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Apertura a lo contemporáneo

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Las películas de los realizadores con voluntad “autoral”, sean producidas con aportes estatales y de fondos internacionales o autogestionadas, lucen las influencias de los estilos del cine de autor de las últimas décadas: el minimalismo asiático; el ascetismo del cine de Jim Jarmush y Aki Kaurismaki; las estrategias del registro contemplativo de Theo Angelopoulos y Béla Tarr; la irrupción de la mirada “femenina” de Claire Denis o Jane Campion; el “cine ensayo”, de Marker y Vardá; el autorretrato a la manera de Naomi Kawase o Johan Van Der Keuken; la atención por inscribir en la ficción las manifestaciones visuales y sonoras de las diferencias étnicas, en la línea trazada por Emir Kusturica, Tony Gatlif o Abdellatif Kechiche. Se remodela el “registro de comportamientos”, en clave de “realismo débil”, y se trazan gestos mínimos, construyendo retratos de la molicie ordinaria.

Modalidades de un cine internacional cotizado en festivales y apreciado por la crítica pero que no se distribuye en el circuito comercial peruano36. Los cineastas acceden a esos títulos a través del extenso mercado informal de vídeo y DVD que opera en Lima y otras ciudades del Perú37. Queda por estudiar el significado y la importancia que ha tenido ese mercado, concentrado en las galerías comerciales del mercado de Polvos Azules, ubicado en Lima, en la formación de la fisonomía actual de las películas peruanas.

No solo cuentan los estilos llegados de otros continentes. A partir de la década de los años noventa se produce una renovación de las prácticas expresivas en las cinematografías de algunos países latinoamericanos. El caso más notable e influyente es el del cine argentino, que se distancia de los tratamientos fílmicos y prácticas de producción tradicionales38. No solo cuestiona el modelo del viejo cine industrial; también toma distancia del cine que surge al caer la dictadura militar, en los años ochenta (Pena, 2009). Luego, el cine mexicano y el chileno se orientan por caminos de renovación39. Y en todos esos países aparecen modelos de cine autogestionado, realizado con escasos recursos, que existe como alternativo al que recurre a formas de producción institucionales.

Los nuevos cineastas argentinos, chilenos o mexicanos deslindan de las modalidades consabidas de la denuncia social, del registro testimonial de las formas de la vida urbana, o de las incursiones por géneros como el melodrama o por modos representativos como el “realismo mágico”. Se vinculan con las tendencias y sensibilidades del cine internacional más que con sus propias tradiciones fílmicas nacionales o regionales.

En el campo del documental, la dimensión performativa adquiere una posición central. La exhibición de la intimidad se convierte en herramienta para el autoconocimiento. También hallamos documentales que se fertilizan con las propuestas estéticas de vanguardia, exaltando las formas subjetivas de percepción. Se concentran en la observación, atraviesan barreras combinando las técnicas de la entrevista con la representación de dimensiones fantásticas u oníricas o pasan de la entrevista al collage audiovisual y del metraje encontrado o found footage (incorporación y resignificación de materiales fílmicos obtenidos por otros) al pastiche de formas narrativas propias de la cultura popular, como la animación, la fotonovela, el folletín, el melodrama (Niney, 2009).

El cine peruano en tiempos digitales

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