Читать книгу El ruso - Sebastián Borensztein - Страница 17
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ОглавлениеLa sopa de kneidalaj es un típico plato de la cocina judía askenazí. Se trata de un caldo con albóndigas hechas de harina de matzá, huevo, aceite, sal y pimienta. Si se la prueba de adulto, es difícil que el gusto deslumbre; en verdad, el sabor de ese plato se relaciona con la propia historia familiar. El Ruso la había comido diariamente mientras vivían sus padres; con la tragedia del tranvía esa costumbre se suspendió hasta que, años después, la recuperó en la mesa de la familia de Ester. La noche en que el Ruso tenía decidido hablarle del viaje a París, había comido dos platos abundantes de kneidalaj en forma mecánica y sin interrupción. Durante la cena, ella lo observó con desconcierto.
El Ruso le debía franqueza a Ester: la relación que habían construido así lo exigía. Tenía que contarle del viaje de una buena vez, pero estaba trabado. No sabía cómo abordar el tema, aunque tenía claro que no lo haría en la mesa delante de sus hijos, ni de su cuñado y compañero de mostrador en la sedería; muchísimo menos frente a su suegro. Ester merecía enterarse a solas, de noche, para que las tareas diarias no interfiriesen con la necesidad que tendría de digerir la primicia en soledad. Esta cuestión de no hablar de sus cosas durante la cena era una constante para ellos. Vivían todos en la misma casa de dos plantas, lindera con la sedería. Isaac y su hijo ocupaban la planta baja; el Ruso con Ester y los chicos, la planta alta, que tenía entrada independiente. Pero, a la hora de la cena, la familia completa se reunía en el comedor del suegro.
Esa vez, el Ruso se levantó de la mesa ante la mirada contrariada de su mujer. Saludó y se alejó hacia el piso superior. Una vez que estuvo entre las cuatro paredes del dormitorio, se sentó a esperar a que ella llegara. Después de pocos minutos, se abrió la puerta del dormitorio y Ester, frontal como siempre, puso las cosas en su lugar.
—¿Me vas a decir de una vez por todas que te anda pasando? —preguntó desafiante.