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CAPÍTULO 10 MESSEL, UNA VENTANA AL PASADO

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Gracias a uno de los depósitos fósiles más extraordinarios del mundo conocemos más sobre la vida en el protocontinente europeo de unos pocos millones de años después del gran calentamiento que de cualquier otro período anterior. El depósito, formado hace 47 millones de años, está expuesto en una vieja mina de lignito en Messel, cerca de Frankfurt, Alemania. Los fósiles de Messel pueden parecer de restos de animales que han quedado atrapados entre las páginas de un libro, con impresiones a menudo presentes de pelo, piel y hasta contenidos estomacales. Esto es lo máximo que podría imaginar la gente que se dedica a estudiar dientes solitarios, como Jerry Hooker, lo que hace a los fósiles de Messel inmensamente valiosos.

En Messel, se habían estado descubriendo fósiles maravillosos desde el año 1900, pero en la década de los setenta, los burgueses del pueblo propusieron que el lugar fuera usado como vertedero. Desde que el papa Sixto V sugirió convertir el Coliseo romano en una fábrica de lana para dar empleo a las prostitutas de la ciudad (un destino evitado sólo por la prematura muerte del pontífice) no se habían ninguneado de ese modo los valores patrimoniales de Europa. Las autoridades recapacitaron en 1991 y compraron el foso para asegurar el acceso científico. Entre 1971 y 1995, sin embargo, los coleccionistas aficionados tuvieron libre acceso a los invaluables fósiles, un ejemplo más de la flaqueza moral y la ambición humanas que ponen los pelos de punta a los paleontólogos.

El 14 de mayo de 2009, un comunicado de prensa titulado Científicos mundialmente famosos revelan un descubrimiento revolucionario que lo cambiará todo fue recibido en las oficinas noticiosas de todo el orbe.[A] En una conferencia de prensa que tuvo lugar al día siguiente, en el Museo de Historia Natural de Nueva York, se declaró que un eslabón perdido en la evolución humana había sido encontrado en el foso de Messel, un tesoro comparable en valor patrimonial con la Mona Lisa. El equipo de investigadores que hizo tales declaraciones estaba liderado por Jørn Hurum, del Museo de Historia Natural de la Universidad de Oslo. Él otorgó al fósil el apodo de Ida (en honor a su hija adolescente). Hurum aseguraba: «Este espécimen es como haber encontrado el Arca Perdida� Es el equivalente científico del Santo Grial».[B] El fósil del «eslabón perdido» se dio a conocer, era un esqueleto exquisitamente preservado de un primate pequeño de 58 centímetros de largo, rodeado de rastros de pelaje y repleto de su última comida. En un artículo científico publicado dos días después, los investigadores afirmaban que la pequeña criatura, a la que nombraron Darwinius masillae,1 era una forma intermedia entre los primates más antiguos, conocidos como prosimios, y los simios, el grupo que incluye a los monos y a los humanos. Si esto resultaba ser verdad, reescribiría nuestro entendimiento de la primera evolución de los primates. Hasta antes de la aparición del Darwinius, se pensaba que los simios habían derivado de criaturas semejantes a los tarseros.

A los científicos no les gusta que se hagan afirmaciones espectaculares en la prensa común, especialmente si se hacen antes de que la evidencia de soporte sea publicada en una revista especializada. El titular de un diario publicado poco después del anuncio, «Origin of the Specious»,2 debería haber advertido a Hurum y a sus coautores sobre lo que estaba por venir.[C] Nils Christian Stenseth, uno de los principales biólogos de Noruega, calificó a las afirmaciones de ser «un exagerado fraude» que «viola en sus fundamentos los principios y la ética científicos».[D] Además, los análisis mostraron que el equipo de Hurum estaba equivocado. Ida no pertenece al linaje humano, sino que es un antiguo primate conocido como adapiforme, que es muy parecido a los lémures.

El espécimen había sido desenterrado por un buscador de oro amateur en el foso de Messel en 1983. Debido a la manera en que los fósiles se preservan en Messel, el esqueleto venía en dos partes: un bloque con los huesos (un «positivo», por llamarlo así) y una contraparte con las impresiones (el «negativo»). El negativo reapareció en un museo privado en Wyoming, Estados Unidos, en 1991, pero pronto se demostró que había sido parcialmente falseado: lo habían construido utilizando los restos de dos criaturas diferentes.3 En 2006, la impresión positiva fue ofrecida a Hurum por un millón de dólares norteamericanos. Él la compró por 750 000, un coste que generaría presión en el presupuesto de la mayoría de los museos. Y con la presión financiera llega la necesidad de maximizar la publicidad y la relevancia. Se firmó un contrato para publicar un libro, y el History Channel pagó por la historia más de lo que había pagado nunca por cualquier otro programa.[E] Las excavaciones amateurs no reguladas y el pago de grandes cantidades por fósiles pueden crear un peligro tóxico para los investigadores. Si los buenos burgueses de Messel se hubieran dado cuenta en 1971 del tesoro que tenían en el viejo foso de lignito y de inmediato lo hubieran protegido, tal vez podría haberse evitado la farsa.

Los depósitos de Messel se formaron hace 54 millones de años, cuando los descendientes de las criaturas que habían llegado al protocontinente europeo se estaban diversificando y adaptando a las condiciones locales. Entre ellos se encontraban los antiguos Palaeotheriidae, parientes primitivos de los rinocerontes, tapires y caballos. También floreció una variedad de extraños y primitivos ungulados pertenecientes a seis familias de artiodáctilos, incluyendo a los Anoplotheriidae (semejantes al duiker) y a los dicobúnidos (del tamaño de un conejo). Todas estas familias eran únicas en Europa, y todas eran criaturas pequeñas.[F] Como los dinosaurios enanos de Nopcsa, los mamíferos del Eoceno europeo se habían adaptado a la vida en una isla tropical reduciendo su tamaño.

En esa época, Alemania se localizaba diez grados más al sur de su localización actual y era una zona volcánica y tectónicamente inestable. El foso de Messel era entonces un lago rodeado por exuberantes pluviselvas, al fondo del cual, en un ambiente libre de oxígeno, se formó la lutita de lignito y petróleo que posteriormente se extrajo de la mina que se abrió en el lugar. Los volcanes cercanos convirtieron al lago en un perfecto yacimiento de fósiles para el futuro. Ocasionalmente escupían dióxido de carbono, el cual, al ser más pesado que el aire, descendía hasta la parte más baja del paisaje —la superficie del lago— y permanecía ahí. Cualquier ave o murciélago que volara sobre el lago, o cualquier criatura que bajara a beber, perdería la consciencia y se hundiría hasta el fondo, donde la química anóxica de los sedimentos la prepararía para la eternidad de una forma tan experta como cualquier embalsamador.

Algunos fósiles de Messel tienen suficientes detalles para dar la impresión de ser una vieja fotografía en blanco y negro de una criatura desaparecida. Incluso el color ha sido preservado en algunos bichos pequeños, como en el caso de los bupréstidos. Y, a veces, los fósiles traen a la vida el tejido ecológico del bosque: la impresión de las mandíbulas de una hormiga en un fragmento de hoja llevó a los investigadores a conjeturar que la hormiga había sido atacada por un hongo parásito que altera el comportamiento. Así, obliga a su huésped a trepar a un lugar alto y permanecer colgado ahí hasta morir, de modo que el hongo pudiera liberar sus esporas en la brisa.

Entre los tesoros más extraordinarios de Messel hay nueve pares de tortugas nariz de cerdo (una criatura que fue encontrada en los depósitos de Charente de la era de los dinosaurios) en pleno proceso de apareamiento. En tanto que estudiante de los registros fósiles, puedo asegurarle que no es común que las criaturas sean transformadas, in flagranti delicto, en memento mori. Entre los muchos mamíferos de Messel está el Propalaeotherium, muy parecido al tapir. Cuerpos de diez kilos de peso de estas criaturas han sido encontrados completos, con todo y sus fetos a punto de nacer, y el contenido de su última comida (bayas y hojas) en el estómago. Hay también algunas sorpresas, como el Eurotamandua, un pangolín sin escamas que tiene un asombroso parecido con el oso hormiguero sudamericano. Sin embargo, son las aves de Messel las que constituyen el verdadero tesoro del yacimiento, ya que los pájaros, al carecer de dientes, no hacen buenos fósiles y son difíciles de diferenciar de otros fragmentos. Pero en Messel toda una fauna aviar quedó preservada como si estuviera envuelta en gelatina.

La presencia de algunas de las aves de Messel —incluyendo halcones, abubillas, un búho, ibis y una criatura ancestral semejante al faisán— es de esperarse en el sitio, pero otras están fuera de lugar, o su presencia es inesperada, o resultan francamente extrañas. Entre las que están fuera de lugar se encuentra un tipo de urutaú (un pájaro nocturno como el chotacabras), un colibrí, una tigana y un pariente de la cariama carnívora, todas las cuales viven hoy en Sudamérica, pero no en Europa. Una criatura primitiva parecida al avestruz y un pájaro ratón (hoy exclusivos de África) también se encuentran en este grupo. Entre las aves cuya presencia era inesperada hay un tipo de alcatraz que cazaba en agua dulce, mientras que entre las extrañas se debe contar seguramente un perico que carecía de pico de perico, y una rara criatura que semejaba una mezcla entre halcón y búho, pero con plumas membranosas tipo moño en el pecho.[G] Lo que falta en Messel y, de hecho, en toda Europa en ese tiempo, son ancestrales alondras, tordos, oropéndolas y cuervos, todas ellas aves percheras. A pesar del hecho de que la mayor parte de la fauna aviar actual de Europa consiste precisamente en aves percheras.

¿Qué hacemos con la alta proporción de especies de aves sudamericanas en Messel? Curiosamente, existe buena evidencia geológica de que en aquella época Sudamérica, aunque yacía cerca de África, estaba enteramente rodeada por agua, así que la migración sobre el mar era la única ruta posible. Tal y como están las cosas, no tenemos explicaciones convincentes del motivo por el que tantas aves que hoy son exclusivas de Sudamérica florecieron durante el Eoceno en Europa.[H]

Notas

1 El primer nombre en celebración del bicentenario del nacimiento de Charles Darwin, el segundo por el nombre romano de Messel.

2 «El origen de lo engañoso». Juego de palabras que hace referencia a El origen de las especies, el famoso libro de Darwin. (N. del T.)

3 Se desconoce cuánto se pagó por este espécimen tan ingeniosamente trucado, pero sospecho que fue mucho.

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