Читать книгу Con la Venia, Manual de oratoria para abogados - Óscar Fernández León - Страница 36
3.2. CUALIDADES INTELECTUALES
Оглавление3.2.1. Capacidad de estudio
El orador forense debe de ser, sobre todo, estudioso. La defensa del asunto y su exposición en sala requiere siempre el conocimiento de las normas, doctrina y jurisprudencia aplicable al caso, ya que en la fase de informe o conclusiones deberá razonar debidamente su petición. Como ya afirmamos con anterioridad, si a través del uso de la oratoria pretendemos persuadir y convencer sobre la elección de nuestra argumentación ¿cómo vamos a hacerlo si desconocemos o no conocemos convenientemente los elementos técnico-jurídicos que conforman nuestra argumentación? Por lo tanto, el estudio del caso con el análisis contrastado de los hechos, la forma de acreditarlos a través de las pruebas necesarias y la aplicación del derecho aplicable, son elementos esenciales que deben estar siempre presente en la formación del orador.
3.2.2. Disciplina
Vinculado a lo anterior se encuentra la constancia y disciplina. La constancia es la virtud que nos lleva a que, una vez tomada una determinación o decisión concreta, se lleve a cabo lo necesario para alcanzar las metas propuestas aunque surjan dificultades externas o internas o disminuya la motivación personal, gracias a un esfuerzo continuado para pasar a la acción venciendo las dificultades. Sin disciplina será difícil la preparación de un juicio, máxime cuando es imprescindible un estudio y planteamiento bien gestionado del caso, y, qué duda cabe, que durante su preparación surgirán dificultades y adversidades como por ejemplo los imprevistos o la acumulación puntual de trabajo. Finalmente, durante la exposición en el foro el orador debe ser disciplinado en el uso de las técnicas oratorias, conociendo en cada momento como actuar buscando la mayor eficacia en su defensa.
3.2.3. Organización
Ser organizado es igualmente una habilidad esencial para el orador. Al conocer con la suficiente antelación la fecha de nuestra intervención, éste tiene que organizarse cuidadosamente para preparar las dos fases fundamentales del juicio: práctica de la prueba y conclusiones. Para ello, deberá saber manejar criterios de organización y gestión del tiempo estableciendo los hitos temporales para la preparación del caso. No hay nada más desastroso para un abogado que prepararse un juicio el día antes de la vista, salvo, claro está, en aquellos casos en que las circunstancias del caso no le han permitido la necesaria preparación (sustitución de otro compañero, encargo repentino, etc...).
3.2.4. Proactividad
Se entiende por proactividad la capacidad del ser humano de liderar su propia vida como consecuencia del potencial que dispone para mejorarse a sí mismo, su situación y a su entorno mediante la toma de las iniciativas necesarias para crear cambios en su vida. Ello nos lleva a que la persona proactiva se encuentre permanentemente buscando nuevas oportunidades, y por ellos son personas que anticipan y previenen problemas; emprenden la acción y se aventuran a pesar de la incertidumbre; perseveran y persisten en sus esfuerzos; consiguen resultados tangibles al estar orientados a resultados.
Como puede colegirse, el comportamiento proactivo está íntimamente emparentado a la idea de responsabilidad, acción y cambio, herramientas fundamentales para el orador, quien debe disponer en sala de la capacidad de optar por elegir la respuesta adecuada a las complejas situaciones que pueden producirse, actuando con iniciativa en busca de los cambios necesarios para hacerles frente. El buen orador hace todo lo posible por crear el resultado deseado.
3.2.5. Previsión
El buen orador nunca dejará nada al azar. Todo juicio requiere la determinación clara de la estrategia a seguir; la preparación de los interrogatorios, tanto de nuestros testigos como a los de la parte contraria, y la preparación del informe. Todo, absolutamente todo, debe estar medido y previsto. Sorpresas, las mínimas y si se producen, tendremos que haber previsto como actuar ante los imprevistos.
3.2.6. Imaginación
La imaginación (del latín imaginatĭo, -ōnis) es un proceso superior que permite al individuo manipular información generada intrínsecamente con el fin de crear una representación percibida por los sentidos de la mente, o lo que es lo mismo, la información se crea en el organismo sin estímulos ambientales partiendo de una previa visualización en el exterior.
En el sentido anterior la imaginación tiene semejanza con el proceso de percibir. No obstante, la primera no se limita a la segunda. La imaginación es un proceso más abstracto que no necesita de un objeto presente en la realidad (en ese instante), ella se sirve de la memoria para manipular la información y relacionarla de formas que no dependen del estado actual del organismo. Es decir, la imaginación toma elementos antes percibidos y experimentados, y los transforma en nuevos estímulos y realidades11).
Así entendida, el orador deberá desplegar en los juicios un alto grado de imaginación, ya que como señala MAJADA12) a través de ésta podrá combinar hechos, imágenes y representaciones, para dar vigor a las verdades o errores que abrazó el entendimiento. Un buen orador, hará un exquisito uso de las imágenes oratorias, con lo que conseguirá realzar notablemente su informe.
3.2.7. Memoria
La memoria, entendida como la facultad de recordar determinada información, constituye una cualidad fundamental del orador forense, dado que el marco en el que éste se desenvuelve, requiere sin lugar a dudas una capacidad de evocación de aspectos fácticos y jurídicos de aplicación al caso que está defendiendo. Ahora bien, ello no significa que sea aconsejable que el orador memorice su alegato y lo exponga sobre la base de su retención memorística, ya que el papel de la memoria en el alegato lo es para retener una serie de ideas que constituyen el armazón de nuestra exposición, debiendo éste ser completado por una exposición en la que se empleen las herramientas propias de la oratoria.
Sin perjuicio de tratar este tema más específicamente en otro apartado, baste señalar por ahora que el funcionamiento de la memoria se rige por diversas leyes, entre las que destacamos las siguientes13):
Ley de atención: Se recuerda mejor en la medida que haya mayor atención y concentración.
Ley de la afectividad: Lo que nos resulta agradable es más fácil de recordar.
Ley de totalidad: Si los recuerdos forman parte de un todo coherente y armónico la capacidad de recordar es mayor.
Ley de asimilación. Las ideas se recuerdan mejor si estas se asocian a otras existentes en la mente, ya insertas en una estructura conocida.
Ley de extensión. Se retiene mejor por pequeños pasos.
Ley de repetición. Se memoriza más mientras más se repite una percepción.
Ley de latencia. La latencia es el tiempo que transcurre entre las percepciones y el momento en que se realiza la evocación de lo adquirido. Esta retención disminuye al aumentar el tiempo de latencia.
3.2.8. Serenidad
La serenidad es una virtud esencial para el orador, ya que en el contexto de la lucha que representa un juicio, y más concretamente en la vista, el abogado debe controlar su estado de ánimo para actuar de la forma más eficaz, puesto que la precipitación, nerviosismo, miedo, etc… son enemigos de una correcta intervención forense. Un orador que intervenga con serenidad sabrá dominar los nervios y el miedo que toda intervención oral en presencia de terceros suele producir, transmitiendo con ello seguridad y solidez en sus planteamientos, y lo que es más importante, sabrá construir y desarrollar sus argumentos con la claridad y precisión necesaria. Igualmente, ante situaciones imprevistas, podrá escoger la reacción adecuada, ya que el estado de ánimo que infunde la serenidad facilitará esta elección.
3.2.9. Atención
La capacidad de atención, y con ello la concentración cuando se actúa en estrados es esencial, ya que el abogado deberá conocer la «topografía de la sala» y estar permanentemente alerta y centrado en todo lo que ocurre a su alrededor no perdiendo de vista ningún detalle que pueda ayudar a su defensa. Un gesto de pesar del abogado contrario; una mirada furtiva de un testigo a su abogado; la actitud del Juez, todo, absolutamente todo lo que ocurre en sala son factores que deben ser procesados para que ayudados por nuestro ingenio y la capacidad de reacción adoptemos la medida más adecuada.
3.2.10. Argumentación
Retomando a Concha CALONJE, la profesionalidad del abogado se distingue cuando analiza, dictamina y presenta el caso ante su cliente y ante el juez valorando los hechos y defendiéndolos ante las valoraciones del contrario; cuando razonan con referencia a los precedentes; cuando construyen y dan razones en apoyo de sus acusaciones y defensas o alegaciones ante el Juez. Por lo tanto, el disponer de una buena capacidad técnica argumentativa es esencial para que el orador forense sea eficaz en su trabajo en el foro. Churchill, uno de los mejores oradores de todos los tiempos, era especialista en acumular argumentos y en tal sentido solía utilizar el siguiente símil para destacar la importancia de la construcción de los argumentos: «Hay que sentar las bases y juntar datos; las premisas deben soportar el peso de las conclusiones».
3.2.11. Naturalidad
El buen orador debe ser natural en la exposición de su discurso. Con ello nos referimos a que durante su intervención, debe ser tal y como es en su vida privada, eliminando de su comunicación todo artificio que fuerce la expresión, la voz, los gestos, etc... Esto no le impedirá que vaya incorporando las técnicas y mejoras que le va a proporcionar la oratoria, sino que esos progresos deberán presentarse con naturalidad, como un añadido que deberá manifestarse de forma espontánea y natural. El orador, por tanto, no puede transformarse en otra persona cuando sube a los estrados, sino que tendrá que mantener su forma de ser, torneada con los conocimientos y técnica que vaya aprendiendo.