Читать книгу E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020 - Varias Autoras - Страница 21

Capítulo Tres

Оглавление

–Normalmente veríamos los alrededores a caballo, pero nos llevaría demasiado tiempo. Hoy vamos a hacerlo de un modo más elegante –Trent le abrió la puerta del todoterreno.

Con una sonrisa Julia miró el polvoriento vehículo.

–Me parece bien.

Trent se bajó el ala del sombrero y le cerró la puerta del acompañante.

Se dirigieron hacia los establos por la vía de servicio. En breve se encontraron con caballos bayos y palominos. Los animales parecían bien cuidados y tranquilos.

–Tenemos cuarenta caballos y ocho vaqueros. En ocasiones hay entre diez y veinte caballos de paseo. Hay una oficina en el establo. Ahí trabaja nuestro capataz, Pete Wyatt. Él se encarga de programar los paseos a caballo.

Trent detuvo el coche y bajó, seguido de Julia. Fueron hasta la entrada de los establo.

Un hombre de la edad de Trent dio un paso adelante con una sonrisa en los labios y la mano extendida.

–Usted debe de ser la señorita Julia Lowell. Yo soy Pete. Me ocupo de los establos. Usted es la persona que nos va a ayudar a salir adelante –dijo con certeza.

Julia le estrechó la mano y miró a Trent.

–¿Y cómo voy a hacerlo? –preguntó ella.

–Consiguiendo más clientes –dijo Pete, como si estuviera diciendo algo obvio–. Solo trabajamos con la mitad de los animales. Son caballos de raza. Todos. No hacen suficiente ejercicio. Son demasiado salvajes como para estar encerrados. Vamos, le enseñaré cómo trabajamos.

Media hora después, Julia volvió al coche en compañía de Trent. Antes de emprender el camino de regreso hizo algunas anotaciones en su PDA.

–Parece que has convencido a todos de que obro milagros.

Trent la miró un instante.

–¿Demasiada presión?

–Trabajo mejor bajo presión –admitió Julia con honestidad.

Trent le lanzó una mirada satisfecha, como si ya lo supiera. Su fe en ella la intimidaba, pero también le subía la moral.

A continuación se dirigieron a la zona limítrofe de Crimson Canyon, donde el cielo azul se fundía con la tierra roja. Trent se detuvo en lo alto del cañón. A sus pies se extendía un abismo que parecía infinito.

–Esto es Shadow Ridge. Es mi zona favorita de toda la propiedad.

–Ya veo por qué –la belleza de la naturaleza deslumbró a la joven, que se sintió insignificante y diminuta–. Virgen y glorioso.

Trent guardó silencio durante un momento y entonces sacudió la cabeza.

–La mayoría de los clientes no llegan hasta aquí. El terreno es peligroso incluso con un buen caballo. El todoterreno no puede acercarse lo suficiente, pero créeme cuando te digo que no hay nada que se pueda comparar con las formas rocosas y los colores de Shadow Ridge.

Julia sacó la PDA y apuntó algo.

–De acuerdo –dijo, considerando las posibilidades–. ¿Adónde vamos ahora?

Veinte minutos después llegaron al lago Destiny.

–Hay piscinas naturales, pesca y paseos en bote. Es el único lago natural de la zona. Cuando compré la propiedad me aseguré de que estuviera incluido el lago.

–No podías haberlo hecho mejor.

–Así es. Sabía que construiría el hotel cerca del lago.

–Me dijiste que había una leyenda.

–Y la hay –Trent salió del todoterreno y abrió la portezuela del acompañante–. Vamos a dar un paseo –dijo, ofreciéndole la mano.

Julia aceptó la ayuda y lo soltó en cuanto bajó del coche. Juntos pasearon a lo largo de la orilla y disfrutaron de la brisa de otoño. A lo lejos unos clientes del hotel retozaban en el lago. Sus risas no eran más que un suave suspiro sobre las aguas.

Trent volvió a tomarla de la mano cuando se acercaron a un pequeño embarcadero que se adentraba en el lago. Tres botes de remo se mecían en la corriente. Avanzaron hasta la mitad del muelle y contemplaron el paisaje.

–Esta tierra fue poblada hace ciento cincuenta años por gente que había probado suerte en las minas de oro de California sin mucho éxito. Muchos ni siquiera llegaron a la Costa Oeste, sino que se asentaron aquí. Dice la leyenda que una joven llamada Ella y su prometido tuvieron una terrible discusión aquí. Sus padres habían elegido a otro pretendiente para ella. Samuel, el joven con el que había jurado casarse, le dio un ultimátum. Si no se reunía con él en este lugar al ponerse el sol, jamás volvería a verlo.

»Ella no quería fugarse y dejar a su familia, pero también sabía que no podía vivir sin el hombre al que amaba. Con mucho esfuerzo logró escaparse, pero cuando llegó al lago a medianoche, Samuel no estaba allí. Ella lo buscó sin cesar y, cuando por fin lo encontró, estaba a punto de saltar al vacío desde lo alto de Crimson Canyon.

–Es una historia muy triste, Trent, pero de alguna manera sabía que acabaría así.

Todas las leyendas terminaban en tragedia.

–Entonces dices que la tierra está encantada.

Trent sonrió.

–En absoluto. Dice la leyenda que la chica lloró durante toda la noche y al día siguiente, al amanecer, se encontró con su amado, que había atravesado el lago nadando para ir a su encuentro. Todo pasó en el sitio donde estamos ahora.

–¿Samuel no saltó desde ese acantilado?

–No. Se tropezó con una roca en la oscuridad y se dio un golpe en la cabeza. Ella pensó que había caído al vacío y esa había sido su intención, pero el destino les había dado una segunda oportunidad. Al final no huyeron a ninguna parte, sino que les hicieron frente a sus familias, se casaron y tuvieron cinco hijos. Vivieron en esta tierra hasta su muerte, cincuenta años más tarde.

–Entonces es por eso que el lago se llama Destiny.

–Ella y Sam no le pusieron nombre. Fueron sus hijos, después de oír la historia.

–Los dos estaban destinados a estar juntos. Tuvieron una segunda oportunidad –Julia miró hacia el lago y se dejó inspirar por aquella romántica historia de amor. Entonces sacó la PDA y apuntó algunas palabras clave–. De acuerdo. Lo tengo –se volvió hacia Trent–. ¿Me llevas de vuelta al despacho? Tengo mucho que hacer hoy.

Trent no lo dudó ni un instante. La llevó de vuelta al coche y puso rumbo a las oficinas. Ella tenía miles de ideas.

Tres horas más tarde, Julia estaba sentada frente al ordenador, intentando organizar ideas que le bullían en la mente. El Tempest West necesitaba algo más… Sabía que tendrían que organizar otra inauguración, pero también sabía que necesitaban una nueva perspectiva. Después del paseo, había llegado a la conclusión de que un destino turístico elitista con hermosos paisajes no era suficiente. Tenía que atraer a las masas adineradas, darles algo que no podían encontrar en otro lugar.

Julia sabía lo que quería hacer, y también sabía que sería arriesgado, pero a Trent le gustaban los riesgos. En cuanto lo tuviera todo listo, le haría la propuesta.

Julia llamó a Kimberly por el intercomunicador.

–Hola, Kim. ¿Tienes los informes financieros?

–Acabo de recogerlos. Ahora mismo voy.

Julia se recostó en el respaldo de la silla mientras navegaba por la página web de la Young Dreams Foundation. Muchos años atrás, el hijo del mejor amigo de su padre había caído terriblemente enfermo y esa organización benéfica le había concedido su mayor deseo: conocer a los astronautas en Cape Kennedy. Después de aquella experiencia conmovedora, Julia se había implicado a fondo en la organización en su tiempo libre. Así había llegado a conocer a muchos de los chicos a los que ayudaba y también había hecho buenos amigos por el camino.

De pronto se le ocurrió una idea y en ese mismo momento Kim entró en el despacho con un montón de informes.

–Puede que hayan sacado más informes de los que necesitas –le dijo con una sonrisa.

–No importa. Les echaré un vistazo rápido y te devolveré los que no necesito. Sé lo que estoy buscando. ¿Tienes un momento?

Kim se sentó frente al escritorio.

–Claro. Dime qué necesitas y yo lo buscaré en una parte de los informes –le entregó la mitad de los documentos a Julia y esta hojeó algunos.

–Quiero ver los nombres y direcciones de todos los clientes del hotel desde su apertura. Cuánto tiempo se quedaron. Cuánto gastaron. También quiero ver todas las cifras de pérdidas y ganancias desde que abrió el hotel.

–De acuerdo. Eso es fácil.

Kim se puso a buscar en su montón de informes mientras Julia hacía lo mismo.

De repente reparó en un informe que parecía fuera de lugar.

–Me parece que este ha llegado aquí por accidente.

Cuando Kimberly levantó la vista, Julia prosiguió.

–Es una copia de mi contrato –se encogió de hombros y reparó en un error.

La fecha del contrato sin firmar era incorrecta.

–Debe de ser un error de mecanografía. La fecha está mal.

–El departamento legal está muy orgulloso de no cometer errores –dijo Kim, bromeando–. Revisan cada palabra minuciosamente antes de entregar documentos.

Julia volvió a mirar la fecha. Tenía que estar mal. Trent había ido a verla a Los Ángeles una semana más tarde de la fecha que señalaba el documento, pero él desconocía lo del contrato con Bridges en aquel momento.

Ella llevaba mucho tiempo trabajando con el departamento legal del Tempest y sabía que eran tan eficientes como decía Kimberly.

Miró la copia del contrato sin firmar. Aquella fecha temprana arrojaba sombras sobre su pensamiento.

–Él lo sabía –murmuró para sí. Un escalofrío le recorrió la espalda.

–¿Qué? –Kimberly volvió a levantar la vista–. ¿Has dicho algo?

–Oh, no –absorta en sus propios pensamientos, Julia dejó los informes sobre la mesa. Las emociones hacían estragos en su razón–. ¿Sabes qué? Déjalo todo aquí. Yo revisaré los documentos y te los devolveré cuando haya terminado.

Kim asintió con la cabeza.

–De acuerdo, si lo prefieres así.

–Sí –dijo, y se puso en pie.

Kim también se levantó y dio media vuelta.

–Oye, Kim.

–¿Sí? –la muchacha se volvió una vez más.

–¿Cuánto tiempo llevas en el Tempest? ¿Desde el principio?

–Sí. Llevo aquí desde la inauguración. Vine del Tempest de Dallas.

–Entonces sabías qué aspecto tenía mi despacho.

Kimberly asintió, algo confusa.

–Estoy pensando en cambiar el color.

–Pero ahora es un sitio femenino y agradable. Encaja muy bien contigo. Al señor Alonzo, nuestro primer director de marketing, le gustaba el roble oscuro y las paredes y las persianas oscuras. Era un lugar deprimente. Yo odiaba entrar aquí.

El corazón de Julia se aceleró. Las sospechas que acechaban en un rincón de su mente eran inquietantes.

–Imagino que recuerdas cuándo Trent hizo reformar el despacho.

–Claro. Fue en mi cumpleaños. El señor Tyler me dio el día libre, así que no podría olvidarlo. Fue un viernes. Los obreros llegaron enseguida y reformaron toda la estancia, y cuando volví el lunes, todo había sido cambiado. Mañana hace un mes.

A Julia se le agarrotó el estómago.

–¿Hace un mes?

Eso era antes de que Trent se hubiera presentado en su casa con flores y dulces disculpas. ¿Acaso estaba al tanto de la pérdida del contrato con Bridges? Julia cerró los ojos y trató de serenarse. ¿Era posible que estuviera detrás de aquello?

–Sí, hace un mes –Kim asintió una vez más y la miró con preocupación–. ¿Ocurre algo?

–No, nada –esbozó una sonrisa fugaz–. Mejor te dejo que vuelvas al trabajo.

–De acuerdo.

Kimberly salió del despacho y Julia se inclinó hacia delante, apoyando las manos en el borde de la mesa.

–No puede ser… –murmuró. Una sensación desagradable recorrió cada centímetro de su piel.

Aquello era posible. Ella estaba al tanto de la apuesta de Trent con su hermano y conocía muy bien su afán de competición. Hacer que el hotel funcionara significaba algo más que dinero. Él tenía algo que demostrar.

Retazos de recuerdos le atravesaron la mente.

«Mi mejor empleada… He mirado tu currículum…».

Trent había irrumpido en su vida de forma inesperada, poco después de despedir al director de marketing del hotel… Y ella había perdido el contrato con Bridges una semana antes. Todo era demasiado sospechoso para tratarse de una mera coincidencia.

Julia miró a su alrededor. No había reparado en ello antes, pero aquel despacho le iba como anillo al dedo. El color de las paredes, la moqueta y los adornos de la mesa se parecían mucho a los de su apartamento.

«Arrogante, traidor…», pensó Julia.

Todo su cuerpo temblaba de rabia, pero antes de condenarle a la horca tenía que enfrentarse a él.

Con el contrato en la mano irrumpió en el despacho de Trent.

–Espera un momento, Brock –dijo él, cubriendo el auricular del teléfono–. Dame un minuto, cielo –le dijo a Julia–. Ya casi he terminado.

–Ya has terminado –dijo ella, furiosa–. Cuelga el teléfono, Trent.

Trent arqueó las cejas, sorprendido.

–¿Qué demonios…? –la miró con ojos perplejos–. Te llamo luego –colgó el teléfono y se puso en pie–. ¿Qué te pasa? –le preguntó, algo molesto.

–Solo contesta a mi pregunta, Trent, ¿me hiciste perder el contrato con Bridges para que trabajara para ti?

Trent arrugó los ojos.

–¿Qué te hace pensar eso?

Ella arrojó el contrato sobre el escritorio. Él miró el documento con gesto impasible.

–Contesta a mi pregunta. Con sinceridad… si es que eres capaz.

Él levantó las cejas y contrajo la mandíbula.

–Sí. Hice un trato con la cadena de restaurantes.

–¿Y yo era parte de ese trato?

Trent rodeó el escritorio y se apoyó en él, poniendo las manos en el borde.

–Cierra la puerta, Julia.

Ella la cerró de un portazo y se volvió hacia él, de brazos cruzados. Estaba demasiado furiosa como para moverse. Aquella postura indiferente y desafiante era indignante.

–¿Y bien?

–¿Si eras parte del trato? –se tomó un minuto para responder. Sus fríos ojos y rígidos labios no dejaban entrever la respuesta–. Sí. Quería que trabajaras para mí.

–¡Entonces me hiciste sabotaje! –gritó Julia, dando rienda suelta a la rabia–. ¿Sabes lo mucho que trabajé para conseguir ese contrato? ¿Tienes idea de lo que ese trabajo habría significado para mí?

–Te pago un salario más que generoso –replicó Trent–. No hice nada ilegal. La gente de Bridges quería conseguir este trato con Tempest. Llevan muchos años detrás de nosotros.

–¿Qué trato? –preguntó ella, colérica. Él ni siquiera se había molestado en negarlo.

–Van a abrir sus restaurantes en nuestros hoteles en ciudades estratégicas por todo el país. Las negociaciones se alargaban demasiado y yo aceleré el proceso. Todo el mundo gana con ello.

–¡Excepto yo!

–Depende de cómo se mire.

–¡Ja! Me mentiste una y otra vez. Has estado a punto de destruir mi reputación al hacerme perder ese contrato. Acepté este trabajo de rebote. Los dos lo sabemos. El Tempest West es solo un hotel. Si a eso lo llamas «ganar» prefiero ser una perdedora y firmar un contrato con toda una cadena de restaurantes.

Trent se apartó del escritorio.

–Ahora tienes un contrato vinculante conmigo.

A Julia le hirvió la sangre.

–¿Un contrato vinculante? Tú no jugaste limpio. ¡No me puedo creer que vayas a obligarme a cumplir con el contrato!

Trent suspiró hondo.

–No es el fin del mundo. Soy un hombre de negocios. Vi una oportunidad y la aproveché. De todos modos, llevábamos mucho tiempo negociando con Bridges. Al final habríamos cerrado el trato igualmente.

Julia sacudió la cabeza.

–No te creo.

–Créelo –le dijo con firmeza–. Es la verdad.

–No, la verdad es que eres un tipo cruel y sin corazón. Me utilizaste para conseguir lo que querías. Lo pasamos muy bien después de la boda de tu hermano y, cuando te marchaste de Los Ángeles, no volví a saber de ti hasta que el Tempest West empezó a tener problemas. Y entonces sales de la nada y te presentas en mi casa con un ramo de orquídeas con el único propósito de seducirme y embaucarme. No podías haber llegado más bajo. Soy una chica lista, pero jamás me habría esperado algo así. Eres un bastardo de primera, Trent Tyler.

Él permaneció impávido.

–Cálmate, Julia.

–No. Estoy a punto de explotar. Me has hecho daño, Trent. ¿No vas a negar nada?

Trent soltó el aliento.

–No. Fue un buen negocio.

Ella echó a un lado la cabeza y se rio al oír aquel absurdo comentario.

–Yo pensaba que eras distinto, pero el vaquero de manos suaves no es más que un artista del engaño. ¡Qué estúpida he sido!

Él había dañado su reputación, herido su orgullo y su corazón. Nunca le daría la satisfacción de saber que casi se había enamorado de él. Jamás volvería a confiar en él.

Trent dio unos pasos adelante.

–¡Para! –Julia levantó la mano y guardó la compostura–. No, Trent. No vas a engatusarme de nuevo.

Él se detuvo; tenía las facciones tensas.

–Estuviste de acuerdo con todas las cláusulas y firmaste el contrato.

–Eso es todo lo que te importa, ¿no? –le espetó Julia–. No importa que haya firmado engañada.

–No hay nada falso en ese contrato. No te obligué a firmar. Tu trabajo es promocionar al Tempest West en el mercado e impedir que lleguemos a números rojos.

Julia levantó la barbilla.

–Bueno… Ya no sé si quiero hacerlo.

–Cielo, el contrato no deja lugar a dudas. No tienes elección –Trent le lanzó una sonrisa que la habría hecho derretirse en sus brazos en otras circunstancias.

–Podría demandarte por esto.

–Pero perderías. Se haría público que incumpliste el contrato en tiempos difíciles. Nadie te obligó a firmar con el Tempest West. Mi trato con Bridges es legal y nadie podría demostrar lo contrario.

Se sentó en el sillón del escritorio y se apoyó en el respaldo.

–Vas a quedarte, si no quieres ver cómo arruinan tu reputación.

E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020

Подняться наверх