Читать книгу E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020 - Varias Autoras - Страница 13

Capítulo Ocho

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Louise y Thomas, el matrimonio que atendía la casa, le pareció muy agradable. Pero cuando descubrió que Flynn había contratado a una enfermera para que cuidase de ella Danielle estuvo a punto de darse la vuelta. Era demasiado. Todo estaba ocurriendo tan rápido…

Agotada, se metió en la cama y dejó que Jean, una mujer muy cariñosa, la atendiera.

Pero cuando despertó, unas horas después, y pensó en lo que Monica diría de todo aquello se le hizo un nudo en el estómago. Su suegra se había ido a Palm Springs para estar con su hermana unos días, de modo que al menos se ahorraba darle explicaciones por el momento.

Se lo contó a Flynn cuando fue a verla una hora después.

–Yo me encargo de Monica, no te preocupes.

–No, tengo que hablar yo con ella.

–No quiero que te disgustes. No, el médico ha dicho que no debías disgustarte –insistió Flynn–. Por cierto, casi no has cenado nada.

–No tengo hambre.

–Pero tienes que comer algo.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que Flynn parecía cansado. También había sido un día largo para él.

–¿Tú has cenado?

Él pareció sorprendido por la pregunta.

–No. Había pensado cenar aquí y hacerte compañía.

–¿Aquí?

–Este es nuestro dormitorio, Danielle.

–No recuerdo haber aceptado dormir contigo.

–Y yo no recuerdo habértelo preguntado.

–Flynn, no…

Todo empezaba otra vez. Como Robert, ahogándola, asfixiándola.

Él pareció leer sus pensamientos.

–Olvídate de él.

–No puedo.

–Enfréntate a los hechos, Danielle. Él solo te deseaba físicamente porque no podía tenerte emocionalmente. Por eso no te dejaba ir. Por eso no se atrevía a dejarte tu espacio. Pero yo no soy él.

Danielle sabía que tenía razón. Y le dolía que el hombre que había sido su marido la hubiera usado de esa manera.

–¿Y tus razones son diferentes a las de Robert?

–Mis razones son mis razones, pero voy a decirte una cosa: son más nobles que las suyas.

Era cierto y Danielle lo sabía. A pesar de su actitud tiránica al principio, durante aquellos días había ido descubriendo al otro Flynn, el que mantenía guardado, escondido. Y ese hombre había llenado un vacío que nadie más había llenado en toda su vida.

Ni Robert.

Ni Monica.

En cuanto a esta última, tuvo oportunidad de hablar con ella antes de lo que esperaba. Porque aquella misma noche la llamó por teléfono.

–¿Cómo ha conseguido este número?

–Hice que traspasaran todas tus llamadas aquí.

Flynn no quería que hablase con ella, pero Danielle sabía que debía hacerlo.

–Si no contesto, se preocupará. No puedo hacerle eso.

–¿Prefieres llevarte una bronca?

–Tengo que contestar. Dame el teléfono.

La conversación no fue muy agradable. Su suegra insistía en que todo aquello era cosa de Flynn, que le había lavado el cerebro, que quería algo sucio de ella… incluso que quería robarle a su nieto.

Danielle, angustiada, tuvo que apartarse el teléfono de la oreja cuando empezó a gritar, pero Flynn se lo quitó de la mano.

–Monica, soy Flynn Donovan. Danielle va a quedarse unos días conmigo. Acostúmbrate a la idea.

Y después de eso, colgó.

–Flynn…

–No dejes que te manipule, Danielle.

–No sabes con quién te enfrentas –suspiró ella.

–La única persona que me importa eres tú, cariño.

* * *

Una hora después, Danielle estaba leyendo una revista cuando oyó voces airadas en el pasillo. Y una de ellas era la de… ¡la de Monica!

Que entró en su habitación como una tromba un segundo después.

–¡No me lo puedo creer! ¡La has secuestrado!

–Danielle no ha sido secuestrada. Ha venido por propia voluntad, aunque dudo que tú entiendas ese concepto –suspiró Flynn.

–Mira quién habla. A Danielle ni siquiera le caes bien. Ella misma me lo dijo. ¡Te odia! ¡Por eso la has secuestrado!

Danielle había oído más que suficiente.

–Flynn tiene razón, Monica. He venido por propia voluntad.

–¡No tienes que decir eso solo porque él está aquí! Yo te protegeré.

–¿De qué? ¿De qué quieres protegerme? Flynn no me ha hecho nada, al contrario. Se ha portado muy bien conmigo.

–Deberías haber venido a mi casa…

–No hace falta. Estoy bien aquí.

Monica la agarró entonces por la muñeca.

–¿Pero no te das cuenta de que él solo quiere una cosa de ti?

–Lo único que quiero de Danielle es que se case conmigo.

–¡Casarse contigo! No puedes casarte con ella. Está embarazada de mi hijo, es el hijo de Robert.

–El niño también es parte de Danielle y, como mi mujer, también será parte de mi vida.

–Tú nunca podrías amar al hijo de otro hombre –replicó Monica, airada.

–Al contrario.

Algo le ocurrió a Danielle al oír esas palabras. No sabía por qué ni intentó entenderlo, pero por primera vez desde la muerte de sus padres sintió que su corazón estaba lleno.

–¡A ti no te importan ni Danielle ni el niño!

–No soy yo el que está gritando cuando ella no se encuentra bien –replicó Flynn.

–Danielle, ¿cómo puedes hacerme esto? Tú sabes que el niño es de Robbie. ¡Es mío!

–Vete de mi casa –dijo Flynn entonces–. No voy a permitir que la manipules.

–¿Yo? ¡Eres tú quien la está manipulando! Tú quien quiere algo de ella… todo esto es culpa tuya.

–No, Monica, es culpa tuya –dijo Danielle–. Tú mimaste tanto a Robert que lo convertiste en un hombre sin carácter, una persona que lo quería todo sin dar nada a cambio.

–¡Pero tú eras su mujer!

–Era su mujer, no su esclava. Yo también tenía derechos.

Monica abrió la boca y volvió a cerrarla. Y entonces algo pareció romperse dentro de ella.

–Era mi hijo. ¡Mi hijo! Y ahora está muerto. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer sin mi Robbie?

Flynn le hizo una seña a Jean.

–Flynn…

–No, deja que ella se encargue. Es una profesional.

Jean tomó a Monica por la cintura y la sacó suavemente de la habitación.

–Monica es la responsable de que me echaran del apartamento, ¿verdad?

–Sí, creo que sí –contestó él.

–Y tú querías protegerme de ella.

–Sí. Pero esa no es la única razón por la que te he pedido que te cases conmigo.

–¿No?

–No, Danielle. Me siento muy atraído por ti. Quiero que seas mi esposa. Por mí, no por Monica. Pero si después de que nazca el niño quieres marcharte… no te detendré. Y te debo una disculpa por todo lo demás. Por cómo te he tratado, por lo que he pensado de ti, por creer las mentiras que contó Robert…

–Déjalo, Flynn.

–Aunque sospecho que todo eso no es más que la punta del iceberg.

–Sí, me temo que así es.

–Cuéntamelo, Danielle.

Ella dejó escapar un largo, largo suspiro.

–Casarnos fue un error desde el principio, pero yo quise creer que no era así. Después de un tiempo ya ni siquiera podía disimular…

–¿Lo querías?

–Pensé que lo quería, pero pronto descubrí que su idea del matrimonio era muy diferente a la mía. Él quería amor incondicional y yo… yo quería ser libre.

–Pero te quedaste embarazada.

–Fue un error, un accidente. Yo no habría querido que un niño se criase en ese ambiente. Robert me juró que todo sería diferente, que iba a cambiar, que no iba a dejarse manipular por su madre, pero… murió en un accidente una semana después.

Flynn la miró, pensativo.

–Siento lo que te hizo, lo que te hicieron. Ojalá pudiera borrar esa etapa de tu vida.

De repente, los ojos de Danielle se llenaron de lágrimas.

–Ya lo has hecho. Cuando hacemos el amor me haces sentir como una mujer, no como una pobre excusa de esposa.

–Tú nunca serías una pobre excusa de nada.

–Gracias –murmuró ella.

Una hora después, cuando Danielle se había quedado dormida, Flynn bajó al estudio y se sirvió una copa de whisky. Debería haberle quemado la garganta, pero no era así. Estaba ardiendo por dentro. Ardiendo por tomar a un hombre muerto del pescuezo y arrancarle el corazón.

Y Monica. A la que Jean había tenido que llevar a casa después de darle un calmante. Menuda pareja.

Pero lo peor de todo era que él le había hecho lo mismo que su marido y su suegra. La había tratado mal, la había despreciado… pobre Danielle. No podía perdonárselo a sí mismo.

Connie le había entregado por la mañana el informe que había encargado sobre Danielle y su marido. Y esa información lo había puesto enfermo. Ahora sabía que todas sus acusaciones habían sido infundadas. Danielle no era una buscavidas y no se había gastado el dinero del préstamo.

Y, a pesar de lo mal que se había portado con ella, Danielle lo había perdonado.

Flynn volvió a tomar otro trago de whisky. Había hecho falta una seductora rubia de ojos azules para recordarle que el mundo no se había hecho a medida de Flynn Donovan. Se sentía humilde y esa era una sensación que no había tenido en mucho tiempo.

E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020

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