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8 UN MUNDO POSTAPOCALÍPTICO

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La gran extinción ocasionada por el bólido marcó el final de la era de los dinosaurios y el principio de la era de los mamíferos. Conocida como la era cenozoica, que significa «vida reciente», es la división del tiempo en la que vivimos. El Cenozoico se divide en épocas, comenzando con el Paleoceno, que se extiende de 66 a 56 millones de años atrás.[A] Este confuso nombre que significa «nuevo viejo» fue acuñado en 1874 por Wilhelm Philippe Schimper, un francés experto en musgos que también incursionó en la paleobotánica.

¿Cómo era el archipiélago europeo una vez que el clima se hubo estabilizado y la vida comenzó a reclamar la tierra? Desgraciadamente nos enfrentamos a una terrible ausencia de registros fósiles de este momento crítico —una ausencia que dura cinco millones de años—. La probabilidad de que los fósiles de criaturas terrestres se hubieran preservado no se incrementó por el hecho de que, en aquella época, gran parte del archipiélago terrestre estaba sumergido (aunque existían grandes islas). Sin embargo, a partir de evidencias obtenidas en otros lugares, particularmente en Norteamérica, podemos suponer que durante miles de años prevaleció un devastado paisaje dominado por helechos.1 Entonces, lentamente, los árboles y arbustos sobrevivientes emergieron de sus refugios, quizá desde el fondo de profundos valles o de los bancos de semillas de la tierra, o de las semillas que flotaban a la deriva en el océano. Pero el clima ya se había alterado: ahora Europa era más fría y seca, por lo que florecieron nuevos tipos de plantas mientras que algunas sobrevivientes encontraban difíciles las nuevas condiciones.

A pesar del clima modificado, ¡cómo deben haber crecido los árboles! Porque no solamente se habían liberado de las bocas de los dinosaurios, sino también de las de muchos insectos herbívoros que, al menos en Norteamérica, también se habían extinguido.[B] Parece razonable suponer que hubo un impacto similar en Europa, lo que habría permitido a los bosques de las islas crecer con más densidad y rapidez que nunca antes. La reproducción, sin embargo, pudo volverse más difícil, ya que escaseaban los polinizadores y los dispersores de semillas.

¿Cómo era la vida en aquellos bosques de rápido crecimiento? Podemos echar un vistazo gracias a un agujero de 25 metros de profundidad y solo uno de ancho que se excavó en un campo de fútbol en Hainin, cerca de Mons, en Bélgica, que interseca sedimentos depositados unos cinco millones de años después del impacto del bólido. La excavación fue el resultado de un descubrimiento fortuito en los años setenta, cuando unos geólogos taladraron varios agujeros pequeños esperando obtener muestras de sedimentos marinos. En su lugar, encontraron algo infinitamente más valioso: fósiles de las primeras criaturas terrestres de la era de los mamíferos.[C] Posteriormente se cavaron otros tres agujeros en el campo de fútbol y cada uno arrojó nuevos fósiles, y nuevos conocimientos, sobre una época desaparecida.

En un breve momento de gloria, justo antes del frenesí por taladrar, los ROC de Charleroi-Marchienne jugaron en la primera división, aunque hoy en día continúan en la tercera división B. Espero que los agujeros en el campo de fútbol no hayan tenido nada que ver con eso. Ahora bien, en lo que a mí respecta, yo habría cavado en medio del mismísimo Bruselas para obtener los fósiles que esos excavadores encontraron en Hainin. Ciertamente el volumen de objetos encontrados fue pequeño. Los 400 fragmentos —la mayoría dientes aislados de mamíferos del tamaño de una rata y unos cuantos huesos de reptiles, anfibios y peces— cabrían en una o dos cajas de fósforos. ¡Pero qué gran cosecha de información! Los fragmentos nos dicen que el agua dulce en Hainin debe haber sido abundante, pues entre ellos se incluyen los restos de un gran pez depredador conocido como lengua huesuda o saratoga. Debido a que fue muy buscado por los pescadores deportivos, hoy solamente se encuentra en los ríos del sureste de Asia y en Australia. Sin embargo, en los tiempos en que el depósito de Hainin se estaba formando existía en todo el mundo.[D] Los huesos de antiguos alítidos —ancestros de los sapos parteros— también estaban presentes, así como los restos de una salamandra.

Los albanerpetónidos —¿ha existido alguna vez un nombre más extraño? Llamémosles simplemente pertones— eran anfibios parecidos a los tritones que vivían entre el lecho de hojas caídas. Sus fósiles se encuentran en Norteamérica, Asia y Europa (incluyendo Hainin), donde aparecen en sedimentos formados tanto antes como después de la colisión del bólido. Imagine que tiene un pertón en la palma de su mano. Al ser un habitante del suelo, su color probablemente es oscuro y podría ser confundido con un tritón de piel nudosa. Pero a diferencia de cualquier tritón, los pertones se sienten duros, pues bajo su piel tienen una armadura ósea. La criatura levanta su cabeza para mirarlo, revelando un cuello ágil y flexible, diferente al de cualquier otro anfibio vivo.

Los anfibios fueron los primeros vertebrados en colonizar tierra firme, antes, en el período Devónico, hace unos 370 millones de años. Hoy tenemos solamente tres linajes mayores de anfibios: los anuros (ranas y sapos), los tritones y las salamandras, y las cecilias parecidas a gusanos, todos los cuales pueden rastrear a sus ancestros hasta mucho antes de los dinosaurios. Los pertones eran un cuarto linaje; uno que se originó en el principio mismo la historia de los anfibios. A lo largo de las generaciones, los ojos de los pertones han presenciado la mayor parte de la historia de la vida en tierra firme. Y nosotros los humanos casi pudimos verlos a ellos. En 2007 fueron reconocidos unos fósiles que databan de apenas hace 1,8 millones de años y que fueron preservados en depósitos formados en roca caliza cerca de Verona, Italia.[E] Que la posibilidad de conocer a los pertones nos haya sido arrebatada por un período tan corto de tiempo (geológicamente hablando), después de que ellos habían existido por 370 millones de años, parece trágico. Sería hermoso pensar que, en algún oscuro valle de Europa, aún hay un pertón que sobrevive.

Parece muy extraño que los cascarones de los huevos de dos diferentes tipos de tortugas se hayan preservado en Hainin, pues los huevos rara vez se fosilizan. No podemos identificar a las tortugas que produjeron esos huevos, pero el hecho de que tres de los cuatro grandes linajes de tortugas europeas se extinguieran cuando cayó el bólido limita las posibilidades. Las únicas sobrevivientes fueron las cuello de serpiente, aunque vivieron tiempo prestado, pues se extinguieron unos diez millones de años más tarde. Todas las tortugas europeas vivas de la actualidad descienden de inmigrantes que llegaron tras el impacto del bólido.

Dos diferentes criaturas parecidas a cocodrilos están representadas por una vértebra cada uno, así que poco se puede decir de ellas.[F] En cambio, otras dos vértebras diminutas dan fe de algo mucho más interesante: la presencia de una serpiente ciega. Las serpientes ciegas son las más primitivas de todas las serpientes, y los huesos de Hainin son los huesos más antiguos de una serpiente ciega que se hayan encontrado en ningún lugar sobre la Tierra.[G] Estas criaturas excavadoras viven como gusanos, con los cuales guardan un gran parecido, y se alimentan de hormigas y termitas. Una sola especie sobrevive hoy en Europa, y se encuentra en los Balcanes y en las islas del Egeo.

Fósiles de anfisbenios —unos lagartos extraños, subterráneos y similares a gusanos, que se originaron en Norteamérica hace más de cien millones de años— también fueron encontrados en Hainin. De unos diez centímetros de largo, son unos depredadores formidables que tienen una horrible cabeza sin ojos y unos poderosos dientes que se entrelazan y que pueden desgarrar a pedazos a sus víctimas, a las cuales se comen vivas. Con la piel suelta que parece moverse por propia voluntad y que arrastra al cuerpo tras de sí, un anfisbenio puede avanzar hacia delante o hacia atrás con igual facilidad. Ciegos, de piel pálida y totalmente asombrosos, guardan un cierto parecido con el oráculo de Kattegat de la serie televisiva Vikingos. Los anfisbenios sobrevivieron al impacto del bólido en Norteamérica y su presencia en Hainin nos indica que migraron a Europa muy poco tiempo después.[H] No es probable que hayan sido navegantes marítimos, así que aparentemente cruzaron el Atlántico Norte en vegetación que flotaba a la deriva.[I] Hoy sobreviven cuatro especies de anfisbenios en Europa: dos en la península ibérica y dos en Turquía.2

Lo más sorprendente sobre la fauna de Hainin es lo ctónica que era. Salamandras y sapos que no ven, lagartos excavadores y serpientes ciegas, todas ellas son criaturas de la tierra. Cuando pienso en su mundo, me llegan a la mente imágenes de Europa en las postrimerías de una catástrofe mucho más reciente. Películas grabadas al final de la Segunda Guerra Mundial retratan criaturas pobres y atribuladas emergiendo entre los escombros de sus madrigueras subterráneas a un mundo tristemente devastado. Es como si solo las entrañas de la Tierra pudieran ofrecer refugio ante tal destrucción.

Hace 66 millones de años, las consecuencias del impacto del bólido duraron no décadas, sino millones de años. Y, sin embargo, la vida se recuperó. En un bosque junto al mar, tal y como los paleontólogos piensan que fue el yacimiento de Hainin en algún momento, las nuevas arboledas fueron vivificadas por un grupo de pequeños supervivientes. Luchando sobre los troncos caídos y entre las ramas de los árboles había una sorprendente diversidad de mamíferos del tamaño de una rata. Los más abundantes eran los comedores nocturnos de insectos y fruta conocidos como Adapisoriculidae, de quince centímetros de largo. Por mucho tiempo se pensó que estaban emparentados con los erizos, pero estudios más recientes los identifican como criaturas primitivas que no desarrollaban una placenta, aunque en otros aspectos eran similares a los mamíferos placentarios. En apariencia eran muy similares a las ratas, y existieron todavía durante diez millones de años después de que el bólido colisionó. La mayoría de las especies eran europeas.

Entre los mamíferos más intrigantes que merodeaban por los bosques de Hainin estaban los Kogaionidae —a estos sobrevivientes iniciales del impacto del bólido los conocimos brevemente en Hateg—. Únicos en Europa, sus restos abundan en Hainin; un tipo, el Hainina, toma su nombre de este sitio. Deben haber sido grandes sobrevivientes, aunque los Kogaionidae eran mamíferos muy primitivos que probablemente ponían huevos. Si bien no eran mucho más grandes que las ratas, los Kogaionidae nunca podrían haber sido confundidos con roedores. Imaginemos que estamos en los bosques antiguos de Hainin. Un movimiento en el sombrío sotobosque delata la presencia de algo que brinca entre los helechos. Se mueve igual que una rana, pero está cubierto de pelo. Conozcan al Kogaionidae, el único mamífero que ha desarrollado un medio de locomoción similar al de las ranas y los sapos.3[J] Cuando abre su boca para ingerir a la serpiente ciega que ha emboscado, podemos ver unos grandes premolares que utiliza para cortar su presa. Extrañamente, los largos incisivos inferiores con los que ha empalado a su víctima son rojo sangre, resultado del hierro con que su esmalte ha sido fortalecido.[K] Ungulados primitivos del tamaño de una rata, marsupiales y musarañas elefante completan la fauna de mamíferos de Hainin.[L] Todos pudieron haber sobrevivido al impacto del bólido en sus madrigueras subterráneas y, después, durante el oscuro frío que siguió, comiendo pequeños invertebrados como gusanos, saltamontes e insectos, o las semillas que habían quedado en el suelo.

Notas

1 Algunos helechos son especies pioneras, capaces de colonizar rápidamente suelo desnudo.

2 Al parecer, los ancestros de los anfisbenios de Europa llegaron por mar en migraciones separadas.

3 Todavía se debate sobre la locomoción de los Kogaionidae. Las primeras reconstrucciones los mostraban como criaturas parecidas a las ardillas, pero un análisis reciente sugiere que se movían como las ranas.

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