Читать книгу E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020 - Varias Autoras - Страница 25

Capítulo Siete

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–No puedo perdonarle, Laney. No confío en él –dijo Julia esa noche.

Poco después de quedarse a solas con su amiga, se lo había confesado todo sobre su relación con Trent, con todo lujo de detalles. Laney no se habría conformado con menos, y esa era la oportunidad perfecta. Los hombres de la familia Tyler se habían quedado tomando una copa en el Sunset Bar.

Julia se había tumbado en la cama de Laney después de haberla ayudado a hacer una nota de agradecimiento por los regalos que había recibido. La joven ataba y desataba el lazo de un regalo sin cesar.

Laney cerró el libro para bebés que estaba leyendo y miró a su amiga.

–Trent es muy ambicioso. Y competitivo. Pero merece la pena luchar por él, Julia.

–¿Entonces crees que debería olvidar lo que me hizo?

–Evan se propuso destruir la compañía de mi padre y yo le perdoné.

–No te ofendas, cielo. Pero no tenías elección.

Laney se tocó el vientre con cariño.

–¿Lo dices porque me quedé embarazada?

Julia asintió y deseó no haber sido tan directa.

–Eso ha sido lo mejor que me ha pasado nunca. Si no hubiera sido por el bebé, Evan y yo podríamos no haber terminado juntos. Yo lo odié de verdad –esbozó una sonrisa franca–. Durante un minuto.

–Mi situación con Trent es muy distinta –Julia tiró del lazo, lo ató por última vez y lo tiró al suelo. Entonces se incorporó y cruzó las piernas–. Mi orgullo está herido. Trent me hizo daño.

–Pero él te quiere, Julia. Me bastó con verlo contigo esta tarde para darme cuenta. Brock tendría que haber ardido en llamas con las miradas que le lanzaba su hermano.

Julia sonrió al recordarlo.

–Me di cuenta –dijo.

Por desgracia, aquello no era un consuelo. Trent competía con su hermano Brock de todas las formas posibles.

–¿Cómo es que Evan no forma parte de esta rivalidad entre hermanos?

–Porque está locamente enamorado y ya no juega a esos juegos –dijo Laney en un tono serio, y entonces se echó a reír–. Es una broma. Evan también es muy competitivo. Pero su padre murió cuando los chicos eran muy pequeños y, como él era el mayor, asumió muchas responsabilidades. Además, Evan quiere que los hoteles prosperen y un poco de competición sana entre hermanos nunca viene mal. Todo el mundo gana.

Julia entendía por qué, pero habría deseado no convertirse en la marioneta de Trent.

Laney dejó el libro a un lado y se inclinó hacia delante.

–Oye, nunca te he visto así –le dijo, tomándola de la mano–. Estás loca por él, ¿verdad?

Julia contestó con honestidad.

–Desde la primera vez que lo vi. ¿Cómo puedo enamorarme de un hombre en quien no confío? Debería haber aprendido la lección con Jerry Baker. Él era muy ambicioso y me utilizó para ascender profesionalmente. De hecho, creo que los dos tienen mucho en común.

Laney se levantó de la silla y se sentó en la cama, al lado de Julia. Las dos permanecieron en silencio durante unos instantes.

–Si Trent no te hubiera hecho lo que te hizo, no estarías aquí ahora mismo –dijo Laney.

Julia asintió.

–Seguiría el camino profesional que yo misma había elegido.

–¿Dejarías todo lo que has hecho aquí? Las experiencias que has tenido… ¿Lo dejarías si pudieras volver?

–¿Quieres decir si no me hubiera enamorado de Trent?

Laney la miró a los ojos.

–¿Preferirías no haberlo conocido a cambio de recuperar lo que perdiste? Piénsalo.

Julia pensó en Trent. Duro, apuesto, inteligente, divertido… Cuando se llevaban bien, había llegado a creer que él era todo lo que una mujer necesitaba. ¿Qué mujer no querría tener un vaquero como él?

–Esa pregunta no es justa, Laney.

–Puede que no, pero a veces hay que hacer un acto de fe. Tenemos que arriesgarnos para conseguir lo que deseamos, aunque no nos den ninguna garantía. Lo que Trent te hizo está muy mal. Cometió un error…

–Él no opina lo mismo.

–De acuerdo. No es perfecto, pero yo sé que es un buen hombre. Su mayor fallo es que se deja cegar por la ambición. Evan también era así, pero una mujer puede cambiar eso.

Julia escuchó a su amiga y asimiló sus consejos.

–¿Me estás diciendo que debería lanzarme a la piscina sin saber si hay agua suficiente?

Laney entrelazó las manos con las de Julia.

–Solo tú sabes la respuesta a esa pregunta –sonrió–. Tú y yo siempre seremos como hermanas. ¿Pero no sería genial si fuéramos parte de la misma familia? Nada me gustaría más.

Julia le dio vueltas a aquel pensamiento feliz, pero por más que lo intentó, no pudo creer que fuera posible.

–Todavía sigues soñando como lo hacíamos a los quince años, Laney. Yo creo que eso ya lo tengo superado.

–¡Ni lo pienses! –exclamó Laney, convencida–. Tú tendrás todo lo que quieras, Jules, aunque tenga que poner en firme a Trent yo misma.

Julia sonrió. Su amiga intentaba protegerla a toda costa, y ella la quería mucho más por ello.

–Te lo agradezco, Laney, pero me prometiste que no dirías nada. Necesito que cumplas tu promesa.

–Sí, bueno, quizá no debí prometértelo –Laney se puso en pie para estirar la espalda.

–¡Oh! –dijo Laney. Tomó la mano de Julia y se la puso sobre el vientre.

Julia sintió un movimiento y después una patada.

–Dile «hola» a tu tía Julia, cariño –susurró Laney.

–Hola, bebé Tyler –dijo Julia suavemente.

Julia se negó a dejar que sus problemas empañaran ese momento entrañable. Al día siguiente Laney, Evan y el resto de invitados se marchaban a casa, y las cosas volverían a la normalidad en el Tempest West.

Tenía que concentrarse en el trabajo y olvidar a Trent Tyler.

–Te gusta –dijo Brock, dándole un codazo a Trent.

Los hermanos Tyler estaban tomando una copa en el bar.

Trent le dio la espalda a la barra y contempló el paisaje nocturno, iluminado por miles de estrellas. La fresca brisa de octubre le molestaba más que el comentario de Brock. Bebió un sorbo de whisky.

–Lo que tú digas.

–Estás loco por ella –dijo Brock.

Trent no tuvo que mirarlo para ver su sonrisa burlona.

Se encogió de hombros. Tenía muchos años de práctica y Brock ya no lograba sacarlo de sus casillas.

–No es asunto tuyo.

–Es espectacular –dijo Brock–. También debe de tener cerebro si la has contratado para sacar este hotel del agujero. Tengo que conocerla un poco más.

–Tú flirteaste con ella, pero ella no flirteó contigo –dijo Evan–. Eso sí que es una mujer inteligente.

Brock siguió adelante, sin dejarse amedrentar.

–¿Eso es un desafío? Sabes que me gusta competir.

Evan levantó las manos.

–Eso es entre Trent y tú. Yo solo estoy apuntando algo que es obvio. Tus encantos no surtieron efecto hoy.

Trent dejó escapar una carcajada.

Brock no se rio.

–Si no estás interesado, yo podría…

–Piérdete –Trent puso la copa en la barra y miró a Brock a los ojos.

Su hermano se apartó con una mueca en los labios.

–Creo que tengo una respuesta –Brock se bebió el último sorbo de su bebida y le hizo señas al camarero para que le pusiera otra–. Hay rumores sobre la rapidez con que se logró el trato con los restaurantes Bridges. Parece que tiene algo que ver con el contrato de Julia.

–¿Ella te lo dijo? –Trent se preguntó cuánto sabía Brock sobre el trabajo de Julia en el Tempest West.

–Digamos que tengo una intuición muy buena –dijo Brock con una media sonrisa–. Y sé sumar dos más dos. Llevábamos meses detrás de ese acuerdo y, de repente, logras un trato con ellos.

Trent sacudió la cabeza.

–Te estás tomando demasiadas molestias para estar tan seguro de conseguir la victoria. ¿Acaso te has asustado al ver este lugar?

–¿Asustado? Claro que no. No tienes nada que hacer. Este lugar –dijo mirando alrededor– no está mal. Tiene un buen ambiente y estilo. Pero está aislado y no tiene gancho suficiente para que los clientes vuelvan.

Trent no opinaba lo mismo. Él creía en el talento de Julia.

–Si estás tan seguro, ¿quieres subir las apuestas?

–¿Qué tienes en mente?

Mientras Trent buscaba un trofeo, Evan hizo una propuesta.

–¿Qué tal el «pájaro»?

–Es tuyo, Ev –dijo Brock con la voz llena de envidia sana.

Aquel Thunderbird clásico llevaba muchos años en el garaje de su madre, que acababa de anunciar que estaba dispuesta a deshacerse de él.

–Por derecho te corresponde a ti.

–Por ser el primogénito –añadió Trent.

Evan hizo una mueca.

–Ah, pero ahora yo tengo todo lo que necesito. Y no soy aficionado a los coches. Nunca lo he querido tanto como Trent y tú. De niños se os caía la baba por él. Había pensado en dároslo a uno de los dos, pero no sabía a cuál. Esto es mejor que echarlo a suertes, ¿no? Y como los dos estáis muy seguros de ganar la apuesta…

Trent y Brock se miraron y asintieron. Parecía un buen plan. Evan tenía razón: a Trent le encantaba aquel coche; un incentivo más para hacer del Tempest West un hotel de primera.

–Yo me apunto.

–Y yo –dijo Brock.

Trent le estrechó la mano a su hermano.

–¿Trato hecho?

–Trato hecho.

–Como fuisteis los padrinos de nuestra boda y como os queremos mucho –empezó a decir Laney–, nos gustaría haceros una pregunta –le agarró la mano a su marido.

Los cuatro estaban sentados en el balcón de la suite y la luz de la mañana se reflejaba en las cristalinas aguas de Destiny Lake. Porcelana elegante y flores amarillas adornaban la mesa. El aroma a café recién hecho llenaba el aire.

Aquella invitación a desayunar estaba rodeada de misterio.

«Los dos tenéis que venir a desayunar con nosotros…».

Laney miró a Evan y él hizo un gesto con la cabeza. Ella sonrió y los dos intercambiaron miradas secretas de amor.

Un golpe de calor le inundó las mejillas a Julia. Ella lo habría dado todo por que un hombre la mirara así, con amor y sinceridad. También se merecía ser amada de esa forma y no se iba a conformar con menos.

Por desgracia, Trent no era capaz de sentir esa clase de amor, por lo menos no con ella. Él había dejado sus prioridades muy claras, así que no había lugar para la esperanza.

La voz sincera de Laney interrumpió sus pensamientos.

–A Evan y a mí nos gustaría mucho que fuerais los padrinos de nuestro hijo, cuando llegue.

Aquella petición tomó a Julia por sorpresa. Ella siempre había esperado tener aquel honor, pero oírselo decir a Laney lo hacía todo tan real… Las lágrimas no la dejaron encontrar las palabras adecuadas. Desbordada por la emoción, solo pudo asentir con un gesto.

Por debajo de la mesa, Trent le puso la mano en el muslo. Su miradas se encontraron un momento y una sonrisa asomó a sus labios.

–Creo que eso es un «sí» de los dos –dijo él, y le dio un pequeño apretón antes de retirar la mano.

Todos se pusieron en pie y empezaron a hablar al mismo tiempo. Evan estrechó la mano de Trent y le dio un abrazo. Laney y Julia se abrazaron con fuerza y las lágrimas corrieron por sus mejillas.

Evan sirvió el champán y todos brindaron por los padrinos del bebé y…

–Por mi hermano, Trent –dijo Evan.

Trent y Julia alzaron las copas, las chocaron y bebieron un poco de champán. Laney bebió un pequeño sorbo y dejó la copa en la mesa.

–Muchas gracias a los dos. Sé que vais a ser unos padrinos excelentes. Ojalá pudiéramos quedarnos más, pero tengo una cita con el médico mañana.

–Y yo tengo que volver al trabajo. Tengo que pagarle la universidad a mi hijo –dijo Evan con un guiño.

Laney sacudió la cabeza y sonrió.

–Antes tendrá que pasar por preescolar, ¿no?

Cuando terminaron de desayunar, se despidieron con la promesa de avisar en cuanto Laney estuviera de parto. Julia no iba a perderse ese momento por nada del mundo.

Una limusina blanca llevó a los futuros padres al aeropuerto. Pero ellos no fueron los únicos que se marcharon. Julia tuvo que despedir al resto de invitados.

Decirle adiós a su padre no fue nada fácil, sobre todo porque parecía un poco triste. Julia le había oído decirle a Rebecca que la llamaría, y la madre de Trent parecía encantada.

–Déjalos boquiabiertos –le dijo su padre antes de irse.

–Por supuesto. ¿Es que no confías en mí? –se despidieron con un beso y prometieron llamarse todos los días.

Más tarde, Julia estaba en su despacho, absorta en sus propios pensamientos. Había tanto que hacer todavía… Esa misma semana iban a enviar las invitaciones y los catálogos. La nueva imagen del Tempest West estaba a punto de nacer con más prestigio.

No se dio cuenta de la llegada de Trent hasta que levantó la vista y lo vio de pie delante del escritorio. Llevaba unos vaqueros gastados, un sombrero negro y una camisa de cuadros azul oscuro… desabrochada a la altura del cuello. Había una mirada desafiante en sus ojos.

A Julia le dio un vuelco el corazón y decidió fingir estar muy ocupada. Tomó la invitación de muestra.

–La llamaremos Fiesta de Aniversario y solo se podrá asistir por invitación. Una nueva inauguración daría la impresión de que la primera fue un fracaso.

–Bien pensado –dijo Trent. Se apoyó en el escritorio, cruzó las piernas y los brazos y miró a Julia.

–Deja de mirarme –le dijo ella, incómoda. Se puso a mirar el nuevo formato del catálogo.

Trent esbozó una sonrisa pícara.

–Quiero hacer algo más que mirarte.

Julia negó con la cabeza.

–Eso no va a pasar.

–¿Quieres apostar?

Julia dejó los papeles a un lado. Trent no quería hablar de negocios.

–Por aquí sobran las apuestas, incluyendo el coche clásico de tu padre, por lo que he oído.

Laney la había puesto al tanto.

El padre de Trent había muerto joven. John Tyler sentía debilidad por los coches antiguos, pero solo había podido restaurar uno, un Thunderbird azul turquesa de 1959.

–Ese premio será para mí. Sin duda alguna.

La confianza de Trent no tenía límites.

–Eso espero. Si es así, significará que he hecho bien mi trabajo. Ahora, si no te importa, tengo cosas que hacer.

–Sí me importa –dijo Trent en un tono tajante.

Se inclinó hacia delante y la agarró de la cabeza. Buscó su mirada un instante y entonces la besó hasta hacerla perder la razón. El beso duró cerca de un minuto, y cuando Julia logró tomar aliento se dio cuenta de que la había sorprendido en un momento de debilidad. Trent conocía sus momentos vulnerables y sabía cómo volverla loca.

Trent la hizo incorporarse y ella se arrojó a sus brazos libremente. Él le puso las palmas en el trasero y se apretó contra ella hasta hacerla sentir su erección.

–Quiero tumbarte sobre este escritorio y hacerte el amor hasta que olvidemos en qué planeta vivimos –le susurró al oído.

Julia miró el escritorio; una hoguera de deseo ardía en su vientre. Trent ladeó la cabeza y le lanzó una sonrisa fugaz.

–Julia, tengo una pregunta… –Kim irrumpió en el despacho con un montón de carpetas.

La joven se detuvo en mitad de la habitación, asombrada.

–Oh, lo siento, Julia… Lo siento mucho –dijo, y salió del despacho al tiempo que Julia se apartaba de Trent–. Volveré más tarde.

–Sí, vuelve más tarde, Kim –dijo Trent, molesto.

Julia sintió un fuego abrasador en la garganta. En cuanto Kim se marchó, sacudió la cabeza y señaló a Trent con el dedo.

–¿Cómo esperas que haga mi trabajo si entras aquí y…?

Él se encogió de hombros.

–No lo tenía planeado.

Ella cerró los puños y los apoyó sobre las caderas.

–¿Ah, no?

–Vine por una razón, y no fue para seducirte… Y no es que eso sea mala idea. Si Kim no hubiera sido tan inoportuna, ya estarías desnuda sobre el escritorio y estaríamos…

–¡Basta! –Julia ahuyentó de su mente aquella imagen apasionada.

Lleno de confianza, Trent contraatacó.

–Te ha gustado, ¿eh? –le dijo, sonriendo.

A Julia le faltó decisión. Trent la hacía perder el equilibrio con sus directas e indirectas. Su disciplina organizada se tambaleaba cuando él estaba cerca y su propio cuerpo la traicionaba cuando la tocaba.

Julia miró los catálogos y trató de esconder el deseo que él había descubierto.

–Dime a qué has venido.

Trent hizo una mueca.

–Los caballos salvajes han llegado.

Julia parpadeó al oír la noticia.

–He pensado en lo que me dijiste sobre poner en peligro a los huéspedes y creo que he encontrado una solución.

–¿Y?

–Me gustaría que vieras lo que tengo en mente.

Trent esperó una respuesta con paciencia.

El Trent Tyler que la había llevado al cielo unos minutos antes era muy peligroso, pero el que estaba dispuesto a jugarse el dinero y el orgullo porque creía en ella lo era mucho más.

E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020

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