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¿POR QUÉ LOS HONORARIOS PROFESIONALES SON UNA MATERIA TABÚ PARA EL ABOGADO?

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Todos los abogados hemos pasado por cuestionarnos la razón por la que nos es tan difícil tratar con nuestros clientes sobre nuestros honorarios profesionales y, muy especialmente, sobre los aspectos relativos a la solicitud o petición de los mismos, que en la mayoría de los casos se convierte en una experiencia difícil y hasta tortuosa para el letrado (especialmente para el joven). En tal sentido, no creo que pueda existir un solo abogado que no se haya cuestionado este asunto, y si alguno lo ha logrado a las primeras de cambio, ¡Enhorabuena!, porque nos hallamos ante un verdadero mirlo blanco de la abogacía.

En este contexto, a pesar de que tratamos de autoconvencernos de que el trabajo del abogado no es más que la prestación de un servicio profesional que, constituyendo un medio o forma de vida, merece una contraprestación económica o retribución, lo cierto es que a pesar de ello, seguimos sumidos en la duda, inseguridad y preocupación ante el giro que puede producirse en la relación con el cliente una vez hayamos destapado la caja de los truenos de nuestra petición de honorarios.

Por otro lado, el cuadro se completa, ya que son los propios clientes los que, con su actitud, las más veces nos transmiten su incomodidad con nuestra petición de honorarios, malestar que puede materializarse en varias formas: retraso en el pago, actitud contrariada, mayor exigencia si cabe, discusión del importe de los mismos... De hecho, este conjunto de actitudes es la causa de que en nuestros corrillos profesionales, siempre salga algún compañero que diga ¡Yo esto no lo entiendo, al médico nadie duda en pagar, vamos que se van a la secretaria como un resorte... y con nosotros muchas gracias y hasta luego Lucas!... ¿Os suena?

La cuestión a resolver es ¿por qué nos ocurre esto a nosotros los abogados y no al tendero de la esquina, al frutero de la plaza o al médico del 5.º A? En definitiva, ¿por qué al cliente le cuesta tanto pagar nuestros honorarios?

Lo primero que tenemos que advertir es que no hay una razón específica, y que puede afirmarse que todas están vinculadas entre sí, por lo que cualquier análisis deberá llevarse a cabo desde una perspectiva de unidad y conjunto. Lo segundo es que cada abogado es diferente, y existirán tantas causas como razones subjetivas disponga cada uno. Sin embargo, parece que existen algunas comunes y generales que podemos exponer y que están siempre detrás de cada temor manifestado a la petición de nuestros honorarios.

Para ello, que mejor que partir de la percepción que tiene el cliente sobre el hecho de pagar los honorarios al abogado.

El Abogado y los Honorarios Profesionales: Una visión práctica

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