Читать книгу Con la Venia, Manual de oratoria para abogados - Óscar Fernández León - Страница 18
GALERÍA DE MAESTROS DEL FORO ESPAÑOL
ОглавлениеMarco Fabio QUINTILIANO, (35-95)
Comenzamos este recorrido por los maestros de la oratoria patria a través, como no, de un verdadero príncipe de la oratoria, por más señas hispano: Marco Fabio Quintiliano, quien nos legó sus extraordinariamente actuales Instituciones Oratorias.
Aunque sea un dato frecuentemente desconocido, Quintiliano nació en Calagurris Nassica, actual Calahorra, en la actual Rioja, antigua provincia romana de la Tarraconense. De familia de abogados, recibió en Roma una completísima formación cultural, destacando las enseñanzas en elocuencia. A su regreso a Hispania en el año 61 se dedica a compatibilizar su enseñanza de elocuencia con la abogacía.
Vuelve a Roma en el año 68, comenzando en este período una etapa sin retorno en la que desarrolla una carrera de más de veinte años como abogado y profesor de retórica. Su escuela, una de las más afamadas del orbe romano, y cuya enseñanza alcanzó el grado de oficial bajo el mandato de Vespasiano, le permitió alcanzar el título de profesor de los hijos y sobrinos del emperador Domiciano y mantener relaciones de amistad con filósofos, historiadores y literatos de la época (Plinio el Viejo, Plinio el Joven, Tácito, etc…), llegando a alcanzar la dignidad de Cónsul, lo que lo situó como miembro de la aristocracia romana.
Tras su retirada en el año 89 rodeado de toda clase de honores se dedicó a escribir, lo que propició la creación de su gran obra De institutione oratoria, el tratado mas instructivo y útil de la retórica clásica, trabajo que gozó de tal autoridad como texto más adecuado para la formación de un orador, obra que llegó a su máximo prestigio y apogeo en los siglos XV y XVI, sosteniéndose hasta muy avanzado el siglo XVII.
A continuación vamos a destacar un párrafo del Capítulo II del Libro Sexto titulado «De los afectos20)» en el que nuestro autor reflexiona sobre la actitud que debe mostrar el orador en juicio:
«Todo lo que llevamos dicho pide que el orador sea afable y humano. Las cuales virtudes, debiéndolas aprobar el orador (si puede ser) en el litigante, mucho más debe él mismo poseerlas o manifestar que las tiene. De este modo servirá de mucho a su causa, pues su misma bondad hará creer que es buena la que él defiende, porque el que es tenido por malo cuando defiende, seguramente hace mal su oficio, pues no parece defender una causa justa; de lo contrario tendría el carácter de bondad. Por lo cual debe usar de un modo de decir suave y apacible, y desechar toda hinchazón y arrogancia. Basta que hable con propiedad y que dé gusto, usando un lenguaje natural y del estilo mediano, que es el que cuadra para esto.