tensiones y fantasías propias de explorar y propulsarse al mundo desde lo perdurable de las lógicas precedentes.

c) Conflicto.

Eje de referencia constante, desde lo más simple a las relaciones intra e intersistémicas de las instancias, de las corrientes de la vida psíquica y de las formaciones que confluyen en la arquitectónica de las entidades patológicas.

Afectos o representaciones contrastantes, objetos internos convergiendo y chocando entre sí, con el núcleo del Self y entre partes del mismo, materializando de diverso y matizado modo el paradigma mítico de Eros y Tánatos.

d) Carencias.

Para reconocerlas, explorarlas, hallar recursos escindidos y resiliencias. Y para sostenerlas activamente, elaborándolas desde empatías genuinas.20

Este paradigma, indudablemente posclásico, nace de la frecuentación, por extensión del método y por injurias epocales, de dimensiones del Self y su trama vincular con daños precoces.

Requiere un elevado compromiso personal del analista y tolerancia a la necesidad de procesar continuamente la neutralidad, dado el sistema primario de ensayo y error en el que se transita.

2) De indagación:

a) De universalidad de los materiales (en sentido estricto, de las materias primas): nada es descartable a priori.

En efecto, cualquier tipo de manifestación en el campo, sea del lado del analista, del analizando o del conjunto que configuran, es materia prima cuyo valor dependerá de la elaboración que se logre, lo cual permite incluir hasta destructividades que tienden a romper las condiciones mismas del proceso.

b) Indiciario.

Vinculado estrechamente al anterior, se refiere a aparentes pequeñeces que revelan su potencia explicativa a la mirada (y escucha y sensibilidades en general, agreguemos) expertas, y a la intuición osada.

El desentrañar indicios hereda en Freud las diversas “lecturas sintomales” propias de la historia de la cultura: desde los rastros sutiles detectados por el cazador hasta la semiología clínica, pasando por las prácticas detectivescas y la autentificación de autorías de obras de arte.

Lo encontramos de hecho a través de todo el recorrido de la obra freudiana: pivotear sobre el detalle rompe con la imponencia de las totalizaciones dominantes, las cuales, burocracias al fin, temen la sospecha instrumentada en la captación de lo mínimo. 21

“Yo creo que… (el método de Morelli)… se halla estrechamente emparentado con la técnica del psicoanálisis médico. También ésta es capaz de penetrar cosas secretas y ocultas a base de elementos poco apreciados o inadvertidos, de detritos o ‘desperdicios’ de nuestra observación”.22

c) De verosimilitud/verdad.

La clínica psicoanalítica se tensa entre la verdad como develamiento y la verdad como resultado de un trabajo.

Ambas se encuentran dialécticamente relacionadas, si bien la manera de concebirlas y el énfasis que se ponga en cada una de ellas mostrará diferencias entre estilos analíticos así como la pertenencia a determinada corriente o escuela.

Juega aquí la dialéctica saber/verdad, en la medida que los saberes acerca del mundo, de los otros y del propio cuerpo tienden a saturar los interrogantes lanzados por el proceso analítico, situándose como resistencias.

Pero no se trata de liquidar lo sabido, sino de una específica epojé, una puesta entre paréntesis de lo previo, de modo tal que retorne como posibilitación contenida de lo nuevo.

La formulación de Bion respecto a abolir la memoria y el deseo remite a este punto.

La cuestión de un recepción inaugural despojada, de lo dado –mirada, escucha, sensorialidad en general– es un anhelo inveterado en la historia del conocimiento y del arte, como lo ejemplifica la formulación tradicional de la filosofía como “pensar sin supuestos”.

Y es también requerimiento integrar al difícil aprendizaje de la percepción flotante, que supone el momento “negativo” del apartamiento de lo sabido y el del retorno en productividad asociativa

Siendo en todo esto central el papel de lo verosímil, según la notable definición de Aristóteles: “conjunto de posibles para los que saben [...]” 23

Supone la sorpresa y la disponibilidad a la misma, pues por definición no es creable intencionalmente y si se la admite tiene una gran fuerza desnarcisizante.

La verdad es también en el análisis, como en la historia y en la vida social, resultado de una lucha, y tiene por efecto y causa de grandes resistencias una modificación en la posición subjetiva, puesto que se activan las interpelaciones, los llamados más tempranos y se relativizan las respuestas canónicas.

El preconsciente, atravesado por formas normatizadas, tiende a cerrar apelando a una suerte de reservorio de pregnancias de inteligibilidad, pero es una función necesaria.

La clínica psicoanalítica no es una mera práctica de la ocurrencia y de una inagotable creatividad idealizada/erotizada, así como tampoco de corroboraciones sistemáticas de la teoría/creencia que sustentamos.

Jacques Lacan definió, justamente, un lugar del saber que le es supuesto al analista, como uno de los modos de entender el lazo transferencial.

El cual implica una promesa omnipotente como oferta de sentido y realización; la cuestión es si confundimos el rol transferencial asignado con nuestra propia condición personal.

Y esto no sólo de maneras ostensiblemente arrogantes, sino bajo figuras estoicas o “hipersostenedoras”, que capturen en el goce sacrificial, usado como soporte de la posición analítica.

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