Читать книгу Todo sobre nosotros - Tom Ellen - Страница 11

Оглавление

CAPÍTULO SEIS

Habitualmente, la resaca me ataca algunos segundos después de despertar.

Después de una noche de farra y poco después de recobrar la conciencia, suelo tener este encantador momento de calma-antes-de-la-tormenta, en el que todavía no hay dolor, ni arrepentimiento, ni una violenta urgencia de vomitar. Entonces, en el instante en el que abro los ojos o muevo la cabeza, se desata el infierno.

Estoy acostado sin moverme y con los ojos cerrados, disfrutando de este período de tranquilidad antes de la caída, mientras intento recuperar las escenas perdidas de anoche. Son muchas. Recuerdo la lata de bizcochos y la neblina de autocompasión, pero no puedo recordar si Daff regresó a casa. Tampoco recuerdo haber decorado el árbol. Ni siquiera puedo recordar haber bajado del desván.

Ay, Dios, por favor, no dejes que me haya quedado dormido en el desván.

Intento mover con cuidado la cabeza hacia un lado. No siento la ofuscación de la migraña ni la súbita sensación de mareo, lo cual es una buena señal. Al parecer estoy recostado cómodamente sobre un colchón y una almohada, quizá el por-favor-dios-no-dejes-que-me-haya-quedado-dormido-en-el-desván dio resultado. Decido arriesgarme y abrir los ojos. Pero no es una jaqueca lo que me golpea, sino un terror helado y duro.

¿Dónde COÑO estoy?

Es como si mi cerebro estuviera desfasado unos segundos con respecto a mi vista y lidiara por procesar la información que recibe. Miro las cortinas color verde pasto, la rasposa alfombra marca Brillo, la diminuta alacena color café que esconde un fregadero pequeño y sucio y un espejo en su interior.

Oigo un quejido apagado y un poco maníaco que no sé de dónde proviene y entonces me doy cuenta de que sale de mi boca.

Estoy… estoy en la universidad. Estoy en el cuarto que tuve durante el primer año en la uni.

¿Me habré vuelto loco? ¿Así es como se siente un loco?

O tal vez… tal vez esto es algún tipo de broma elaborada, una muy elaborada. De pronto, recuerdo la terrible experiencia en una obra de teatro interactivo a la que Harv me arrastró en una ocasión, donde la audiencia terminaba participando en el espectáculo. Nos condujeron a la parte central de un escenario extravagante y nos obligaron a desarrollar la trama e improvisar junto con los actores. Tal vez esto es algo similar. Si es así, quien haya diseñado el escenario se merece todos los premios. Es exactamente como recuerdo mi dormitorio.

Siento que la cabeza me resuena, debe de ser la resaca que está a punto de aparecer, pero, entonces, me doy cuenta de que el picaporte se mueve con violencia y que los golpes provienen de fuera del cuarto.

—¿Ben? ¿Estás ahí? ¡Ben!

La manija se agita de nuevo, pero la puerta tiene el seguro puesto.

—¿Benjaminnnnnnnn?

Es la voz de Harv. Gracias a Dios.

Me levanto, doy un traspié, mi corazón bombea con furor. Veo que llevo un par de vaqueros que no reconozco y mi vieja sudadera de Wu-Tang Clan. Pensaba que la había perdido hace años.

Abro la puerta y tengo que controlarme para no soltar la carcajada.

Es Harv, pero al mismo tiempo… no es él.

Es como si Harv se hubiera inflado o como si sufriera de alguna traumática reacción alérgica. Sus pómulos afilados y sus líneas de expresión han desaparecido y su rostro se ve más joven, redondo y blando. Advierto que le cuelga una barriga abultada por encima de la faja del cinturón. En una mano sujeta una lata de cerveza y en la otra un sándwich de crema de cacahuete y queso fundido.

—¿Qué coño estás haciendo aquí? —dice.

—No… no tengo ni idea —le respondo, tartamudeando y con sinceridad.

—¿Sabes la hora que es?

Instintivamente, llevo la mirada a mi muñeca. El reloj marca un minuto para las doce. Aún llevo puesto el reloj. Me he despertado con ropa completamente distinta a la que llevaba y en un lugar totalmente diferente al sitio en el que estaba, pero el reloj, de alguna forma, sigue sujeto a mi muñeca. Mientras mi cerebro intenta, sin éxito, entender la circunstancia en la que me encuentro, Harv chasquea los dedos delante de mi cara.

—¿Hola? ¿Hooooola?

Me mira con extrañeza y le da un gran mordisco a su sándwich.

—Son más de las seis, tío, tienes que apurarte —dice con la boca llena—. Marek acaba de llamar. Se está volviendo loco. No contestas al móvil. Ya están todos en el Corral de Comedias.

Cierro los ojos por un segundo, esperando que al abrirlos me encuentre de nuevo en el desván sufriendo la peor de todas las resacas, con Daphne mirándome y echando chispas de ira.

Pero no. Harv el hinchado sigue ahí, bebiendo su cerveza y mirándome con ojos suspicaces.

—¿Estás drogado o algo? —dice—. ¿O solo estás haciéndote el tonto?

—No, estoy…

No tengo ni idea de qué está pasando. Siento como si estuviera dentro de algún tipo de videojuego de realidad virtual hiperavanzado.

La puerta se abre detrás de Harv y una rubia bajita entra y nos sonríe. Joder. Es Geordie Claire. Vivía al otro lado del pasillo. No la veía desde…, bueno, pues desde la uni. Me enseña dos pequeñas entradas rojas.

—¡Mucha suerte, Ben! Stu y yo estaremos en primera fila.

Echo un vistazo a las entradas. Dicen: «LA SOCIEDAD DE TEATRO PRESENTA: UN NUEVO CUENTO DE NAVIDAD».

De pronto entiendo dónde estoy. Y, lo que es más importante, en qué fecha estoy. Tengo que sostenerme al marco de la puerta para no caerme.

—Mierda, Ben, ¿te encuentras bien? —pregunta Claire corriendo hacia mí.

Harv ríe y pasa uno de sus brazos sobre mis hombros.

—Deben de ser los nervios antes del estreno. Ven, tío, vamos a tomar algo y luego te acompaño al teatro.

Claire parece un poco preocupada, pero se limita a despedirse y sale del cuarto.

Harv me conduce por el corredor de la cocina compartida; al pasar por ahí, el hedor a leche-queso-fruta podrida me golpea tan fuerte como este déjà vu. Ahora estoy cien por cien seguro de que esto no es un sueño. Solo la realidad puede oler tan mal.

Me desplomo sobre una silla de plástico y hago algunas respiraciones profundas (por la boca, obviamente). Harv sacude la cabeza al verme, desesperado, dar bocanadas de aire.

—Tío, relájate un poco —dice, riendo—. Vas a estar bien. No es como si tuvieras el papel principal. ¿Qué es lo que tienes que decir? ¿Unas tres líneas?

Apenas presto atención a lo que dice. Hay un calendario de la revista Nuts colgado sobre el microondas salpicado con salsa de tomate. Justo encima de las tetas parcialmente expuestas de Michelle Marsh está la prueba que busco, la prueba que temía:

DICIEMBRE 2005.

He retrocedido quince años en el tiempo.

Aporrea una lata de cerveza sobre la mesa, frente a mí. Ahora habla por un pequeño móvil tipo concha de color azul eléctrico. Dios mío, recuerdo ese móvil. Creía que le asemejaba a algún personaje de The Wire.

—Hey, Marek —dice—. Todo está bien, relájate, ya lo encontré…, ajá, sí, está bien. Solo algo nervioso… ya sé, tres líneas, es lo mismo que le dije. En fin, vamos de camino, así que no perdáis la calma… guay. Nos vemos en un segundo.

Cierra el móvil con un clic satisfactorio. Le encantaba hacer eso.

—Bueno, es oficial: Marek está perdiendo la cabeza. —Me informa—. Pensó que habías desertado. Al parecer, la chica encargada del atrezo renunció en el último minuto. Está llamando a todo el mundo para encontrar algún sustituto.

No logro comprender lo que pasa. Sé que probablemente debería estar llorando o gritando o ingresando en un manicomio, pero lo único que mi cerebro parece capaz de hacer es repasar una lista de todas las películas de viajes temporales que he visto. 12 monos, Terminator, Timecop: policía en el tiempo: todas implican a sujetos a los que mandan al pasado para asesinar a alguien importante. ¿De eso se trata esto? ¿Sería posible que Geordie Claire se convirtiera en la próxima Hitler o algo así? Después de todo, es vegetariana.

Pero también están otras películas como Las alucinantes aventuras de Bill y Ted, Regreso al futuro, Atrapado en el tiempo

—Harv… —Lo observo con mirada perpleja—. ¿Qué sucede en Atrapado en el tiempo? Quiero decir, ¿por qué el protagonista viaja al pasado?

Si la pregunta le parece extraña, Harv no parece expresarlo. Simplemente le da unos golpecitos con los dientes a la lata de cerveza, pensativo.

—Hum… él es algo así como un presentador del tiempo que está como cabreado con todo, ¿no? Y vive el mismo día una y otra vez hasta que finalmente… se folla a Andie MacDowell, ¿no? ¿No es de eso de lo que trata?

Asiento. Él me sonríe.

—Oye, tío, te apuesto a que podemos nombrar todas las pelis de Bill Murray, empezando con Atrapado en el tiempo, ¿qué dices? —Le echa un vistazo al reloj—. Olvídalo, mejor no. Marek me mataría.

Deja la lata de cerveza y me levanta tirándome del hombro.

—Vamos, tío, tenemos que irnos.

Todo sobre nosotros

Подняться наверх