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1.1. EL ORADOR ¿NACE O SE HACE?

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Roberto Gómez Bolaños afirma que quien tiene como recurso facilidad de palabra labra provechosamente los terrenos del discurso. Efectivamente, todos conocemos a personas muy elocuentes, con una extraordinaria facilidad de palabra y que se saben expresar a la perfección en cualquier contexto y están dotados de una notable capacidad de persuasión. Lo curioso es que desde que los conocimos, siempre han mantenido esa locuacidad. ¿Nacieron así? Si, parece, ciertamente, que han nacido con el don de la palabra.

Estas personas, efectivamente gozan de una habilidad especial para comunicarse, pero su elocuencia no es más que el resultado de la influencia sobre esa habilidad innata de diversos factores (el contexto familiar, la formación y educación, el ambiente, etc…) de modo que la han ido puliendo y perfeccionando con el transcurso de los años hasta formar la persona que hoy conocemos, la persona elocuente.

Sin embargo, esa persona, dotada de tal elocuencia, no puede considerarse un orador, puesto que la oratoria, en cualquiera de sus ramas exige el aprendizaje de una serie de conocimientos, indispensables para dominar el proceso de comunicación en el que se desarrolla la oratoria; la sintaxis, las figuras del lenguaje verbal, el empleo de la voz, el uso del lenguaje corporal y un largo etcétera, deberán ser asimilados por toda persona que pretenda considerarse un orador.

Tan es así, que una persona normal, dotada de una elocuencia media, que se haya familiarizado con las reglas de la oratoria, comunicará más eficazmente que alguien con una extraordinaria elocuencia que desconoce estas reglas. Ello es así, dado que el nervio central de la oratoria actual reside en la comunicación eficaz del mensaje y no en una exposición bella y bien construida que por las más variadas razones no llegará al auditorio.

Por lo tanto, el arte de la oratoria se puede aprender.

Centrados en la oratoria forense, nos encontraremos ante abogados noveles que gozarán de una mayor o menor elocuencia, y que cuando se enfrenten a la práctica profesional, deberán ir formándose para pulir y trastocar dicha elocuencia en un dominio de las reglas y principios que rigen la oratoria. Entonces, en ese momento hallaremos al abogado y orador forense.

Con la Venia, Manual de oratoria para abogados

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