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Efectos macro

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La estimación del efecto de las reformas estructurales a nivel macroeconómico —por ejemplo, el usufructo en la producción agropecuaria—, se obstaculiza por no haber cifras desglosadas de la producción por los usufructuarios. Más difícil aún es evaluar el impacto global de las reformas en el PIB y el sector externo, pues habría que aislar otros factores que inciden en dicho desempeño.

a) Producción agropecuaria. La agricultura juega un papel crucial en las reformas como ocurrió en China y Vietnam. En Cuba, la distribución de tierras en usufructo comenzó en 2009; la segunda ley, más flexible, entró en vigor en diciembre de 2012. La producción agropecuaria a precios constantes cayó 5% en 2010, pero aumentó 5% en 2011, y sólo 0.5% en 2012 frente a una meta de 2.2%. El índice de producción muestra que en 2013 el nivel era inferior al de 2005, salvo en tres cosechas. Las cifras de producción se dan por sector estatal y no estatal el cual abarca todas las cooperativas y los campesinos dueños de sus tierras; los usufructuarios deberían incluirse aquí, pero no están identificados. El sector no estatal se expandió en 2011 y 2012 en cuanto a tierra cultivada y producción agrícola (como las únicas tierras incorporadas a la producción fueron las de usufructo, éste podría ser el responsable de esas cifras), mientras que la producción estatal declinó en ambos indicadores. Sin embargo una inexplicable reducción de la superficie cultivada ocurrió en 2013.[10] Por ello es imposible determinar si el usufructo ha tenido un efecto en la producción agrícola que continúa estancada o ha crecido poco; la comisión de implementación de las reformas debería publicar cifras desglosadas del usufructo respecto de la superficie cultivada, el rendimiento y la producción.

b) Producto interno bruto. Es aún más difícil evaluar el impacto de las reformas en el PIB. La tasa de crecimiento a precios constantes fue muy alta en 2005-2006 (en parte por la enorme ayuda y comercio con Venezuela y también por una metodología única que se desvía de la usada internacionalmente), pero después descendió y la crisis global tuvo un impacto adverso sobre dicha tasa: 1.4% en 2009, 2.4% en 2010, 2.8% en 2011 (la tercera más baja de América Latina), 3% en 2012 (la sexta más baja), y 2.7% en 2013 (la sexta más baja, y un punto porcentual menor a la meta de 3.6%). Se proyecta un crecimiento de 1.4% en 2014 frente a una meta de 2.2%[11] (“Economía cubana”, 2013; CEPAL, 2013; Granma, 23 de junio de 2014). Estas cifras sugieren que las reformas no han impulsado el crecimiento.

c) Sector externo. Durante toda la revolución (salvo un año), Cuba ha tenido un balance comercial de bienes deficitario porque no ha logrado aumentar sus exportaciones de tal modo que paguen por sus crecientes importaciones. El déficit se ha agravado y alcanzó su cénit en 2008 con 10 600 millones de dólares. En los dos años siguientes, por un fuerte recorte en las importaciones, el déficit descendió, pero éstas retomaron su escalada y en 2013 casi habían recuperado la cifra de 2008, por lo que el déficit subió a 9400 millones de dólares, inferior al récord, pero el segundo mayor en la historia socialista. Las exportaciones, que habían caído a la mitad del nivel de 1989 (la víspera de la grave crisis de los noventa), aumentaron y en 2011 superaron el monto de 1989, aunque presentaron una ligera baja en 2012 y 2013. El declive en la producción agropecuaria obliga a importar el 85% de los alimentos que componen la dieta del cubano y su monto ha sido creciente, alrededor de dos mil millones de dólares en 2013 (Granma, 7 de julio de 2013). Por otra parte, Cuba goza de un superávit en la balanza de servicios, generado por la exportación de servicios médicos fundamentalmente a Venezuela, y dicho excedente compensa/excede el déficit en la balanza de bienes. Pero eso contribuye a la excesiva dependencia respecto de Venezuela, país que, además, es el principal socio comercial de bienes (44% del volumen de comercio), el suministrador de 60% del petróleo, y principal inversor directo. El valor combinado de la relación económica con Venezuela se estima en trece mil millones de dólares, equivalente a 21% del PIB cubano y similar a la dependencia con la URSS, aunque sin ajustar el dólar a la inflación (Mesa-Lago, y Pérez-López, 2013). Esta dependencia se ha hecho más riesgosa con los severos problemas económicos que sufre Venezuela y su inestabilidad política después de la muerte de Hugo Chávez. Un aceleramiento y profundización de las reformas podría generar un mayor crecimiento económico y la producción interna (especialmente agropecuaria) necesaria para reducir las importaciones de alimentos y obtener las divisas para costear el costo de las importaciones y reducir esa dependencia.

Cuba: ¿Ajuste o transición?

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