Читать книгу E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020 - Varias Autoras - Страница 20

Capítulo Dos

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–Te escapaste –dijo Trent con una sonrisa, y le sirvió una copa de champán.

Julia contempló las burbujas de la bebida dorada. Mientras Trent hablaba por teléfono ella se había enfundado en un vestido negro muy conservador, acorde con el maletín de trabajo que llevaba en la mano.

Entonces Trent la había llevado a un salón privado dentro del restaurante principal, el Canyon Room.

–Era necesario… No quería gastar las fuerzas nada más llegar.

–Bueno, entonces… debería asegurarme de que te alimentas bien.

Sus miradas se encontraron durante un instante y entonces él levantó la copa.

–Por ti, Julia. Gracias por venir y echarme una mano.

Ella sonrió y chocó su copa.

–Todavía no he hecho nada.

Bebió un sorbo de champán y saboreó el frío líquido efervescente.

–Pero lo harás. He mirado tu currículum. En menos de un año transformaste el Fitness Fanatics Gym. Aquel negocio estaba muerto. Allí solo iban culturistas adictos y levantadores de peso profesionales. Ahora está enfocado a toda la familia. Los padres llevan a sus hijos. Los niños aprenden a comer bien y a mantenerse en forma. El programa de Fit Fans para niños es genial.

Julia aceptó los cumplidos con modestia. Había trabajado muy duro en esos proyectos.

–Gracias. Todavía no me puedo creer lo bien que salió todo. El proyecto superó todas mis expectativas –inclinó la cabeza y miró a Trent fijamente–. ¿Comprobaste mi currículum?

–Muchas veces, y siempre has superado mis expectativas.

Julia se derritió al ver cómo le brillaban los ojos al hablar de ello. Le dio otro sorbo al champán y recordó cómo la habían tocado sus suaves manos unos minutos antes.

Trent era una fuerza incontrolable para ella.

–Sabes que no me refería a eso.

Él sonrió antes de beber un poco de champán.

–Lo sé, pero también sé que estamos muy bien juntos. No he estado con otra mujer desde que nos conocimos.

Julia tragó en seco y se aclaró la garganta. Jamás habían hablado de compromiso. Habían tenido una aventura que seguía dando coletazos, pero ella sabía que Trent nunca iba en serio. Él jamás le había prometido la exclusiva, pero aun así resultaba sorprendente que no hubiera estado con otras mujeres. Además, parecía querer retomarlo donde lo habían dejado la otra vez.

–Yo tampoco… he estado con otros hombres.

¿Cómo iba a hacerlo? Nunca había encontrado a nadie mejor que Trent Tyler, ni en la cama ni fuera de ella.

–De acuerdo, siempre y cuando lo tengamos claro.

Su expresión decía que se alegraba tanto como ella.

Julia se acomodó en la silla y cambió de tema.

–¿Has hablado con Evan últimamente?

–No. Supongo que está en otro mundo con lo del bebé.

Evan era el marido perfecto, tierno, cariñoso y paternal. Julia envidiaba mucho a Laney y esperaba encontrar esa clase de amor algún día.

–Así es. Los voy a sorprender a los dos con una fiesta premamá. Laney sabe que le voy a hacer una fiesta, pero cree que faltan muchos meses todavía. Vas a tener que darme algo de tiempo libre para los preparativos.

Trent consideró la petición y entonces se encogió de hombros.

–¿Por qué no la haces aquí?

–¿Aquí? –Julia parpadeó–. ¿Aquí, en el Tempest West?

–Eso es. Primero, no puedo prescindir de ti por mucho tiempo. Segundo, la familia todavía no ha visto el hotel terminado. Había pensado invitarlos pronto. Tercero, puedo hacer que los recoja el jet de la empresa. Cuarto, te será más fácil prepararlo todo.

–Y tú estás empeñado en facilitarme las cosas, ¿no?

Trent esbozó una sonrisa franca y un hoyuelo increíblemente sexy se le formó en la mejilla derecha.

–Así es. Me gusta que mis empleados estén contentos.

Julia pensó en ello un momento.

–Quería hacerlo yo, Trent. Le prometí a Laney que le haría una fiesta en cuanto se quedó embarazada.

Trent levantó las manos y se rindió con un gesto.

–No voy a meterme en nada. Usa el hotel como te parezca.

–Me gustaría pagártelo.

Los labios de Trent dibujaron una sonrisa pícara.

–Ya veremos.

Julia se echó a reír.

–Eres imposible. Lo sabes, ¿no?

Él se encogió de hombros.

–¿Cuántos invitados tienes en mente?

Julia hizo un cálculo mental.

–Unos cuarenta.

Trent asintió.

–Muy bien.

–En realidad, es muy buena idea, Trent –miró por la ventana. Miles de estrellas iluminaban el cielo y arrojaban un cálido halo de luz sobre la tierra. Los ruidos de la noche agitaban la quietud de la oscuridad y un manto de plata cubría las aguas del lago.

–A Laney le encantará este lugar.

Trent se recostó en el respaldo de la silla.

–Problema resuelto.

–Siguiente punto –se puso el maletín en el regazo y sacó una carpeta llena de apuntes–. He traído algunas ideas. Podemos hablar de ellas durante la cena.

–Suena bien. Estoy deseando arreglar las cosas y tú eres la persona indicada. Haz uno de tus milagros.

«Ojalá», pensó Julia, preguntándose si haría falta un milagro para que él la viera como algo más que la salvadora del hotel y compañera de cama.

Pero primero tenía que hacer su trabajo.

Después de la cena, Trent le presentó al personal y le enseñó las instalaciones. Una vez hubo contestado a todas sus preguntas profesionales, la llevó a dar un paseo por los alrededores.

–Me alegro de que estés aquí, Julia. Necesitamos ideas frescas –le dijo, tomándola de la mano. Acababan de pasar el jardín y se alejaban de las luces.

–No estaría aquí si no te hubieras presentado en Los Ángeles cuando lo hiciste.

–Un poco de suerte y un buen plan –dijo él, restándole importancia. No quería tener esa conversación con ella.

–Yo puse toda la carne en el asador. Cuando perdí el contrato con Bridges, me quedé destrozada. La confianza en mí misma se tambaleó. De verdad creía que había conseguido ese empleo.

Trent se detuvo. Le puso las manos en las caderas a Julia y tiró de ella. Necesitaba cambiar de tema y distraerla era una buena idea.

–No mires atrás, Julia. Ellos perdieron y yo he ganado.

Cuando ella estaba en Los Ángeles, a miles de kilómetros de distancia, había conseguido sacarla de su mente, pero estando tan cerca se volvía irresistible.

La miró fijamente y se dispuso a besarla.

–Trent –dijo ella, y se echó hacia atrás–. No es buena idea. Tenemos que poner algunas reglas. No puedo dejar que los empleados vean…

Trent miró a su alrededor.

–No hay nadie. Y mejor será que no se atrevan a decirte nada.

–Alguien podría salir en cualquier momento. No me preocupa lo que me puedan decir, pero necesito ganarme su respeto. Dudo mucho que me respeten si creen que soy tu última conquista.

Trent sonrió.

–¿Mi última conquista?

Incómoda, Julia agitó los brazos.

–O lo que sea. Vamos a tener que trabajar juntos.

Trent se apartó y apoyó las manos en las caderas, rindiéndose.

–De acuerdo. Está bien.

–Gracias –ella asintió con la cabeza, sorprendida de que hubiera cedido tan pronto–. De hecho, me alegro de que hayas aceptado sin discutir, porque tú y yo… No podríamos… Eh… –le miró los labios–. No seríamos capaces de hacer el trabajo… Quiero decir… Yo no trabajo así… –comenzó a hablar más despacio, sin dejar de mirarle los labios–. Yo, eh… Tenemos que mantener la distancia profesional –lo miró con una expresión de deseo desesperado.

Trent la conocía lo bastante como para saber que lo deseaba, y el sentimiento era mutuo.

–De acuerdo –la agarró de la mano y echó a andar–. Vamos. Tenemos que hablar de esto en privado.

–¿Adónde me llevas?

–A algún sitio donde los empleados no vean nada.

–Pero no se trata de eso.

Trent no se lo creía.

–Se trata de eso precisamente. Tú quieres lo mismo que yo. Y yo voy a hacer que ambos tengamos lo que queremos.

Trent comenzó a caminar en dirección hacia la cabaña más alejada. Julia iba detrás de él.

Abrió la puerta y la invitó a entrar. Julia se quedó a su lado. Su aliento entrecortado le acariciaba la cara.

Un ligero aroma a gardenias llenaba la estancia.

–Estabas a punto de convencerme hasta que empezaste a hablar de la distancia profesional.

–¿Por qué?

–Tú y yo no podemos trabajar juntos todo el día sin desearnos por la noche. Sabes que es verdad, Julia. Nuestra distancia profesional dura tanto como un suspiro. Al final terminaríamos sucumbiendo, o afrontando las consecuencias.

Ella levantó la barbilla.

–¿Por eso me contrataste, Trent?

–Te contraté porque eres brillante. Sabes lo importante que es el Tempest West para mí. Si quisiera una mujer con la que tener sexo, no tendría… –Trent no terminó la frase.

–No tendrías que contratarla.

Trent soltó el aliento y la agarró de la cintura.

–Ven aquí.

Ella fue hacia él y la tensión desapareció en cuanto Trent comenzó a acariciarla. Entonces la hizo inclinar la cabeza y la besó en los labios.

–Te he echado de menos.

–Eso quería oír –susurró ella y le puso los brazos alrededor del cuello.

Él le dio un apasionado beso y se apretó contra su cuerpo. Extendió las palmas de las manos sobre su trasero y escuchó los gemidos que escapaban de aquellos labios de fresa. Sus sentidos despertaron y su cuerpo se puso tenso y firme.

Ella entreabrió los labios y exhaló suspiros de pasión mientras él le acariciaba la lengua. Sus pechos turgentes aplastaban el pectoral de Trent y este le presionaba el vientre con su potente miembro . Él le levantó el vestido y deslizó las manos por sus muslos suaves. Le apartó las braguitas y acarició su sexo desnudo.

–Oh… Trent.

Después, la pasión se apoderó de ellos. Julia le arrancó la camisa, le quitó las botas y le desabrochó el cinturón. En unos segundos él la levantó en el aire. Ella enroscó las piernas alrededor de su cintura y comenzó a moverse. Trent no pudo contenerse más y la penetró con una embestida poderosa, dándole la bienvenida con la que siempre había soñado.

Julia le deslizó un dedo por la mandíbula a Trent. Él fingía dormir, pero una sonrisa lo delató. Yacían juntos en la cama de un espacioso dormitorio.

–¿De verdad crees que soy brillante?

Trent gruñó.

Ella se inclinó y le dio un beso en la boca.

–¿De verdad?

Él abrió un ojo.

–Buscar cumplidos antes del amanecer no te hará ganar puntos.

–¿Necesito más puntos? –preguntó ella, haciéndose la inocente.

Trent se giró y le puso un dedo en la nariz a Julia.

–No te pongas quisquillosa. Si consigues más puntos acabarás conmigo antes de ir al trabajo.

Julia se tumbó boca arriba y miró al techo. La noche anterior habían puesto la habitación patas arriba y ella había tenido tres orgasmos intensos.

–¿Por qué crees que es así?

Trent guardó silencio un momento y Julia pensó que no iba a contestar.

–No tengo ni idea. Pero es así. No intentes analizarlo. Disfruta.

Julia disfrutaba mucho haciendo el amor con él. Nunca había tenido aventuras fugaces y la única relación larga que había tenido había sido un desastre. Entonces se había propuesto no volver a mezclar el amor con el trabajo, pero la promesa no había durado mucho.

–Las cosas se podrían complicar –le dijo.

Él le dio un beso.

–No lo harán si no lo permitimos.

–Aparte de que Evan sea tu hermano y Laney mi mejor amiga, tú eres mi jefe. ¿No ves un problema en potencia?

–No, en absoluto.

¿Acaso no veía que siempre habría una conexión entre ellos aunque las cosas salieran mal? Su instinto le decía que se alejara de esa situación. ¿Pero cómo iba a hacerlo? ¿Cómo iba a olvidar a un hombre tan apuesto e inteligente? Un hombre que la hacía vibrar con una simple caricia…

–Trent, hablaba en serio cuando te dije que no quiero que los empleados se enteren de nuestra relación.

Él asintió. En sus negros ojos había sinceridad.

–Lo entiendo. ¿Algo más?

Julia negó con la cabeza y respiró hondo.

–No. Creo que eso es todo.

–Bien –él le acarició un pecho y trazó círculos perezosos alrededor de la aureola–. Disfruta, cariño –le dijo antes de besar el rosado pezón.

Julia se estremeció y su cuerpo respondió sin reservas.

–Oh, Trent, usamos los últimos preservativos anoche.

–Julia, relájate. No vamos a necesitar protección para lo que tengo en mente.

Dos horas más tarde, satisfecha y sensual, Julia salió de la cabaña y se dirigió a su suite del hotel. Se dio una ducha y se puso un pantalón informal, una camisa y unos botines. Tenía una cita con la gerente en el tercer piso del ala norte.

–¿Ha visto todo el hotel, señorita Lowell? –le preguntó Kimberly Warren. La gerente resultó ser una hermosa rubia recién salida de la universidad.

–No. El señor Tyler me lo va a enseñar esta tarde.

–El señor Tyler está muy orgulloso del Tempest West. Todos esperamos que tenga una idea brillante para aumentar la ocupación. Queremos que sea del noventa por ciento.

Julia no se sorprendió el conocer las expectativas de Trent.

–Ese es un porcentaje ambicioso. No creo que los otros hoteles consigan una ocupación tan alta.

–El señor Tyler confía en usted, señorita Lowell.

–Llámame Julia –dijo, sonriendo.

–De acuerdo, Julia. Te enseñaré tu despacho. El señor Tyler me pidió que te instalara en el que está más próximo al suyo –dijo, con una mirada suspicaz–. Vais a trabajar codo con codo.

Julia carraspeó.

–Sí, supongo que sí.

Kimberly le enseñó el despacho y la dejó instalarse. Julia miró las fotos que colgaban de las paredes. Eran instantáneas de las obras del Tempest West, desde su comienzo hasta la inauguración. El escritorio estaba hecho de madera de roble blanco y las paredes eran de color crema, con molduras blancas. Las estanterías de libros llegaban hasta el techo.

A pesar de la moderna tecnología de los equipos informáticos, el despacho mantenía ese aire del Oeste que caracterizaba al hotel y había algunos toques femeninos que le recordaban a su apartamento de Los Ángeles.

Julia pasó algunos minutos familiarizándose con el aparato de fax, el ordenador y el intercomunicador. Estaba metiendo el contenido de su maletín en los cajones cuando Trent llamó a la puerta.

Ella se puso en pie al verlo entrar.

–Buenos días de nuevo –le dijo él con un guiño.

Estaba tan fresco y arreglado como siempre, con una camisa blanca, vaqueros, una chaqueta negra, una corbata texana y un sombrero de cowboy.

–Hola.

–¿Ya te has acomodado?

Ella miró alrededor. No había llevado muchas cosas. Todo lo que necesitaba lo tenía en el portátil y en la cabeza. Lo que más importaba era el instinto.

–Creo que sí.

–Si necesitas algo, díselo a Kimberly.

–Estoy bien, Trent. El despacho es estupendo.

Él asintió.

–De acuerdo. Solo quería asegurarme –se quitó la chaqueta y la corbata y las puso en el respaldo de la silla que estaba frente al escritorio.

Julia se puso un poco tensa al verle quitarse la ropa. ¿Acaso no había entendido lo que le había dicho la noche anterior?

–Vamos a hacer un recorrido por el hotel. Quiero que veas lo mejor del Tempest West.

Julia hizo un gesto afirmativo con la cabeza, sintiendo un gran alivio al ver que se había equivocado. Trent no tenía otra cosa más que negocios en mente.

–Sí, estoy deseando ver el resto de las instalaciones.

Sin embargo, un diablillo le decía que ya había visto lo mejor del Tempest West la noche anterior, en los brazos de Trent.

E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020

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