Читать книгу El ruso - Sebastián Borensztein - Страница 22

14

Оглавление

El contrato inicial de tres meses se extendió un mes más; es decir, que la vuelta a Buenos Aires se posponía para finales de septiembre. Su mujer no tuvo reparos al enterarse a través de la correspondencia que mantenía periódicamente con su marido. Como la gente llenaba Le Petit Carillon y el Ruso cumplía enviándole mucho dinero, esa postergación significaba una cifra extra que no se podía despreciar. Ester le contó en una carta que la suma que había recibido hasta ahora casi alcanzaba para comprar otra casa en el mismo barrio al que le gustaría mudarse, así que un mes extra significaría la diferencia faltante para concretar ese sueño.

El Ruso le escribía a su esposa todas las semanas. Sabía que eso la mantenía tranquila y contenida. En cada carta, le describía una nueva zona de París, ciudad que día tras día conocía un poco más, ya que al presentarse solo los fines de semana en Le Petit Carillon tenía mucho tiempo libre para recorrerla. “Te digo más, Ester. Tenés que ir pensando en comprarte un buen par de valijas. Will dijo que el año que viene tenemos que venir otra vez y yo te traigo conmigo. Jaime y Marcos ya son grandecitos y no creo que haya problema en que se queden una temporada con tu papá”. El Ruso pensó: cuando Ester lea esto se va a poner loca de contenta. Su marido, el ahora aplaudido cantante que le manda abultadas remesas de dinero, le ofrece lo que nadie le pudo prometer jamás: conocer París. Todas esas noches de mesas llenas y aplausos le permitieron fantasear hasta el infinito. Sentía que todo fluía en su vida, como si alguien hubiese sacado el pie de un freno que lo había mantenido tanto tiempo detenido en el fracaso.

El ruso

Подняться наверх