Читать книгу ¿Quién traicionó a Ana Frank? La investigación que revela el secreto jamás contado. - Rosemary Sullivan - Страница 10
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Las partes interesadas
ОглавлениеEn esta investigación cada vez más compleja de un caso pendiente de resolución, Vince era un extranjero que observaba desde los márgenes, por decirlo de algún modo: tenía que averiguar cosas que para los holandeses eran evidentes. Esto tenía la ventaja de que no le afectaban situaciones que sacaban de quicio a los demás. El primer shock que sufrió el equipo fue descubrir el grado de acritud existente entre las distintas partes interesadas en el legado de Ana Frank.
Thijs describe la primera reunión que mantuvieron Pieter y él con una persona a la que define como «del ámbito Ana Frank»: Jan Van Kooten, jefe de proyectos educativos y exposiciones de la Casa de Ana Frank entre 1983 y 2004.[1] Thijs le propuso que se reunieran para hablar de los distintos organismos dedicados a la conservación del legado de la familia Frank. Quería saber cómo trabajaban esas instituciones y cómo colaboraban entre sí.
El viernes 4 de marzo de 2016, Thijs y Pieter visitaron las oficias del Comité Cuatro y Cinco de Mayo, el organismo que se encarga de las celebraciones anuales del Día del Recuerdo y el Día de la Liberación.[2] Van Kooten, que en aquel momento dirigía el Comité, tenía un aspecto imponente, sentado detrás de su enorme escritorio. Thijs y Pieter estaban un poco nerviosos porque aquella era la primera reunión que tenían con la administración para explicar su proyecto: una investigación a fondo de lo que se conocía popularmente como «la traición a Ana Frank». Su primera pregunta fue muy cauta: ¿qué necesitamos saber antes de empezar?
Van Kooten sacó rápidamente una hoja de papel en blanco y un rotulador de un cajón. Tras quedarse mirando el papel un momento, se puso a dibujar círculos y rayas. Hablaba con voz suave pero firme. Sus interlocutores tuvieron la sensación de que conocía al dedillo el mundo que estaba describiendo y escogía con extremo cuidado sus palabras.
Su dibujo fue haciéndose cada vez más complejo y pronto les quedó claro que el universo en el que iban a internarse era difícil de explicar. Lo esencial era lo siguiente:
Existen tres versiones del diario de Ana Frank:
A. El diario original.
B. La reescritura del diario que hizo la propia Ana durante sus últimos meses en la Casa de atrás, antes de la redada. (En la emisión de Radio Oranje del 28 de marzo de 1944, el ministro holandés de Educación, Artes y Ciencias aconsejó a la población que conservara sus diarios a fin de que hubiera una crónica de lo que había sufrido la nación y a lo que había sobrevivido. Ana reescribió el suyo con intención de publicarlo algún día).[3]
C. El diario reescrito con las enmiendas que hizo Otto Frank o que se introdujeron bajo su supervisión. Esta es la versión que se publicó en todo el mundo.
Hay dos fundaciones dedicadas a Ana Frank, ambas creadas por su padre:
1. Casa de Ana Frank (AFS)/Anne Frank Stichting de Ámsterdam. Fundada por Otto Frank en 1957 para salvar de la demolición la casa y el anexo trasero de Prinsengracht 263. Sus principales objetivos son la gestión de la casa museo de Ana Frank y la divulgación de la historia y el ideario de la joven. La fundación organiza exposiciones y proyectos educativos y auspicia publicaciones basadas en la vida de Ana, además de gestionar la Colección Ana Frank y la apertura del «escondite» al público.
2. Anne Frank Fonds (AFF), con sede en Basilea (Suiza). Otto Frank creó esta fundación en 1963 con el fin de difundir el diario de su hija y gestionar los derechos de autor de la familia Frank.[4] La fundación tiene un centro educativo en Fráncfort, presta apoyo a numerosas organizaciones asistenciales y participa en la producción de libros, películas y obras de teatro.
Todo claro, hasta ahí. Después, las cosas se complican. La Versión A del diario es propiedad del estado holandés. La Versión B era antes propiedad de la Casa de Ana Frank en Ámsterdam, pero ahora pertenece a la fundación Anne Frank Fonds de Basilea, y en cualquier caso los derechos de imagen siempre han sido propiedad de esta última (incluidas las imágenes del texto). La Versión C también es propiedad de la Anne Frank Fonds.
Las dos fundaciones han pasado por diversos pleitos para dirimir la propiedad de los derechos de autor. Lo que se haga con una puede, por tanto, repercutir en la otra. Eso era, en definitiva, lo que intentaba explicarles Van Kooten con su diagrama.
Durante la fase inicial del proyecto, Thijs quedó con un amigo y, mientras se tomaban un té, le explicó su planteamiento de la investigación. Su amigo le contó entonces que durante una de sus visitas al lujoso hotel La Colombe d’Or, en el sur de Francia, había coincidido con un miembro del patronato de la AFF, la fundación Anne Frank Fonds (AFF). (El hotel es famoso por sus cuadros de Pablo Picasso, Henri Matisse, Marc Chagall y muchos otros pintores célebres, que dejaron sus obras en las paredes del establecimiento como pago por su estancia). Su amigo le dijo que, cuando quisiera, podía ponerle en contacto telefónico con dicha persona. Thijs esperó a estar seguro de que el proyecto contaba con financiación suficiente para salir adelante. Cuando por fin hablaron, el miembro del patronato de la fundación le informó de que no veía con muy buenos ojos el proyecto, pero que aun así lo consultaría con los demás integrantes de la junta directiva. El resultado fue una invitación a visitar la sede de la AFF, y el miércoles 28 de septiembre de 2018 Thijs, Pieter y Vince viajaron a Basilea, un trayecto de apenas una hora en avión.
La sede de la AFF se encuentra cerca del casco viejo de la ciudad, en un edificio de oficinas moderno y extremadamente discreto. El interior es lujoso pero no opulento. La reunión se celebró en una salita y en ella estuvieron presentes cinco miembros del patronato, entre ellos su presidente, John D. Goldsmith; su vicepresidente, Daniel Fürst; y el secretario, Yves Kugelmann. La conversación discurrió en un ambiente cordial y agradable durante una hora o más, mientras tomaban un tentempié. Se presentaron todos brevemente y a continuación Thijs, Pieter y Vince explicaron cómo pensaban abordar la investigación y sus motivos para poner en marcha el proyecto. Vince recuerda que Goldsmith parecía bastante escéptico. Les preguntó por qué habían emprendido una investigación y si había algún nuevo hallazgo que la justificara.
Vince les explicó que el propósito de reabrir un caso archivado es revisar a fondo la información desenterrada previamente con la esperanza de hallar nuevas pistas. En este caso, las pesquisas anteriores se habían hecho con un enfoque excesivamente estrecho. Las nuevas técnicas de investigación y los avances tecnológicos podían aportar nuevos indicios. Después de sus explicaciones, los miembros del patronato parecieron más convencidos. El ambiente era tan amistoso y agradable que Vince empezó a abrigar la esperanza de que el patronato se prestara a colaborar con ellos. Su optimismo se vino abajo cuando Yves Kugelmann les preguntó si ya tenían nombre para el proyecto.
Thijs contestó que el título provisional era Ana Frank, diario de un caso archivado. Al instante se hizo el silencio en la sala. Kugelmann fue el primero en hablar. Dijo que se oponían rotundamente. ¿Por qué tenían que utilizar el nombre de Ana Frank para su estudio? ¿Acaso no sabían que estaba protegido legalmente y que la AFF era la titular de la marca registrada? No podían utilizar el nombre. Además, ¿no les parecía singularmente poco ético aprovecharse de la pobre chica para obtener un beneficio económico? A fin de cuentas, la delación no solo había afectado a Ana, sino a las ocho personas que vivían escondidas en la Casa de atrás y a los cerca de 107 000 judíos que fueron deportados de los Países Bajos y que no se llamaban Ana Frank. Y, de todos modos, ¿qué derecho creían tener los Países Bajos sobre Ana? Ella era ante todo judía y alemana, ¡no holandesa! De ahí que la Casa de Ana Frank en Fráncfort contara con todo su apoyo. De hecho, les parecía sencillamente incomprensible que hubiera una Casa de Ana Frank en Ámsterdam.
Vince, Thijs y Pieter se quedaron atónitos. Pieter, en particular, estaba indignado. ¿La AFF les reprochaba que intentaran sacar provecho económico del nombre de Ana Frank? ¿La misma institución que poseía los derechos de autor de uno de los libros más vendidos y rentables de todos los tiempos? Y ¿cómo que Ana era ante todo alemana? ¿Acaso no era una apátrida, no se había visto prácticamente expulsada de su país por un régimen que la tachaba de untermensch? ¿No había escrito en su diario que su mayor deseo era conseguir la nacionalidad holandesa y convertirse en una escritora famosa? ¿No había escrito el diario en neerlandés? Si hubiera sobrevivido a la guerra, tal vez se habría replanteado la posibilidad de adoptar la nacionalidad holandesa, pero en todo caso esa era su intención expresa.
Kugelmann añadió que veía posibilidades de apoyo y colaboración, pero únicamente si renunciaban a emplear el nombre de Ana Frank. Podían incluso cooperar con el grupo de investigación que ya financiaba la AFF. Aunque el ambiente se había enfriado palpablemente, siguieron comportándose todos con educación. Thijs respondió que no habían previsto esa condición como base de una posible colaboración y que tenían que pensárselo.
En ese momento, el secretario pronunció unas palabras que Thijs, Vince y Pieter no olvidarían fácilmente. Les dijo que su equipo no podría resolver el caso sin la ayuda de la AFF, dando a entender que la fundación tenía en su poder un elemento clave para resolver el misterio. Si, en efecto, tenían algo, estaría con toda probabilidad en sus archivos, pero no estaba claro a qué prueba aludía concretamente Kugelmann. Cuando ya se marchaban, Goldsmith se llevó a Vince a un aparte y le dijo: «Ya sabe que Otto mintió a Wiesenthal al decirle que no conocía la identidad de Silberbauer. ¿Por qué cree que lo hizo?». Vince respondió que aún no lo sabía pero que estaba decidido a averiguarlo. Fue el primer indicio que tuvo el equipo de que Otto Frank guardaba algún secreto.
Unas semanas después, Thijs mantuvo una breve conversación telefónica con un miembro del patronato que le preguntó si habían reconsiderado su intención de utilizar el nombre de Ana Frank en el título del proyecto de investigación, el libro o el documental. Al contestarle Thijs que no, le informó de que la AFF no estaba interesada en colaborar con el equipo. Más adelante, cuando la investigación avanzaba ya a toda velocidad, Thijs mandó una carta a la fundación invitando al patronato a visitar su sede. La respuesta fue una negativa cortés. Vince, por su parte, solicitó por escrito acceso al archivo de la AFF. Dos meses después, la fundación respondió solicitando información más detallada. A pesar de que Vince aportó los datos que se le pedían, no recibió contestación.
De este modo, el Equipo Caso Archivado aprendió la primera lección: que los organismos dedicados a preservar el legado de Ana Frank eran todavía más misteriosos y enrevesados de lo que sugería el laberíntico diagrama de Jan. Ignoraban, sin embargo, que las cosas iban a complicarse mucho más aún.[5]