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Anatomía de una redada

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Kleiman recordaba que el viernes 4 de agosto de 1944 el día amaneció caluroso y despejado.

Hacía sol. Estábamos trabajando en el despacho grande (…) Abajo, en el almacén, se oía el traqueteo de los molinos de especias. Cuando brillaba el sol, los árboles de la orilla del canal y el agua proyectaban destellos en el techo y las paredes de la oficina, ondas de luz que temblaban y bailaban. Era un efecto extraño, pero así sabíamos que fuera hacía bueno.[1]

Ese día, sin embargo, ocurrió lo inimaginable. Una unidad del IV B4 compuesta por un suboficial alemán del SD y al menos tres agentes de policía holandeses se presentaron en el número 263 de Prinsengracht. Los habían informado de que había judíos escondidos en el inmueble.

Karl Silberbauer, Otto, sus cuatros protectores y los dos trabajadores del almacén ofrecieron posteriormente versiones ligeramente distintas de cómo fue la redada. Sus respectivos relatos fueron cambiando con los años, lo que no debe extrañarnos. Los recuerdos son fluidos e inevitablemente se alteran con el paso del tiempo. Las declaraciones oficiales sobre la redada se recogieron entre cuatro y diecinueve años después de los hechos.

Dentro del Proyecto Seguimiento de Detenciones, Vince y el equipo elaboraron una cronología detallada de la redada basándose en declaraciones de testigos, informes policiales, entrevistas de prensa y correspondencia privada:

09:00 horas. El personal de oficina de Opekta/Gies & Co. (Miep, Bep, Kugler y Kleiman) llega al edificio para dar comienzo a la jornada laboral.

09:10 horas. Miep sube a la Casa de atrás a recoger la lista de la compra diaria.[2]

10:00 horas. Se recibe una llamada «anónima» en la IV B4 —la Unidad de «Caza de Judíos», ubicada en el cuartel del SD, en el número 99 de Euterpestraat, Ámsterdam—, denunciando que hay judíos escondidos en el anexo trasero de un edificio de Prinsengracht, número 263. El teniente de las SS Julius Dettmann atiende la llamada y a continuación ordena al agente del SD Karl Silberbauer que se persone en esa dirección.

Las declaraciones de Silberbauer varían en cuanto al número de judíos que le dijeron que encontraría allí. En su primera declaración[3] ante las autoridades austriacas y en su entrevista con el periodista holandés Jules Huf,[4] se limitó a indicar que había judíos, sin dar un número concreto. En su segunda declaración ante las autoridades austriacas, indicó que había entre seis y ocho judíos y, en la última, afirmó que eran ocho.[5]

Dettman se pone en contacto con el sargento Abraham Kaper, asignado a la unidad IV B4, para que mande a agentes holandeses del SD de Ámsterdam a la dirección de la denuncia.

10:30 horas. Otto está en el cuarto de Peter dándole clase de inglés.[6]

10:30-10:55 horas. La patrulla del SD holandés llega al número 263 de Prinsengracht en un coche del ejército alemán, con Silberbauer al frente. Según otra versión, este llega por su cuenta en bicicleta. Las puertas del almacén están abiertas de par en par y la patrulla entra sin más. Willem van Maaren y Lammert Hartog, que están dentro, ven llegar el vehículo. Un inspector holandés vestido de paisano entra y habla con Van Maaren.[7] Un agente del SD holandés se queda en el almacén mientras los demás suben a la zona de oficinas.[8]

10:30-11:00 horas. Miep y Bep están en sus mesas en la oficina. Kugler se encuentra en su despacho y Kleiman puede que no estuviera en su puesto, sino en la oficina, con Miep y Bep. Según Miep, ella levanta la vista y ve que un individuo grueso (probablemente uno de los inspectores) asoma la cabeza por la puerta y les grita en neerlandés a Kleiman, Bep y ella: «¡Quietos! Quédense donde están».[9] En una declaración hecha en 1974, afirmó que un hombre alto y delgado los amenaza además con un arma de fuego[10]. A continuación, ese hombre se dirige al despacho trasero en el que está trabajando Kugler.[11] Kleiman declaró después que lo primero que vio fue la cabeza del hombre gordo.[12]

En ese momento, Kugler oye pasos y ve pasar unas sombras detrás del cristal de la puerta del despacho. Abre la puerta y ve a Karl Silberbauer, el sargento del SD.[13] Los agentes entran en el despacho y le interrogan. Kugler afirmó posteriormente que la patrulla de detención estaba formada por un alemán del SD (Silberbauer) y tres inspectores holandeses de paisano.[14]

Bep y Kleiman oyen hablar al gordo y a otro hombre en el despacho de Kugler. El gordo le pregunta en alemán: «¿Dónde están los judíos?».[15] El gordo entró entonces en la oficina grande y se apostó allí. Bep confirmó después que, como mínimo, participaron tres agentes holandeses en la detención.

11:15 horas. Bep, Miep y Kleiman permanecen en la oficina. Silberbauer se saca de la chaqueta una pistola (una Browning) y ordena a Kugler que suba las escaleras. Varios agentes holandeses los siguen empuñando armas de fuego.[16]

Para subir a la planta siguiente, hay dos opciones:

–Una, torcer de inmediato a la derecha al salir del despacho de Kugler y subir luego por una escalera curva que lleva al cuartito donde se encuentra la estantería. (Es probable que Kugler y la patrulla de detención tomaran este camino, por ser el más lógico).

–Dos, volver a bajar al almacén, salir a la calle y entrar en el edificio por una de las puertas exteriores, que da a una escalera larga, de dos descansillos, y conduce al piso donde se encuentra la entrada al anexo trasero.[17]

Lo que hicieron a continuación es importante. ¿Se dirigieron de inmediato a la estantería porque tenían información previa? ¿Los condujo hasta ella Kugler a punta de pistola? ¿O la encontraron por su cuenta al registrar la habitación? Se trata de una cuestión clave para determinar si la persona que denunció a los escondidos era alguien de dentro que sabía exactamente dónde estaba la estantería o alguien que solo conocía de oídas que allí había judíos escondidos.

Kugler cuenta que los agentes estuvieron tirando de la estantería hasta que consiguieron arrancarla.[18] El mueble, bastante pesado, se movía sobre una rueda de apoyo situada en su base. Durante los más de dos años que transcurrieron desde que el padre de Bep construyó la estantería, esta rueda tuvo que dejar una marca en el suelo, lo que en investigación policial se conoce como «marca testigo». Las unidades de caza de judíos del SD estaban acostumbradas a registrar casas en busca de escondites ingeniosos. Es posible que no tuvieran conocimiento previo de que había una puerta escondida detrás de la librería. Puede que simplemente se fijaran en las marcas del suelo que indicaban que el mueble se desplazaba y que ocultaba algo.

11:20-11:40 horas. La patrulla irrumpe en el anexo y se encara con los ocupantes. Otto está en el cuarto de Peter cuando entra un desconocido vestido de civil. Les registra los bolsillos en busca de armas. Después, los conduce a ambos abajo, donde los Van Pels aguardan con los brazos en alto delante de otro hombre vestido de paisano y armado con una pistola. Bajan después a la planta inferior, donde vive la familia de Otto. Su esposa, sus hijas y Kugler esperan también con las manos en alto. Hay allí un hombre de uniforme verde, armado con una pistola, que resulta ser Silberbauer.[19]

Este agarra el maletín de Otto y lo vacía, desparramando por el suelo los papeles que contiene, incluido el diario de Ana. Requisa el dinero, las joyas y el oro de dentista de Pfeffer.

Se fija en el baúl de la Primera Guerra Mundial de Otto y le pregunta si sirvió en el ejército alemán. Otto le cuenta entonces que llevan veinticinco meses escondidos. Ante la incredulidad de Silberbauer, le enseña las marcas de lápiz en la pared que indican cuánto han crecido sus hijas en ese tiempo. Después de esto, Silberbauer les dice que recojan sus cosas tranquilamente.[20]

Mientras los ocupantes de la Casa de atrás recogen sus pertenencias, Kugler le pregunta a Silberbauer si puede ir a buscar su almuerzo. Confía en poder huir del edificio. Llega al almacén de abajo, cuyas puertas están abiertas, y está a punto de salir a la calle cuando ve a otro policía y da media vuelta.[21]

11:50-12:00 horas. Mientras la patrulla está todavía en la Casa de atrás, Bep Voskuijl sale de Opekta llevándose la cartera de Kleiman. Él le ha encargado que vaya a la farmacia de Leliegracht, cuyo propietario es amigo suyo y le permitirá telefonear a su esposa.[22] Bep sale a todo correr del edificio, temiendo que le disparen en cualquier momento, y espera un rato en la farmacia antes de telefonear y regresar a la oficina.[23]

11:50-12:00 horas. Jan Gies llega a las oficinas de Opekta para comer con Miep, como de costumbre. Ella sale a su encuentro en el umbral de la oficina, le avisa en voz baja de que está allí la Gestapo y le entrega su bolso, que, aparte de su almuerzo, contiene cartillas de racionamiento ilegales y dinero. Él comprende enseguida lo que ocurre. Sale a toda prisa del edificio y se va a su oficina, a siete minutos de allí, donde esconde las cosas que le ha entregado Miep.[24]

12:05 horas. Miep vuelve a entrar en la oficina. Otro agente de la patrulla de detención cruza la puerta y ordena a Kleiman, que sigue sentado con ella, que vaya al despacho de Kugler. Pasado un rato, Miep oye que la puerta del despacho de Kugler se abre y aparece Kleiman y, detrás de él, Silberbauer. Este ordena a Kleiman que le dé las llaves del almacén a Miep y ambos vuelven al despacho de Kugler y cierran la puerta.[25]

12:20 horas. Unos minutos después, vuelve el holandés que entró primero en la oficina armado con una pistola, se sienta a la mesa de Bep y telefonea al cuartel del SD en Euterpestraat pidiendo que les manden un camión.[26]

12:25 horas. Silberbauer entra en la oficina principal y se dirige a Miep. Le quita las llaves que Kleiman le ha entregado unos minutos antes. Miep reconoce su acento vienés y le dice que ella también es de Viena. Tras reprocharle que haya prestado ayuda a unos judíos, la advierte de que no huya, porque piensa volver para tenerla controlada. Se marcha y cierra la puerta, dejándola sola en la oficina. Ella, perpleja porque no la haya detenido, lo achaca al hecho de que son los dos austriacos.[27]

12:45 horas. Los diez detenidos son conducidos abajo.[28] Apenas hablan. No hay despedidas emotivas entre los detenidos y sus protectores.

13:00 horas. Cuando los detenidos salen del edificio, los dos empleados del almacén están en la entrada delantera.[29] Los ocho ocupantes de la Casa de atrás, junto con Kugler y Kleiman, suben a un camión verde oscuro, cerrado, que espera en Prinsengracht. Jan —marido de Miep— y el hermano de Kleiman, al que ha avisado Jan, observan la escena desde el otro lado del canal.[30] Silberbauer se marcha en bicicleta.[31]

13:15-13:30 horas. El furgón llega al cuartel del SD en Euterpestraat y los detenidos son trasladados a celdas. Comienzan los interrogatorios. Silberbauer pregunta a Otto el nombre y la dirección de otros judíos escondidos, pero Otto dice no saber nada. Lleva fuera de la circulación veinticinco meses. Kleiman y Kugler se niegan a hablar de la ayuda que han prestado a los escondidos. Ni Otto ni los demás sufren malos tratos.[32]

Kleiman recordaba que, antes de que los separaran, Otto le comentó: «Y pensar que estás aquí, con nosotros, y que la culpa es nuestra», a lo que él contestó: «Fue decisión mía y no me arrepiento».[33] Tras pasar cuatro noches encarcelados en el centro de la ciudad, los ocho escondidos son trasladados al campo de tránsito de Westerbork. Kugler y Kleiman son enviados al campo de trabajo holandés de Amersfoort.

El sargento del SD y sus colaboradores holandeses encontraron a judíos escondidos en Prinsengracht 263. Y esconderse era un delito, según los nazis. Al detenerlos, Silberbauer y sus hombres sabían cuál sería su destino más probable. Para entonces ya conocían la existencia de los campos de exterminio. Pero estaban cumpliendo órdenes. Puede que sea esa capacidad humana de cosificar al otro abdicando de toda responsabilidad por su destino mortal lo que hace posible que matar sea tan fácil.

¿Quién traicionó a Ana Frank? La investigación que revela el secreto jamás contado.

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