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¿CUÁNDO NACE LA VOCACIÓN DEL ABOGADO?

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A estas alturas ya hemos avanzado lo suficiente para poder responder a la cuestión fundamental que se plantea al tratar sobre la vocación ¿Cuándo nace la vocación? ¿Antes de la elección de nuestra profesión o después?12).

Conociendo la profesión por propia experiencia (aunque me queda mucho por conocer), estoy convencido de que son rara avis los jóvenes que acceden a la profesión de abogados por vocación. Quizás, la tradición familiar vinculada a la abogacía o una especial atracción por el género de películas relacionadas con los abogados ha podido influirles en su decisión, de manera que antes de conocer la profesión puede afirmarse que les gusta, les atrae, pero esto no es vocación, pues la vocación, esa llamada interior, surgirá e irá creciendo a medida que el joven vaya conociendo los entresijos de la profesión, con sus sinsabores y alegrías, con sus buenos y malos momentos. El conocimiento del objeto vocacional es aquí fundamental, pues la vocación, que se sustenta en el disfrute y en el amor hacia lo que se hace requiere de la experimentación y con ello de la emoción y el sentimiento, elementos estos que faltan en los primeros pasos del abogado, limitados a un aprendizaje centrado en el estudio de expedientes, asistencia a juicios y, todo lo más, su presencia en las reuniones con los clientes.

Por lo tanto, la vocación de abogado nace y crece con el ejercicio de la profesión, mejor dicho, con el aprendizaje y posterior ejercicio. Cuando el joven abogado experimente el sacrificio intelectual, psicológico y personal que supone el ejercicio de la profesión y, a pesar de ello, tras racionalizarlo y sentirlo emocionalmente, descubra que disfruta haciendo eso que, a pesar de los inconvenientes, le gusta, entonces la llama de la vocación se habrá encendido y debidamente alimentada, tenderá a crecer a medida que pasen los años.

Como señala Torré13) «No puede sentirse inclinación por algo que no se conoce; (...), para tener una vocación auténtica, es necesario, (...), tener una idea aproximada de esa ciencia y de la vida profesional respectiva», y diríamos más: cuando hablamos de idea aproximada estamos hablando de vivir la profesión y si nos gusta, si nos realiza personalmente y, en definitiva, si nos hace disfrutar, habremos encontrado la vocación.

Juan Manuel de Prada14) expone este aspecto con notable elocuencia: «la vocación no sólo es una llamada que, como una varita mágica, desciende sobre nosotros, sino que es también una senda trabajosa, es una senda de arduo recorrido, es una senda en la que a veces los descubrimientos, las decepciones, en definitiva todo lo que conforma la elección de lo que va a ser nuestra vida, viene determinada por nuestros desvelos, por nuestro esfuerzo. Sin ese esfuerzo, creo que la llamada de la vocación cae en terreno estéril, en ese terreno yermo en el que no prende».

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