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9 NUEVO AMANECER, NUEVAS INVASIONES

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Diez millones de años después de la extinción de los dinosaurios comenzó una nueva época geológica. El arranque del Eoceno está definido por un cambio en la proporción de dos isótopos de carbono —carbono-12 y carbono-13— lo que indica una erupción de carbono fósil a la atmósfera. Este evento es uno de los más impactantes en la historia de la Tierra. En tan solo 20 000 años —un mero instante geológico— el carbono fósil provocó que la temperatura global aumentara entre 5 y 8 grados centígrados, y permaneció elevada durante 200 000 años. Al mismo tiempo, los océanos, especialmente el Atlántico Norte, se acidificaron. La circulación de los océanos cambió radicalmente (en algunas regiones se invirtió), y los foraminíferos de agua profunda (organismos unicelulares) se extinguieron en masa. En la tierra, los patrones de lluvia cambiaron: unas regiones sufrieron diluvios de proporciones bíblicas y otras se secaron. La erosión y la degradación empobrecieron el suelo en una escala sin precedentes, dejando nuevos lechos de sedimentos de gran extensión en las llanuras aluviales. Las pluviselvas florecieron tan al norte como Groenlandia.

Algunos investigadores piensan que el calentamiento fue provocado porque los ductos de kimberlita (respiraderos volcánicos que se originan muy profundo en el manto de la Tierra) alcanzaron la superficie cerca del Lac de Gras, en el norte de Canadá, y despidieron grandes cantidades de carbono. Otros piensan que la causa fue una gran expulsión de gas natural desde las profundidades del océano. La extrema acidificación del Atlántico Central y del Atlántico Norte confirma esta idea, al igual que la presencia de varias estructuras parecidas a cráteres en el fondo del océano, las cuales tienen en su base delgadas capas de roca volcánica conocidas como láminas. La roca fundida de las láminas pudo haber encendido las vastas reservas de gas natural enterradas cerca de la superficie, como cuando se acerca una cerilla a un asador de gas.[A] Cualquiera que haya sido la causa, generalmente se acepta que el calentamiento fue provocado por un flujo anual de carbono más reducido que el que la humanidad está lanzando a la atmósfera en la actualidad.[B]

El nombre Eoceno (que significa «nuevo amanecer») fue acuñado por el padre de la geología moderna, Charles Lyell. Su obra en tres volúmenes Principios de geología fue publicada entre 1830 y 1833; y, en el último volumen, definió al Eoceno sobre la base de que del 1 al 5 % de sus especies todavía existen. Esta época duró 22 millones de años —hace entre 56 y 34 millones de años— y en el momento de su inicio había una gran masa de tierra donde alguna vez se extendió el archipiélago europeo. Aún se podían encontrar numerosas islas, incluyendo las de proto Gran Bretaña en el oeste e Iberia en el sur, pero extendiéndose desde el estrecho de Turgai en el este hasta Escandinavia en el norte. Un protocontinente europeo que comenzaba a tomar forma, uno que ni la subida de los mares ni el movimiento de las placas tectónicas ha dividido desde entonces.

Durante los diez millones de años posteriores al día en que las últimas quijadas de dinosaurio dejaron de moverse, la vegetación de Europa creció en total libertad. Los bosques europeos se habían convertido en catedrales —incluso más densas, sombrías y tranquilas— como las grandes pluviselvas de Borneo que fueron penetradas por primera vez en el siglo XIX por el explorador italiano Odoardo Beccari. Para él, las selvas tropicales de Borneo, las más altas de la Tierra, eran lugares que habían: «permanecido intactos e inalterados desde épocas geológicas remotas, y donde la vegetación ha seguido floreciendo ininterrumpidamente por cientos de siglos desde el período en que la primera tierra firme emergió del océano».[C] Si nos visualizamos entre esos troncos enormes, entre la penumbra iluminada por hongos e insectos luminiscentes en ese silencio y quietud penetrantes, rotos únicamente por la extraña y escurridiza criatura, podemos darnos una idea de cómo eran los irrestrictos bosques de Europa.

Justo antes del gran calentamiento, un ligero enfriamiento provocó que el nivel del mar descendiera unos 20 metros, abriendo un puente de tierra entre Europa y Norteamérica, lo que permitió que un gigante de América llegara a Europa. El Coryphofodon era la criatura más grande que existió después de la extinción de los dinosaurios. Descendiente de ancestros americanos del tamaño de una rata de hace diez millones de años, el Coryphodon pertenecía a un antiguo orden, hoy extinto. Criaturas de andar torpe, de dos metros y medio de largo y hasta 700 kilos de peso con un cerebro de apenas 90 gramos, probablemente no eran muy agradables a la vista; parecían musarañas demasiado obesas.

Los coryphodones se alimentaban de grandes cantidades de vegetación en los bosques pantanosos del Nuevo Mundo —que en aquel entonces crecían tan al norte como Groenlandia—. Funcionaban como una especie de lerdos buldóceres y generadores de compost. Su impacto al llegar a Europa era predecible. Se encontraron con una alacena que había estado llenándose durante diez millones de años. Demasiado grandes para ser atacados por ningún depredador, y «oversexed, overpaid, and over here»1 (para tomar prestada la frase), se agasajaron y causaron estragos hasta que, con el tiempo, agotaron su reserva de comida.

Conforme las plántulas y el sotobosque eran comidos y los árboles más viejos morían sin ser reemplazados, el imperecedero y sombrío dosel forestal de los antiguos bosques se abría, permitiendo a la luz del sol alcanzar el suelo; lo que generó oportunidades para las plantas de más bajo crecimiento. Las veredas que unían pantanos y sitios de alimentación se habrían formado a pisotones a través del bosque, con nutrientes y semillas regadas a todo lo largo del camino en montones de excremento de Coryphodon. Con la luz del sol y con este práctico medio de transporte para las semillas, se estableció un dosel forestal mucho más diverso y coexistió una variedad de plantas mucho más grande que nunca antes.

La invasión del Coryphodon fue solo un evento de una compleja serie de migraciones que ocurrieron por el inicio del Eoceno. Debemos gran parte de nuestro conocimiento sobre estas migraciones al trabajo del Dr. Jerry Hooker. Para cuando me reuní con Jerry en junio de 2016, él llevaba más de cincuenta años estudiando mamíferos fósiles en el Museo de Historia Natural de Londres. Como él mismo explicó, su trabajo implicaba hacer una gran labor de tamizado. Tanta, de hecho, que su cadera había cedido. La ayuda, sin embargo, venía en camino —estaba a la espera de una cadera de titanio, cortesía del Servicio Nacional de Salud. Dados sus sacrificios, yo pensaría que una cadera recubierta de oro habría sido apropiada.

El tamizado que realizan los paleontólogos como Jerry es arduo, hay que agitar un voluminoso colador lleno de arcilla y sedimentos, generalmente estando de pie en un lago helado, en un esfuerzo por eliminar los sedimentos finos y concentrar los fósiles. Al cabo de algún tiempo, todo lo que queda son fragmentos rocosos —y con algo de suerte, entre tres y siete dientes minúsculos por cada tonelada de arcilla que Jerry lava—. Jerry cribará lo que sea: desde barro de cerca de 200 millones de años de edad hasta materia nueva formada hace unos pocos millones de años— siempre que exista la posibilidad de encontrar un fósil.

Uno de sus mejores momentos fue el descubrimiento de los huesos del topo más antiguo del mundo. Recuperó las reliquias de entre los sedimentos de 33 a 37 millones de años de antigüedad de la isla de Wight.[D] Los dientes de la criatura habían sido descritos décadas antes y, si bien los dientes pueden decirnos lo que comía el animal, no nos dicen si cavaba o si saltaba entre los arbustos. Jerry persistió en trabajar el sitio, lavando los sedimentos con tamices muy finos hasta recuperar unos minúsculos huesos de pie y de pierna cuya forma de pala demostraron que la criatura era el más antiguo excavador conocido. La revelación abrió la posibilidad de que los topos hubieran evolucionado primero en Europa, una idea apoyada por los estudios de ADN y por el descubrimiento en rocas europeas de fósiles de topos que en la actualidad viven en Norteamérica.[E]

En mi opinión, Jerry Hooker es tanto un tesoro nacional como un santo. A lo largo de su carrera ha encontrado suficientes fósiles diminutos para llenar unas cuantas cajetillas de cigarros. Un amigo de mente mecanizada, que había observado con demasiada frecuencia a su colega agacharse y filtrar lodo en un estanque helado, tuvo piedad de él. Con un poco de bricolaje, consiguió crear una «máquina lavadora» de fósiles. Yo la vi zumbando en el patio del Museo de Historia Natural, vibrando y escupiendo agua lodosa mientras concentraba los fósiles. Todo lo que Jerry debía hacer era poner el sedimento en la parte de arriba y recuperar el concentrado en la parte de abajo, el cual sería secado y revisado más tarde. Es una herramienta maravillosa. No tan sofisticada como el Rover de Marte, pero igual de efectiva para explorar mundos distantes.

El trabajo de Jerry ha revelado que hace unos 54 millones de años, muchos migrantes llegaron a Europa desde todos los puntos cardinales. De los más pequeños a los más grandes, los inmigrantes norteamericanos fueron ancestrales musarañas, ardillas, hurones primitivos, criaturas extintas similares a nutrias, pangolines, carnívoros primitivos y ungulados ancestrales. Proveniente de África llegó un modesto contingente de carnívoros primitivos, mientras que de Asia llegaron los primeros ungulados de dedos pares e impares, junto con los primeros primates de Europa y los ancestros de los carnívoros modernos.[F]

Como resultado de la llegada de estos avanzados linajes de mamíferos, la fauna europea que había estado evolucionando en aislamientos desde el impacto del bólido fue devastada. Las bestias de Hainin, similares tanto a las ranas como a sus parientes, desaparecieron junto con casi todos los otros mamíferos de Hainin. Por supuesto, la extinción que siguió a la invasión es algo muy común en la historia de la Tierra y, de hecho, ha ocurrido repetidas veces en Europa durante los últimos cien millones de años. Sin embargo, la extinción europea de hace 54 millones de años fue excepcionalmente severa.

Entre las víctimas estaban las musarañas elefante.[G] Estas se encuentran hoy únicamente en África, pero los fósiles africanos más antiguos no aparecen sino hasta cinco millones de años después de los primeros fósiles europeos. Las musarañas elefante son pequeñas criaturas con narices especializadas como diminutas trompas de elefante. Se alimentan principalmente de insectos y hacen caminos a través de la vegetación, que recorren a gran velocidad. Algunas tienen el crédito de ser los mamíferos más rápidos sobre la Tierra, con relación a su tamaño. Curiosamente, son uno de los pocos mamíferos, al igual que los humanos, en tener un ciclo menstrual.

Su inesperada presencia en Europa ofrece una pequeña desviación. La musaraña elefante pertenece a una gran división de mamíferos conocida como Afrotheria, que incluye elefantes, cerdos hormigueros, manatíes, y una variedad de tipos menores. Los afroterios son tan diversos en tamaño y forma corporal que nadie sospechaba que estaban emparentados hasta que, en 1999, un estudio de ADN reveló sus afinidades. Sin embargo, había algunas pistas en su reproducción: todos los afroterios tienen placentas inusuales y producen más fetos de los que pueden ser alimentados en el útero.

Por mucho tiempo se asumió que los afroterios surgieron en África, pero resulta extraño que la musaraña elefante, sola entre los Afrotheria, hubiera viajado hacia el norte, hasta Europa, en una etapa tan temprana. Como alternativa, los afroterios pueden haberse originado en Europa y una criatura parecida a la musaraña elefante cruzó hacia África y dio origen a la gran diversidad de afroterios —desde los elefantes hasta los topos dorados— que habitan dicho continente hoy en día. Si tal fue el caso, entonces los Afrotheria son los únicos sobrevivientes de los mamíferos europeos que evolucionaron durante los tiempos de Hainin.

Mientras que los mamíferos de Europa fueron devastados por los nuevos invasores, sus aves siguieron desarrollándose. Como es de esperarse en un archipiélago de islas, había muchas especies grandes no voladoras, entre las que se encontraba un gigante de dos metros de alto conocido como Gastornis.[H] Los primeros fósiles de la criatura fueron descubiertos en la década de los cincuenta del XIX entre los sedimentos de la cuenca de París por Gaston Planté, quien habría de convertirse en un físico de renombre, conocido sobre todo por haber inventado la batería de ácido-plomo. Tan impresionado quedó el paleontólogo Edmond Hébert con el «estudioso joven lleno de entusiasmo» que se presentó en el museo de París con dicho descubrimiento que nombró en honor a Gastón.

El Gastornis evolucionó en Europa a partir de sus ancestros, similares a los gansos que se habían vuelto no voladores en el entorno de la isla. Cuando se abrió el puente terrestre hacia Norteamérica, el Gastornis cruzó hacia ese continente, y un reciente descubrimiento de fósiles en China indica que también logró llegar a Asia.2 El Gastornis tenía un enorme pico capaz de aplastar objetos duros, y generaciones de paleontólogos lo consideraron como un depredador: muchas ilustraciones antiguas muestran a grandes pájaros atrapando y consumiendo caballos primitivos. No obstante, un análisis reciente de isótopos de calcio indica que el Gastornis fue exclusivamente herbívoro.[I] Hace 45 millones de años, estas gigantescas aves ya se habían extinguido de Asia y Norteamérica, y subsecuentemente desaparecieron de su último reducto: Europa, su ancestral tierra natal.

Llegaron modernos eslizones y más anfisbenios.[J] Entretanto, ranas y sapos comunes fueron y vinieron. Los bufónidos habían llegado a Europa, hace unos 60 millones de años (presumiblemente de Asia), solo para desaparecer, antes de una nueva recolonización hace unos 25 millones de años. Comenzando alrededor de 34 millones de años atrás, llegaron las ranas verdes (Ranidae), quizá desde Asia o África.[K] Por esta misma época, aleteando desde partes desconocidas, arribó el primer murciélago de Europa.[L] Es sorprendente que los murciélagos parezcan estar ausentes de Europa, Asia y Norteamérica antes de esto. ¿Entonces de dónde llegaron? Los fósiles de murciélago más antiguos se encuentran en Australia, aunque en ese continente no se conoce ningún posible ancestro o pariente cercano del murciélago. El origen y expansión de los murciélagos sigue siendo uno de los grandes misterios de la paleontología.

El trabajo de Jerry Hooker reveló que hace 54 millones de años ocurrió una segunda migración, justo 200 000 años después de la primera. El gran calentamiento provocó que el mar subiera entre 60 y 80 metros durante solo 13 000 años, cortando los puentes terrestres hacia África y Asia. Pero debido a la actividad volcánica, el puente a Norteamérica permaneció abierto; y, marsupiales, primitivas criaturas similares a primates y algunos carnívoros primitivos lo usaron para llegar a Europa. Al mismo tiempo ocurrió algo sin precedentes: criaturas europeas, incluyendo a los ancestros de los perros, caballos y camellos, los cuales habían llegado a Europa provenientes de Asia solamente 200 000 años antes, emprendieron una migración masiva hacia Norteamérica.

En cierto sentido, esta gran migración sentó las bases del mundo moderno, pues permitió la evolución, en Norteamérica, de caballos, camellos y perros; los cuales, en nuestras manos, ayudarían a transformar el planeta. También presagió el futuro de Europa: la riqueza biológica de Asia había sido vertida hacia el protocontinente europeo, y entonces descubrió su camino hacia las Américas.

Notas

1 Juego de palabras que significa literalmente: «demasiado sexuales, demasiado bien pagados, y están aquí». La frase era usada por los ingleses para quejarse de la presencia y el comportamiento (especialmente con las mujeres inglesas) de los soldados norteamericanos en Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial. «What do you think is wrong with the American soldiers?». «Well, they’re overdressed, they’re overpaid, they’re oversexed, and they’re over here». (N. del T.)

2 En Norteamérica se le conoció durante mucho tiempo como Diatryma.

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