Читать книгу Dukanichanata - Sadú León - Страница 5
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ОглавлениеLlega el momento, lentamente. Muy de vez en cuando, en inevitables espacios de humana melancolía, miras hacia atrás. Y te ves. Lo ves, todo. Y sonríes. Sonríes porque este es el sueño que soñaste: en paz, lejos, sobreviviste a todas las aventuras, y sentado en loto estás a la espera de la última y más grandiosa. La que te mate. La del punto final a esta configuración de los seis elementos del abidharma. Para esa, la final, no hay prisa. Te permite explorar los reinos más allá de los reinos, y reír. Por lo demás, ¿en verdad era esto lo que buscabas? ¿La sincronía con los grandes espíritus? Es difícil saberlo sin usar hermenéuticas. Y el lenguaje, ese instrumento descontado lo mismo por cronopio que por rico filósofo judío. Entonces el solipsismo natural, el espejo en el desierto, la mirada al planeta Tierra desde algún distante satélite, consciente de que el oxígeno terminará pronto, apenas para un adiós, un recuento, para esto:
Pasan los días y le dices a tu atónito auditorio de ancianos o bellas mujeres, de niños y adolescentes, de sombríos adultos jorobados bajo el peso de infructuosas doctrinas: la vida está al revés. Se han acostumbrado a tomar el negro por el blanco, lo dulce por lo agrio, los han entrenado a comer mierda sin hacer caritas. Era inevitable, eso sucede en la confusión de todo corazón que late puro y sin guía. Pero todos contra todos es eso, todos contra todos. Les han vendido y ustedes han comprado el fin de la utopía. Sólo les queda el desierto de lo real. ¿Y bien?
Te sientes incómodo. No quieres jugar el papel del Zaratustra, el incómodo profeta. Atenuada la ira por una década en un monasterio budista, vuelves al mundo, lleno de la ira de la compasión: el Buda te trasquiló, y al abandonar todo método, toda meta, dejaste de balar y desde entonces deambulas buscando los botones de los autómatas, presionando este y aquel, viendo crecer la burbuja en el flujo de las plaquetas arteriales, la taquicardia, el síncope y la libertad, revienta la burbuja. Y por eso son las cinco de la mañana. Has tomado las pastillas de la edad, has sacado la espinita del veneno, late el infinito dentro de ti. ¿Qué quisiera beber la sed del presente? Los labios secos a la expectativa, la lengua árida y encadenada. El lirismo te permite esconder tu intención.