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Introducción.

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Siempre me he considerado un privilegiado por el hecho de ser abogado.

Esta sensación, que muchos compañeros compartirán conmigo al leer estas líneas, me ha acompañado desde el primer día en que, ilusionado ante un futuro paradójicamente incierto, comencé a ejercer esta bendita profesión, hasta el mismo momento de redactar esta introducción. Y no ha sido fácil mantener esta emoción, pues han sido numerosos los sinsabores con los que me he tropezado a lo largo de mi andadura profesional y que, por momentos, me han hecho poner en cuestión todo el camino avanzado. Pero, estas fases, y aquí está la magia de nuestra profesión, han durado poco. Las personas que he conocido, los asuntos que he tratado, algún veredicto o resolución esperada o no tan esperada y la libertad que sientes haciendo lo que te gusta, acaban por llevarte en volandas hacia esa impresión de sentirte un elegido.

Con este principio que informa mi ejercicio profesional quiero comenzar este proemio dirigido especialmente al joven abogado o licenciado, pues qué duda cabe que, volviendo la vista atrás, reparo con facilidad en que el abogado novel, a pesar de la fuerza e ilusión que lo impulsa, vive en sus primeros avatares profesionales rodeado de multitud de inquietudes, dudas y preocupaciones, todas ellas alentadas por la ignorancia y desconocimiento de numerosos aspectos de la profesión, que solo se podrán conocer en su justo término gracias a la ineludible pátina producto de la acumulación de experiencias que dan los años de práctica.

Por tanto, podemos afirmar que el contexto en el que los recién llegados abordan la abogacía es ciertamente complejo, dificultad que se agrava debido a que a las dificultades técnico-jurídicas vinculadas a la materia tratada por el letrado se une un total y absoluto desconocimiento sobre los más variados aspectos relacionados con el ejercicio de la profesión.

Así, el joven abogado se planteará infinitas preguntas que recaerán sobre materias tan dispares como la gestión y organización de su despachos, la estrategia, los valores que inspiran la profesión, los clientes y la forma de interactuar con ellos, su fidelización y captación, la oratoria forense, la economía y finanzas de su organización, nuestras habilidades y un largo etcétera, materias en las que el denominador común reside en que, aun siendo aspectos ajenos a las cuestiones de técnica jurídica, son esenciales para la formación de los jóvenes letrados y garantía del acceso de los mismos al mercado con la necesaria preparación para asumir los retos de la profesión.

Y ello es lógico, pues hoy en día, en los albores del siglo XXI, el abogado, mejor dicho, el buen abogado, no puede limitarse a dominar la ciencia jurídica para la resolución del caso encomendado. Ahora se precisa un algo más, un plus en el que se combinan conceptos modernos como la gestión, la estrategia y el marketing con otros más tradicionales como los valores de la profesión, la deontología y los principios que informan el desarrollo de nuestra profesión. Un abogado dirige una empresa, si, pero es un empresario muy especial, y no solo por los servicios que presta, sino porque su actividad y su persona se informa de un conjunto de valores establecidos desde hace siglos para garantizar que nuestra función se desarrolle a satisfacción de los intereses del cliente, fomentando la confianza del mismo. Pero por otro lado, el impulso de los tiempos le obliga a sobrevivir en un sector en el que hace decenios la competencia era anecdótica pero que ahora se ha convertido en el funesto leiv motiv de muchos despachos.

¿Qué hacer pues?

La respuesta está en la mejora continua de nuestras habilidades en todos aquellos campos en los que el abogado, el buen abogado, pueda ser mejor, más eficaz, más hábil y más capaz, sin dejar de ser un buen profesional que entienda sin ambages el funcionamiento tradicional de su profesión. Un abogado que no sólo sepa preservarse como buen profesional, sino que ayude a su organización a crecer y a convertirlo en organismo vivo en el que sus integrantes alcancen la satisfacción y la alegría de hacer lo que les gusta, con un elevado conocimiento jurídico, pero sabiéndose fuertes y competitivos en un mercado, el de los servicios legales, que nunca volverá a ser el que fue.

En definitiva, este es el reto que me propongo a través de este libro: aportar mi granito de arena, dando a conocer al joven abogado la existencia de numerosos y diversos aspectos de la profesión que, con base a las alforjas de mi experiencia, intuyo que deberá conocer y dominar para llegar a ser un abogado completo, o lo que es lo mismo, un buen abogado.

El formato del libro consiste en un conjunto de correos electrónicos enviados por un abogado veterano que se encuentra en Londres llevando a cabo unas prácticas en un despacho a otro abogado que está empezando su andadura profesional, y al que lo unen lazos de amistad y pupilaje. Esta conformación de la obra tiene su origen (y es homenaje implícito) a una obra de Séneca que me cautivo en mi juventud: «Epístolas Morales a Lucilio», en la que el maestro estoico mantiene una relación epistolar con su pupilo Lucilio, relación que favorece la exposición de los conocimientos del maestro de una forma indudablemente más amena y atractiva. No obstante, para hacerla más didáctica, he dividido las cartas en diversos apartados, de forma que al leer el correo es como si estuviéramos leyendo un capítulo de cualquier ensayo sobre la materia. Finalmente, señalar que la mayoría de los correos (¡qué difícil me resulta no decir carta o epístola!) comienza con un comentario o anécdota sobre la ciudad de Londres, donde ya sabemos que reside temporalmente el abogado veterano, y en la que he procurado introducir, unas veces entre líneas y otras directamente, algunas ideas sobre el derecho anglosajón que sin duda enriquecerán los conocimientos del amable lector.

Una última cuestión, y no por ello menos importante.

A la hora de preparar los contenidos de los correos electrónicos constaté que algunas de las materias que serían objeto de los mismos ya habían sido objeto de estudio en mis anteriores libros sobre gestión de despachos, captación y fidelización del cliente y oratoria forense publicados en esta misma editorial. Esto me planteo la cuestión de si debía aproximarme al tema de la misma forma o variando el contenido de dichos temas. Finalmente, decidí emplear el contenido de dichas materias tal y como las traté anteriormente, si bien con las debidas adaptaciones, ya que podían acomodarse perfectamente al formato de correo electrónico empleado y, por otro lado, los contenidos son plenamente aplicables en la actualidad. En estos casos, he indicado mediante nota al píe de página la procedencia de la información, total o parcial, contenida en el correo.

Sevilla, marzo de 2014, entre el aroma de jazmines y azahares...

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