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Los entornos de la recepción y del público

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Los años finales de la década de 1980 son devastadores para el negocio cinematográfico en el Perú. En 1987, un total de 45 millones de espectadores asisten a las salas de cine del país; cinco años después, en 1992, solo lo hacen cinco millones de personas. Esa notable deserción es causada por factores diversos, como la pérdida del poder adquisitivo de la población, la desmesurada inflación de fines de la década de los ochenta, la inseguridad urbana, el reajuste económico del año 1990, el deterioro físico de las salas y la competencia del vídeo informal. La consecuencia inmediata es el cierre de numerosas salas de exhibición y la desaparición de los cines existentes en las regiones del Perú.

Con el alejamiento del público se produce el descenso de la oferta de películas en el mercado cinematográfico. Desde comienzos de los años noventa se exhiben cada año alrededor de 220 películas extranjeras, la mayoría de ellas (en una proporción superior al 70 % del total) de producción norteamericana. El cine latinoamericano no tiene canales de distribución establecidos.

El cine peruano se ve afectado por el descenso global de la asistencia del público desde fines de los años ochenta. Si en noviembre de 1991, Alias la Gringa, de Alberto Durant, obtiene en su primera semana de exhibición comercial cerca de setenta mil espectadores, dos años después, Reportaje a la muerte, de Danny Gavidia, durante el mismo período de exhibición, es vista por casi veinte mil espectadores menos. Unos meses después, en su primera semana de exhibiciones, Todos somos estrellas, de Felipe Degregori (con 18 421 espectadores), La vida es una sola, de Marianne Eyde (con 14 211), y Sin compasión, de Francisco Lombardi (con 19 489), sufren la merma del público. El problema de un mercado que decrece se torna un asunto fundamental ya que las películas peruanas, en esas condiciones, no llegan a cubrir los costos de producción durante su permanencia en las salas comerciales.

A partir de 1995, cambia el panorama de la exhibición cinematográfica. Se inicia la construcción de las salas múltiples y el incremento de la asistencia a las películas de Hollywood. Pese a ese incremento global del volumen del público y de las recaudaciones en las salas de cine, el porcentaje de participación de las películas peruanas estrenadas en las cadenas exhibidoras es irregular. En 1998 se estrenan en las salas públicas de las cadenas comerciales dos películas peruanas; tres en 1999; tres en 2000; cuatro en 2001; tres en 2002; ocho en 2003; nueve en 2004; cuatro en 2005; ocho en 2006; cuatro en 2007; diez en 2008; seis en 2009; nueve en 2010; siete en 2011; ocho en 2012; trece en 2013; diecisiete en 201429.

La mayoría de esos filmes afronta un problema complejo: la desafección de los espectadores de las multisalas. Desde 1996, solo unos cuantos títulos logran pasar la frontera de los 100 000 espectadores. Esos son (en orden de ingreso a las carteleras de estreno): No se lo digas a nadie (475 812); Pantaleón y las visitadoras (635 137); Ciudad de M (249 511); Tinta roja (105 170); Django, la otra cara (228 510); Paloma de papel (248 296), Baño de damas (169 244); Polvo enamorado (122 657); Mañana te cuento (288 242); Piratas en el Callao (285 509); Un día sin sexo (156 020); Dragones, destino de fuego (270 721); Chicha tu madre (157 496); Mariposa negra (112 091); La Gran Sangre (188 927); Mañana te cuento 2 (188 931); Valentino y el Clan del Can (115 791); Vidas paralelas (110 941); La teta asustada (248 973); Motor y motivo (144 286); Tarata (137 282); El delfín. Historia de un soñador (373 583); Los ilusionautas (214 679); Rodencia y el diente de la princesa (160 497); ¡Asu Mare! (3 037 686); Cementerio general (747 115); El vientre (213 576); Loco cielo de abril (118 824); La cara del diablo (211 119); A los 40 (1 686 367); Japy ending (113 764); Viejos amigos (445 550); Perro guardián (140 000); Secreto Matusita (509 120); F-27 (199 000); Atacada, la teoría del dolor (120 000, aproximadamente); ¡Asu Mare 2! suma más de tres millones de espectadores en su exhibición.

A partir de 2009 se registran los resultados económicos más bajos de toda la historia del cine peruano, con las taquillas de películas como Illary, Paraíso, Ella, El inca, la boba y el hijo del ladrón, Casadentro, Rehenes, El mudo, La amante del Libertador, Joe Pecado, entre otras. De los 31 millones de espectadores que acuden a las salas de cine en 2012, apenas 472 mil corresponden a boletos vendidos para películas peruanas. Los estrenos nacionales representan el 4 % del total de estrenos y obtienen una cuota de espectadores del 1,5 % (Entidad de Gestión de Derechos de Productores Audiovisuales de España, 2013, p. 144).

Se especula sobre los motivos de esa severa caída: los productores llegan carentes de recursos al estreno público, lo que afecta la presencia mediática de la película, perjudicada por la falta de publicidad; el público masivo no se entera de la existencia de las películas peruanas. Se afirma también que las diferencias dramáticas, de ritmo y narrativas, tan distantes de los estándares acostumbrados del cine de Hollywood, que cultivan las películas peruanas de autor, como La teta asustada, causan un rechazo que se traduce en la deserción del público. Lo cierto es que no existe ningún estudio confiable que explique el dramático descenso del público para las películas peruanas en el período comprendido entre los años 2009 al 2013.

Entre abril y mayo de 2013 se produce un hecho inédito: la película peruana ¡Asu Mare!, dirigida por Ricardo Maldonado y producida por la empresa Tondero Films, lleva a las salas a más de tres millones de espectadores, convirtiéndose en el estreno más exitoso en la historia de la exhibición cinematográfica en el Perú. Entre julio y agosto de ese mismo año, Cementerio general atrae a más de setecientos mil espectadores a las salas públicas. En febrero de 2014, El vientre obtiene más de doscientos mil espectadores en sus seis semanas de exhibición. En mayo de 2014 se estrena A los 40, de Bruno Ascenzo, que congrega a más de un millón setecientos mil espectadores. En agosto de ese mismo año, Viejos amigos, de Fernando Villarán, es vista por cuatrocientos mil espectadores. Siendo distintas entre sí, ellas tienen un elemento en común, además de su apuesta por la afiliación a géneros tradicionales, como la comedia, el suspenso o el terror, o a la noticia sensacional y trágica que aún está vigente en la memoria popular, como ocurre con F-27: sus estrenos son manejados por distribuidoras representantes de las majors. New Century Films, representante de los sellos Fox y Warner en el Perú, distribuye ¡Asu Mare!, El vientre, A los 40, Viejos amigos, Perro guardián, El elefante desaparecido, ¡Asu Mare 2!, mientras que UIP se encarga de Cementerio general, Secreto Matusita, F-27, Atacada, la teoría del dolor, entre otras.

Otra característica común: todas llegan a las salas luego de campañas de lanzamiento ajustadas a las prácticas del marketing de hoy, apelando a las redes sociales y a una intensa exposición de las imágenes previas de la película mediante teaser, trailers, presentación en la televisión, paneles, vallas, entre otros.

A diferencia del pasado, en que los estrenos se hacían con un máximo de dos docenas de copias en soporte fílmico, algunas películas de hoy logran exhibirse en más de un centenar de pantallas en todo el país y en funciones sucesivas en soporte digital (DCP). El incremento de las pantallas en los complejos multiplex, y su apertura en muchas regiones del país, cambia el panorama de la exhibición de los títulos que aspiran a llegar a públicos más vastos.

Los problemas de exhibición, y de desafección del público, persisten en los casos de las películas de estilos diferenciados o que muestran sellos personales, como El elefante desaparecido.

El cine peruano en tiempos digitales

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