Читать книгу E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020 - Varias Autoras - Страница 7
Capítulo Dos
ОглавлениеDanielle acababa de inclinarse para recoger unos cristales del suelo cuando sonó el timbre. Sobresaltada, se cortó un dedo y, sin pensar, se lo llevó a la boca como cuando era niña. Afortunadamente, era un corte pequeño.
El pesado marco que le había caído en la cabeza mientras estaba intentando colocarlo ya le había provocado un chichón. Le daban ganas de tirarlo a la basura.
Pero todo eso quedó olvidado cuando abrió la puerta y se encontró a Flynn Donovan al otro lado, con un traje de chaqueta que, evidentemente, estaba hecho a medida.
–He oído ruido de cristales rotos –dijo él, sin preámbulos, mirándola de arriba abajo.
Era una mirada seductora, sensual… y Danielle sacudió la cabeza, recordando quién era aquel hombre y qué quería de ella. Como mínimo, querría dinero.
Y en el peor de los casos…
–¿Cómo ha entrado en el edificio? Se supone que el código de seguridad sirve para alejar a los indeseables.
–Tengo mis contactos –respondió él, con la arrogancia de los hombres muy ricos–. ¿Y los cristales rotos?
–Se me ha caído un cuadro.
–¿Te has hecho daño?
–No, un cortecito nada más –Danielle levantó el dedo para enseñárselo, pero al ver que el pañuelo estaba manchado de sangre se asustó.
–Eso no es un cortecito –murmuró él, tomando su mano.
Ella intentó apartarse, intentó que no le gustase el roce de su piel, pero Flynn no la soltaba.
–No me habría cortado si usted no hubiera llamado al timbre. Estaba recogiendo los cristales.
–La próxima vez dejaré que te desangres –murmuró él, quitándole el pañuelo para observar la herida–. No creo que tengan que darte puntos. ¿Alguna otra herida?
«Dile que no, dile que se vaya».
–Solo un chichón en la cabeza.
–A ver, enséñamelo.
–No es nada…
–Está sangrando.
Danielle tragó saliva.
–Me lo curaré ahora mismo.
–¿Dónde tienes el botiquín?
–En la cocina, pero…
Flynn la tomó del brazo.
–Vamos a limpiar la herida.
–Señor Donovan, supongo que tendrá cosas mejores que hacer que jugar conmigo a los médicos.
Él la miró entonces. No tenía que decir en voz alta lo que pensaba.
En cuanto llegaron a la cocina y Danielle sacó la cajita que hacía las veces de botiquín, Flynn empezó a buscar un algodón y ella aprovechó para apartarse un poco. Y para respirar.
–Siéntate en ese taburete, bajo la lámpara. Así podré verte mejor.
Eso era lo que Danielle se temía. Pero, con el corazón golpeando contra sus costillas, decidió no protestar. Lo mejor sería acabar con aquello lo antes posible.
Flynn se acercó, la bola de algodón que tenía en la mano en contraste con lo bronceado de su piel. Olía a una cara colonia masculina. Lo había notado cuando entró en su casa, pero el aroma se había intensificado ahora que estaban tan cerca.
Danielle dio un salto cuando él apartó un mechón de pelo de su frente y empezó a rozar la herida con el algodón. El roce era suave, pero firme, como debía ser el roce de un hombre. ¿Sería igual en la cama? Oh, sí, él sabría cómo encender a una mujer…
–Señor Donovan…
–Flynn –la interrumpió él.
–Señor Donovan, creo que…
–¿Cuánto tiempo tardarías en hacer la maleta?
–¿Cómo?
–Para ir a Tahití. Tengo que ir allí en viaje de negocios y mi jet está esperando en el aeropuerto. Podemos irnos en una hora.
–¿Tahití? –repitió ella, sin entender.
–Tengo una casa allí. Nadie nos molestará.
¿De verdad creía Flynn Donovan que ella haría algo así?
–¿Se puede saber quién cree que es? ¿Cree que puede hacerme saltar con solo chasquear los dedos? Lo siento, puede que sus amigas hagan eso, pero yo no.
–Vamos, Danielle. ¿A quién quieres engañar?
–¡El único que está intentando engañar a alguien es usted!
Flynn apretó los labios.
–No me subestimes, no soy tonto.
Danielle intentó mantenerse firme. Era un millonario, un hombre poderoso, y creía que ella le debía dinero. Y aunque querría negarlo, sabía que Flynn Donovan podía hacerle la vida imposible. Y no podía permitírselo. Tenía que pensar en otra persona además de en ella misma.
–Señor Donovan… yo no me acuesto con hombres a los que no conozco.
–No es eso lo que tu marido me contó.
Todo el color desapareció de su cara.
–Veo que no te gusta que te descubran –sonrió él.
¿Robert… su marido… el hombre con el que había estado casada durante tres años le había contado esa horrible mentira a Flynn Donovan? ¿Por qué?
–¿Qué le dijo exactamente Robert?
–Que te casaste con él por su dinero. Y que te lo gastaste mientras te acostabas con unos y con otros.
Afortunadamente, Danielle estaba sentada en el taburete o se habría caído redonda al suelo.
¿Cómo podía Robert haber dicho esas cosas sobre ella?
Creía amarlo cuando se casó con él. Y jamás, jamás se había acostado con otro hombre ni se había gastado su dinero. Nunca.
Entonces miró a Flynn Donovan. En ese momento odiaba a Robert por sus mentiras, pero lo odiaba a él mucho más por su falta de sensibilidad.
–Ya veo. Y, obviamente, usted lo creyó.
–Robert me explicó sus razones para pedir el préstamo, pero la verdad es que no me preocupaban mucho las referencias.
–Pero le prestó el dinero basándose en esas referencias –replicó ella, su voz increíblemente pausada considerando la angustia que sentía.
–No, se lo prestamos porque iba a recibir una herencia y pronto podría devolverlo. Nos pareció una operación factible. El problema es que tú te gastaste el dinero de la herencia antes de que Robert pudiese tocarlo.
¿Que ella se había gastado el dinero?
Danielle recordó entonces que Robert había dicho algo sobre una herencia de una de sus tías…
Que se hubiera gastado ese dinero además de los doscientos mil dólares dejaba claro lo irresponsable que había sido.
¿Y Monica? ¿Habría sabido ella algo? No, seguramente no. Su suegra era una mujer acomodada y nunca hablaba de esos temas. Además, seguramente nunca habría sospechado que su hijo tenía un serio problema con el dinero.
Ella tampoco había sospechado nada. Pero una cosa estaba clara: nadie la creería.
–¿Por qué lo niegas? Vuestro coche cuesta cincuenta mil dólares, por no hablar de los frecuentes viajes a Europa, las compras… y vuestras tarjetas de crédito están al límite.
¿Viajes a Europa, compras? ¿Alguien había robado su identidad? Desde luego, ella no había hecho todas esas cosas. Era Robert quien…
Oh, no. ¿Eso era lo que hacía su marido durante sus frecuentes «viajes de trabajo», en los que prefería que ella se quedara para hacerle compañía a su madre?
En cuanto al coche, no sabía lo que valía. Robert siempre parecía tener dinero y, que ella supiera, el coche estaba solo a su nombre.
Entonces se le ocurrió algo. Los viajes, las compras… eso era algo que un hombre no haría solo.
¿Le habría sido Robert infiel? ¿Habría vivido una doble vida?
¿Y por qué eso no le dolía como creía que debía dolerle?
De repente, el rostro de Flynn estaba delante de ella, devolviéndola al presente.
Danielle se echó un poco hacia atrás cuando tomó su mano para ponerle antiséptico en la herida. La ternura de sus gestos la confundía. ¿Cómo podía ser tan dulce y tan duro de corazón a la vez?
Pero no pensaba mostrarse insegura, porque Flynn Donovan se aprovecharía de eso.
–Señor Donovan, usted cree que solo quiero su dinero y, sin embargo, está dispuesto a llevarme de viaje. Eso no tiene sentido.
–Tiene mucho sentido –murmuró él, levantándole la barbilla con un dedo. Luego empezó a inclinar la cabeza y Danielle levantó la suya dispuesta a… dispuesta a…
Dios Santo, ¿qué estaba haciendo?
–No pienso ir con usted –le espetó, atónita por lo cerca que había estado de besarlo.
–¿Ah, no? –replicó Flynn, arrogante.
–¿Le importaría marcharse? Estoy esperando a… un amigo.
–No, tú no tienes ningún… amigo.
–¿Y usted qué sabe?
–A lo mejor he estado haciendo averiguaciones –sonrió Flynn–. Pero no he tenido que hacerlo. Un hombre sabe esas cosas. Tiemblas cuando te toco… –Flynn rozó su brazo con un dedo–. ¿Lo ves?
–De repulsión.
Él soltó una carcajada.
–Ninguna mujer me había dicho eso antes.
–Pues será mejor que se vaya acostumbrando.
–¿Por qué? ¿Esperas que te toque mucho? No, será mejor que tú te acostumbres a temblar. Porque pienso hacerte temblar… a menudo.
–Deje de jugar conmigo…
–Ah, pero es que el juego acaba de empezar. Me debes dinero y pienso recuperarlo.
–¿Ahora mismo?
–No, prefiero esperar y saborearte con tiempo, a mi ritmo.
Danielle se quedó sin aliento.
–No soy un pastel.
–¿No? Pues yo diría que estarás muy rica a mordisquitos.
–Le aseguro que acabaría envenenándose.
–Pero antes lo habría pasado bien –sonrió Flynn, irónico–. Como tú. Gasta ahora, paga después. Ese es tu lema, ¿no? A saber a cuánta gente has intentando engañar.
Danielle se puso rígida. Ella no había intentando engañar a nadie en toda su vida. Siempre había sido considerada, seria y leal. Incluso con Robert. Había seguido con él a pesar de los problemas de su relación porque creía en las promesas del matrimonio.
Claro que no sabía que Robert no se había tomado las suyas en serio.
–¿No tienes nada que decir?
¿Se atrevía a contarle la verdad? ¿Se pondría Flynn aún más furioso cuando supiera que no podía tenerla? ¿Y por qué no podía tenerla? ¿Se volvería vengativo, como Robert cuando no se salía con la suya?
–Señor Donovan…
–Flynn.
–Flynn –repitió Danielle, concediéndole ese punto para no discutir–. Lo siento, pero no pienso compartir su cama.
–¿No? ¿Por qué no?
La insolencia que había en su mirada hacía que se le encogiera el corazón.
Danielle bajó del taburete y, al hacerlo, se llevó una mano a los riñones. Le dolían, pero era de esperar.
–¿Estás embarazada? –exclamó Flynn entonces.
Ella lo miró, perpleja. ¿Cómo lo había sabido? Aún no se le notaba nada. Pero quizá era lo mejor. Quizá saber que iba a ser madre sería más efectivo que todas las explicaciones del mundo.
Sin darse cuenta, Danielle se llevó una mano al abdomen, como para protegerse.
–Eso es lo que quería decirle.
Él la miró durante largo rato y después se apartó, rígido, su rostro una máscara de desprecio.
–Ahora lo entiendo todo. Por eso no querías acostarte conmigo. Quieres algo más.
–¿Más de qué?
–Un certificado de matrimonio, por ejemplo.
–Está usted loco –consiguió decir Danielle.
–Te has gastado el dinero de tu marido y ahora estás buscando otro primo. ¿Y qué mejor para encontrar compasión que hacer el papel de doliente viuda que espera un hijo y no tiene un céntimo? Pobre, preciosa Danielle… La mayoría de los hombres daría lo que fuera por poseerte y estar embarazada te hace aún más atractiva para algunos –Flynn la miró de arriba abajo, furioso–. ¿Es hijo de tu difunto marido?
Ella estaba horrorizada. ¿Cómo se atrevía a hablarle de esa forma?
–No tiene ningún derecho a hacerme esa pregunta, pero sí, lo es.
–¿Robert lo sabía?
No era asunto de Flynn Donovan, pero Danielle asintió con la cabeza.
Robert se había mostrado encantado con la noticia, aunque el embarazo había sido un accidente. Ella no quería tener hijos hasta que las cosas mejorasen entre ellos, pero debió olvidarse de tomar la píldora algún día…
Naturalmente, al principio temió la reacción de Robert. No porque no quisiera al niño, sino porque Monica y su marido querían a los demás de una forma asfixiante. Pero sabía que ella podría controlar eso y había empezado a sentirse feliz también. Su hijo llevaría algo de alegría a sus vidas.
Y lo haría de todas formas, pensó.
–Señor Donovan, deje que le aclare una cosa: no tengo intención de buscar un padre para mi hijo. Y aunque la tuviera, no sería usted, se lo aseguro. Mi hijo merece algo mejor que un hombre que tiene un talonario por corazón.
–No me conoces, Danielle. Si ese fuera mi hijo, no tendrías alternativa.
Y después de decir eso, salió del apartamento.
Danielle se quedó donde estaba, con los ojos empañados. ¿Cómo podía su marido haber contado esa sarta de mentiras sobre ella? Jamás habría pensado que le podía pasar algo así.
El día anterior no conocía a Flynn Donovan y pensó que la carta sobre el préstamo era un error. Ahora había sido acusada no solo de engañar a su marido y gastarse su dinero, sino de haber quedado embarazada de forma calculada…
Estaba claro que Donovan no tenía una gran opinión sobre ella. Pues muy bien, tampoco ella tenía una gran opinión sobre el magnate que, seguramente, la demandaría por impago.
Pero encontraría alguna forma de pagar ese dinero, se dijo. ¿Cómo podía disfrutar de su independencia sabiendo que su marido había robado doscientos mil dólares?
Y tenía mucho que perder si no lo hacía.
De repente, Danielle pensó que Monica se enteraría de todo. Y si la madre de Robert sabía lo del préstamo intentaría quitarle la custodia del niño. Sí, lo haría. Danielle estaba absolutamente segura. Su suegra quería… no, necesitaba a alguien que reemplazase a Robert… ¿y quién mejor que su nieto?
Si Flynn Donovan creía que ella se había gastado el dinero, Monica lo creería también. Si la demandaba por la custodia del niño, podría declarar que no la creía una madre responsable. ¿Y cómo iba a demostrar ella que esa no era su firma? Su suegra solo necesitaría un juez compasivo… o uno corrupto.
El corazón de Danielle se encogió de tal modo que tenía dificultades para respirar. No podía arriesgarse a perder a su hijo. No podía hacerlo.