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3 LA DECADENCIA DE LOS DINOSAURIOS
ОглавлениеEntre los huesos que Nopcsa recolectó en la propiedad familiar estaban los restos de un saurópodo, un pesado dinosaurio de largo cuello del tipo de los brontosaurios. Sin embargo, era diminuto en comparación con sus parientes, pues no superaba el tamaño de un caballo. Entre las especies más abundantes se encontraba el pequeño dinosaurio acorazado Struthiosaurus y el escuálido dinosaurio pico de pato Telmatosaurus, que solo medía cinco metros de largo y pesaba quinientos kilos. La isla de Hateg también fue hogar de un cocodrilo de tres metros de largo, hoy extinto, y desde luego de la hermosa y redonda tortuga de Bajazid.
Los dinosaurios de Nopcsa no solamente eran raquíticos, sino que también eran primitivos. Al describirlos, utilizaba términos como «empobrecido» y «degenerado».[A] A principios del siglo XX tal lenguaje era inusual. Otros científicos europeos clamaban que los fósiles de sus países eran los más grandes, los mejores o los más antiguos de su tipo (algunas veces, como en el caso del hombre de Piltdown, de manera fraudulenta). Por ejemplo, justo antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, un gigantesco esqueleto de saurópodo fue descubierto en las colonias alemanas de África oriental y fue montado en el Museo de Historia Natural de Berlín en donde, hasta la década de los sesenta, el viejo Klaus Zimmerman, un zoólogo del museo, se regocijaba en llevar a los visitantes norteamericanos para: «mostrrarrles que ellos no tienen uno más grrande».[B]
De hecho, durante la época de los imperios, no era raro denigrar una nación extranjera sugiriendo que sus criaturas eran pequeñas o primitivas. Cuando el conde de Buffon, el padre de la historia natural moderna, conoció a Thomas Jefferson en París en 1781, Buffon declaró que el venado y otras bestias americanas eran de escaso tamaño, miserables y degeneradas, al igual que los habitantes humanos de Norteamérica, de quienes escribió: «Los órganos reproductivos son pequeños y débiles. Él no tiene cabello, ni barba, ni pasión por las mujeres».[C] Jefferson estaba furioso. Más decidido que nunca a probar la superioridad de todo lo que era americano, mandó traer de Vermont una piel de alce y un par de astas de gran tamaño. Pero quedó ultrajado cuando le entregaron un cuerpo rancio, de cuya piel se desprendía el pelo, y un par de cuernos de un ejemplar pequeño.
Nopcsa parece haber estado libre de tan espurio nacionalismo. Trabajaba cuidadosamente en sus especímenes, intentando entender por qué eran más pequeños que los dinosaurios encontrados en otros lugares, y fue el primer científico que cortó secciones delgadas de huesos fosilizados, lo que reveló que los dinosaurios de Transilvania habían crecido muy lentamente. La ciencia de la zoogeografía estaba en pañales, pero ya era sabido que las islas podían actuar como refugios para criaturas de mucha edad y lento crecimiento, y que los recursos limitados significaban que las criaturas isleñas podían volverse más pequeñas con el paso de las generaciones. Entonces Nopcsa se dio cuenta de que los rasgos característicos de sus fósiles podían explicarse por un solo hecho: eran los restos de criaturas que habían vivido en una isla. A continuación, analizó todos los dinosaurios de Europa y encontró marcas de «empobrecimiento y degeneración» a lo largo de toda la zona. Sobre esa base argumentó que Europa había sido, en tiempos de los dinosaurios, un archipiélago de islas. Este profundo descubrimiento es la piedra fundacional sobre la que se construyen todos los estudios relativos a los fósiles europeos del final de la era de los dinosaurios. No obstante, Nopcsa fue ignorado. Su falta de chovinismo europeo, su abierta homosexualidad y su personalidad errática contribuyeron sin duda a sus dificultades para encontrar aceptación.
No todos los dinosaurios de Europa son pigmeos. Aquellos que vivieron durante el período Jurásico (antes de los dinosaurios de Nopcsa) podían crecer hasta volverse realmente grandes. Con todo, habitaban una Europa que era parte de un supercontinente. Los dinosaurios que llegaron a las islas europeas nadando por el mar podían también ser muy grandes, aunque su descendencia se iría haciendo cada vez más pequeña, a lo largo de miles de generaciones, conforme se adaptaba a su nuevo hogar isleño.
Un ejemplo espléndido de dinosaurio europeo de gran tamaño es el bípedo herbívoro Iguanodon bernissartensis. Treinta y ocho esqueletos articulados de esta pesada criatura, cada uno de 10 metros de largo, fueron encontrados a 322 metros de profundidad en una mina de carbón en Bélgica en 1878. Los huesos, organizados y montados por Louis Dollo (aquel con quien Nopcsa fanfarroneó sobre su primera publicación), fueron expuestos originalmente en la capilla de Saint George, del siglo XV, en Bruselas; un oratorio muy ornamentado que alguna vez perteneció al príncipe de Nassau. La exposición fue tan impresionante que cuando los alemanes ocuparon Bélgica durante la Primera Guerra Mundial, ellos mismos continuaron con las excavaciones en la mina de carbón, y estuvieron a punto de encontrar la capa de huesos cuando los Aliados retomaron Bernissart. Los trabajos se detuvieron y, aunque hubo otros esfuerzos para llegar a los fósiles, la mina se inundó en 1921, por lo que se perdió toda esperanza.
Con el desarrollo de nuevas técnicas, los paleontólogos han sido capaces de aprender mucho más de lo que jamás pudo aprender Nopcsa sobre la vida en Hateg. Uno de los avances más importantes fue la utilización de cedazos para recuperar los huesos de criaturas diminutas, incluyendo mamíferos primitivos. Es posible que algunos, como los Kogaionidae, pusieran huevos y saltasen como ranas. Los huesos de unos extraños anfibios conocidos como albanerpetónidos y de los ancestros de los sapos parteros, que se encuentran entre las criaturas más antiguas de Europa, han sido recuperados, al igual que los huesos de serpientes parecidas al pitón conocidas como Madtsoiidae, de cocodrilos terrestres con dientes serrados, de lagartijas sin piernas, de criaturas ancestrales parecidas al eslizón y de lagartos cola de látigo. Tanto las serpientes Madtsoiidae como los cocodrilos de dientes serrados, sobrevivieron en Australia hasta la llegada de los humanos al continente-isla. Este es un suceso habitual: la vieja Europa sobreviviendo hasta épocas recientes en Australasia.
En 2002, los investigadores anunciaron el descubrimiento del depredador más grande de Hateg, el Hatzegopteryx; las criaturas que observamos cuando descendimos de nuestra máquina del tiempo.[D] A diferencia de los dinosaurios, el Hatzegopteryx había respondido a las condiciones de la isla convirtiéndose en un gigante, quizá el pterodáctilo más grande que jamás haya existido. Conocemos a la criatura únicamente por una parte del cráneo, el hueso superior del ala (el húmero) y las vértebras del cuello, pero eso es suficiente para que los paleontólogos puedan estimar la envergadura de sus alas en diez metros y su cráneo en más de tres metros de largo. El Hatzegopteryx era lo suficientemente grande como para matar a un dinosaurio de Hateg, y su enorme pico con forma de daga sugiere que atrapaba a sus presas de forma muy parecida a como lo hacen las cigüeñas.[E] Si bien es posible que fuera capaz de volar, es casi seguro que pasaba el tiempo en Hateg caminando apoyado sobre sus muñecas, con sus grandes alas de piel plegadas sobre su cuerpo a manera de capa. La imagen es como de una especie de Nosferatu gigante. Seguramente Nopcsa —y desde luego Bram Stoker— habría adorado a esta extraña criatura.