Читать книгу E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020 - Varias Autoras - Страница 24

Capítulo Seis

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Los invitados llegaron en el jet de la empresa un día antes de la fiesta sorpresa. Kimberly y Julia los recibieron en el aeropuerto y los llevaron al hotel en limusina. Con la ayuda de Trent, Julia había preparado una barbacoa de bienvenida en el patio exterior con vistas a Crimson Canyon, y también una visita guiada a Shadow Ridge esa misma tarde.

Al día siguiente iban a celebrar la fiesta sorpresa a orillas de Destiny Lake. De alguna forma, el evento era una buena prueba para el nuevo Tempest West. Los invitados podrían disfrutar de los exclusivos servicios de primera del hotel, los mismos que tendrían los clientes menos de un mes después. Aquello era muy especial para Julia porque su padre, gran amigo del de Laney, también estaba invitado. Llevaba muchas semanas sin verlo y estaba deseando tenerlo a su lado.

En el aeropuerto se besaron y abrazaron con mucho cariño y Julia se alegró de que hubiera aceptado la invitación.

No había nada como el amor de un padre.

Y en ese momento Julia necesitaba todo su apoyo. Desde la traición de Trent, le mantenía a raya. Él le había dejado muy claro que la deseaba y ella ya empezaba a flaquear. Incluso le había permitido besarla en un par de ocasiones. Por las noches, cuando su mente divagaba, soñaba con yacer en los brazos de Trent, dejarle reinar sobre su cuerpo… y explorar el de él. Mantener las distancias con el vaquero estaba resultando mucho más difícil de lo que parecía.

Una hora más tarde Julia vio a su padre en compañía de Trent y de una encantadora señora de pelo cano. Cruzó el camino de piedras para llegar hasta ellos.

–Esta es mi Julia –dijo Matthew Lowell, dirigiéndose a Rebecca Tyler con una sonrisa.

Julia acababa de conocer a la madre de Trent.

Rebecca le extendió la mano y Julia la tomó entre las suyas.

–Es un placer conocerla por fin, señora Tyler, sobre todo en una ocasión tan feliz.

–Oh, por favor, llámame Rebecca –contestó con una dulce sonrisa–. Por fin voy a ser abuela. Ha sido todo un detalle por tu parte preparar esta fiesta sorpresa para Laney.

–Ella es mi mejor amiga, y estoy encantada de hacerlo.

–Yo tenía la misma ilusión, Rebecca, pero Julia está volcada en su carrera en este momento. No hay futuros nietos para mí.

–¡Papá! –exclamó Julia, presa de una ola de calor. Miró a Trent de reojo. Él la observaba con interés.

–Yo llevo muchos años esperando, Matthew –dijo Rebecca.

Trent asintió.

–No se puede negar. Mamá lo dijo alto y claro –dijo el vaquero.

–¿Basta con eso? –preguntó el padre de Julia, sonriendo.

–Lo dudo –dijo Rebecca–. Hace falta algo más que eso.

Matthew dejó escapar una risotada.

Julia levantó las cejas. Su padre estaba flirteando con Rebecca Tyler y ella hacía lo mismo.

–Mi hijo me ha dicho que tienes unas ideas brillantes –dijo la señora, dirigiéndose a Julia–. Ha compartido algunas conmigo, y tengo que decir que me alegro de que trabajéis juntos. Trent no es muy dado a los halagos.

–Gracias, Rebecca. Estoy haciendo todo lo que puedo por… –vaciló un momento y miró a Trent con disimulo–. Por el Tempest West.

Trent le rozó el hombro y Julia captó el aroma almizclado de su colonia.

–Julia va a cambiar la imagen del Tempest West. De hecho, todas las ideas son suyas. Confío en ella plenamente.

A ella se le cortó la respiración al oír esas palabras. Trent nunca había dejado de confiar en su talento. Ella jamás le había dado motivos para hacer lo contrario, pero al oírle decirlo en alto se le ablandó el corazón.

–Gracias –dijo, esquivando la mirada del vaquero–. Mejor será que vaya a ver a los invitados. Ya es hora de almorzar. Rebecca, ha sido un placer conocerte. ¿Me disculpáis un momento?

–Adelante, cielo –dijo su padre–. Yo acompañaré a Rebecca a su asiento.

Trent le dio un beso a su madre en la mejilla.

–Tengo que volver al trabajo, madre –se volvió hacia el padre de Julia–. Encantado de conocerte, Matthew –le estrechó la mano–. Disfrutad de la comida. Os veo luego.

Julia se dirigió hacia la recepción del hotel, pero poco antes de llegar sintió una mano en la espalda.

–Tengo que hablar contigo –le dijo Trent, llevándola hacia las cabañas del complejo–. Es importante.

El corto camino a las cabañas le recordó aquella cita nocturna que habían tenido poco después de su llegada al Tempest West.

–Se trata de negocios, ¿verdad?

–Sí –dijo Trent con la mirada al frente, sin detenerse.

Cuando llegaron a la cabaña vacía más alejada, Trent la condujo a una terraza con unas vistas espectaculares.

–No voy a entrar contigo, Trent –dijo Julia, asediada por recuerdos de pasión y sexo.

Trent la soltó y fue hacia el otro extremo de la terraza cerrada.

–¿Le contaste a tu padre cómo te contrataron en el Tempest West? –le preguntó, yendo de un lado a otro.

–¿Te refieres a tu traición?

–Esa es una forma de verlo. ¿Se lo dijiste?

Julia se hizo de rogar un poco. Suspiró, se tomó un momento y entonces lo miró a los ojos.

–¿Y bien? –dijo él, impaciente.

–No, Trent. No se lo dije. Pero no por ti. No se lo dije porque no quería que supiera que me había dejado engañar tan fácilmente. Tengo algo de orgullo. Además, si se lo hubiera dicho, habría querido que dejara el Tempest West inmediatamente. Su código ético profesional es muy estricto, y es muy protector con su única hija.

–Cariño, no necesitas que te protejan de mí –dio un paso hacia ella.

Julia levantó las cejas.

–¿Ah, no, Trent?

–No. Maldita sea, hacemos muy buen equipo. En la cama y fuera de ella.

Julia ignoró aquel comentario porque en el fondo sabía que era verdad. Aunque hubieran empezado con mal pie, habían trabajado muy bien juntos durante las últimas semanas. Él era competente, eficiente y estaba abierto a nuevas ideas. Además, Julia sabía que jamás encontraría a un compañero de cama mejor.

–¿Por qué te preocupa tanto que mi padre sepa la verdad?

–Tú los viste, Julia. A tu padre y a mi madre. Maldita sea, no puedo creer que vaya a decir esto, pero había algo entre ellos. Debes de haberte dado cuenta.

–Sí, me di cuenta. Fuegos artificiales. Qué ironía, ¿no?

Trent se acercó y habló en un susurro.

–¿Por qué? ¿Porque un Lowell encuentra atractivo a un Tyler?

Julia sacudió la cabeza.

–No, Trent. Porque son mi padre y tu madre.

Con eso bastaba. Julia había albergado la esperanza de estar equivocada, pero Trent también lo había notado. Su padre llevaba mucho tiempo solo, y parecía que Rebecca Tyler también.

Eso era lo último que Julia necesitaba: un lazo familiar con Trent Tyler. Sin embargo, su padre parecía realmente interesado en Rebecca Tyler.

Trent dio un paso adelante y la miró con ojos profundos y oscuros. Un temblor le recorrió las entrañas a Julia, que retrocedió hasta la pared.

–Trent, vete.

Él apoyó las manos en la pared. Acorralada, Julia no pudo sino mirar aquellos ojos hambrientos.

–Oblígame –dijo, deslizando un dedo por su barbilla.

El tacto de sus manos le puso la piel de gallina, y los temblores la sacudieron de arriba abajo. La razón la abandonó y el corazón le latió con fuerza. Aspiró su fragancia, donde aún quedaban vestigios de su masculina colonia.

–¿Qué… quieres?

–Fuegos artificiales –se inclinó hacia delante y la arrolló con un beso que la habría hecho caer al suelo si él no la hubiera sujetado por la cintura.

Julia lo deseaba. Sentía una sed que tenía que calmar. Aquel texano apuesto y duro siempre la hacía arder de pasión.

Su beso le robó el aliento. Le puso los brazos alrededor del cuello y lo atrajo hacia sí. Él gimió cuando sus cuerpos se tocaron; la erección masculina estaba en todo su esplendor.

Trent volvió a rozarle los labios con los suyos y entró en su boca. Julia saboreó cada instante, y por un momento olvidó los motivos por los que debía alejarse de él.

Era difícil rechazar a un hombre como Trent Tyler.

–Ven a verme esta noche –le dijo, entre beso y beso–. Pasa la noche conmigo en mi casa.

No había nada que Julia deseara más. Se verían en su acogedora casita de campo y pasarían una noche gloriosa.

Él había hecho realidad todas sus fantasías sexuales y le había consentido hasta el último capricho; tanto así, que Julia empezaba a sentir algo muy especial por él.

Pero Trent no era perfecto. Había puesto patas arriba su ordenado mundo.

–Sabes que no puedo –le dijo ella sin aliento–. Mi padre está aquí.

Él rompió el beso y la miró fijamente.

–Y también tu madre –añadió, aprovechando la oportunidad para retroceder un poco y mantener la distancia entre ellos–. Querrán pasar tiempo con nosotros esta noche.

Trent reconoció que tenía razón.

–Supongo que lo había olvidado –dijo, mirando sus labios, hinchados por sus besos–. Invité a mi madre a cenar.

Trent le miró los zapatos y arqueó una ceja.

–Esas sandalias iban a ser parte de nuestra exhibición de fuegos artificiales.

Julia tragó con dificultad y se miró las sandalias rojas.

Él pasó por su lado y se detuvo. Volvió a agarrarla de la cintura y la besó rápidamente.

–La próxima vez, cariño –dijo.

Al verlo salir con paso desenfadado, Julia entendió por qué sentía debilidad por ese vaquero testarudo.

Durante la cena Julia se sentó al lado de su padre, frente a Trent y a su madre. Desde la terraza se divisaba Destiny Lake en la distancia. Los destellos de luz de luna incidían sobre la superficie cristalina en la quietud de la noche. Las suaves voces de los otros comensales animaban la velada. Las llamas de las velas parpadearon, sumiendo en sombras a los Tyler.

Julia había intentado esconder su descontento al oír que su padre había invitado a Trent y a su madre a la cena, pero no podía dejar de pensar en lo que tenía con Rebecca.

Aquello solo podía llevar al desastre.

En cuanto terminara su trabajo, no volvería a saber nada más de Trent Tyler. Sería duro sacárselo de la cabeza, pero él le había demostrado una y otra vez que no se podía confiar en él. Ella no competía con otra mujer, sino con ese deseo vehemente de llevar al éxito al Tempest West a toda costa.

–Estoy orgullosa de Trent –dijo Rebecca cuando les sirvieron el vino–. El Tempest West es su sueño, y no dejaría que nadie se interpusiera en sus planes.

El padre de Julia levantó la copa.

–Por el Tempest West y por nuestros hijos, Rebecca. Parece que los dos tienen un sueño.

–Sí, claro. Es un brindis magnífico, Matthew.

Trent los observaba con gesto divertido mientras Julia se revolvía en su silla.

Ella fue la última en levantar la copa, pero no tuvo más remedio que hacerlo. En cuanto las copas chocaron suavemente, ella apartó la vista y bebió un sorbo de vino.

Aunque no quisiera admitirlo, había disfrutado de la cena. Trent había hablado de deportes con su padre y Rebecca y ella habían charlado de arte y moda.

–Texas no significa mucho para mis otros dos hijos, pero Trent se aferró a sus raíces –dijo la madre de Trent–. Evan y Brock se adaptaron a la vida en la ciudad fácilmente, pero él no.

Rebecca lo miró con los ojos llenos de cariño.

–Bueno, mamá –le dijo Trent, bromeando–. No sigas hablando así de mí.

Rebecca puso la mano en la de su hijo y le dio un apretón. Él la miró con dulzura y sonrió.

Julia no se perdió aquel instante.

Cuando su padre sugirió que dieran un paseo por el lago después del café, Julia fue la primera en disculparse.

–Oh, padre, me encantaría, pero tengo que acostarme pronto hoy.

Había ido a Shadow Ridge con los huéspedes esa tarde y todo había salido según lo esperado. Su paseo de prueba había sido todo un éxito y todo el mundo parecía encantado con las maravillosas vistas.

–De acuerdo, cielo. Mañana vas a tener un día muy ajetreado con la fiesta premamá.

–Estoy deseando ver a Laney –confesó Julia–. Espero que todo salga según el plan.

–Así será –dijo su padre–. Tú siempre lo tienes todo controlado. Seguro que no sospecha nada.

–Eso espero, papá.

Matthew se volvió hacia los Tyler.

–¿Trent? ¿Rebecca? ¿Os apetece dar un paseo por el lago?

Rebecca aceptó encantada.

–Eso suena muy bien.

Trent miró a Julia y se lo pensó un instante.

–No, gracias. Tengo trabajo que hacer. Quiero que todo esté listo para poder pasar tiempo con Evan y con Brock mañana.

–Mis chicos apenas se ven ahora que viven en distintas zonas del país –dijo Rebecca.

Trent se puso en pie y ayudó a levantarse a su madre. Julia se levantó y les dio las buenas noches, no sin antes darle las gracias a Rebecca por sus consejos sobre arte nativo americano.

Con el corazón en un puño, Julia vio marcharse a su padre en compañía de Rebecca. Si hubiera sido cualquier otra mujer, habría estado encantada. Su padre se merecía volver a ser feliz.

–Hacen buena pareja –dijo Trent, observándolos–. Seguro que no lo soportas.

Sorprendida ante un ataque tan directo, Julia arremetió de inmediato.

–Tu madre es muy agradable. Muy distinta a ti.

Aquella indirecta dio en la diana.

–Admítelo, cariño. No puedes soportarlo. Mi madre y tu padre juntos…

–Juntos. Ni me lo había planteado.

–Quizá tengas que hacerlo. Tu padre está detrás de mi madre. Y ella no se queja.

–¡Por favor! ¡Si acaban de conocerse!

–¿Como nos conocimos tú y yo en la boda de mi hermano? –Trent arqueó una ceja en un gesto provocativo.

Julia cerró los ojos un instante.

–Bueno, eso es algo que no quiero recordar.

–Parece que los Tyler se sienten atraídos por los Lowell. Podría ser genético. Pero yo creo que se trata más bien de un gusto excelente.

A Julia se le cayó el corazón. Se perdió en las profundidades de los ojos de Trent, que esbozó una sonrisa cálida.

–Estás invitada a venir a mi casa, Julia. Quiero que vengas. A cualquier hora, en cualquier momento, de noche o de día –dijo yendo hacia la entrada posterior de la recepción del hotel.

Con las piernas flojas, Julia se sentó en la silla y se aferró a los reposabrazos. Si hubiera hablado en serio…

Era imposible. Su corazón sabía que la dejaría al cumplirse el contrato. En cuanto reflotara la empresa y ganara la apuesta, él pasaría página.

Ella ya había sido víctima de sus encantos, y entonces la había herido profundamente. A él solo le importaba el hotel.

–¿Julia, te encuentras bien? –le preguntó Kimberly.

–¿Kim? ¿Todavía estás aquí? Pensaba que estarías exhausta después del paseo hasta Shadow Ridge.

–Estoy cansada –se sentó al lado de Julia mientras los camareros recogían las mesas–. Pero me he quedado hasta tarde para terminar con el papeleo.

Julia sonrió.

–Estás entregada al trabajo.

–Y un poco frustrada.

Julia olvidó sus problemas con Trent por un momento.

–¿Qué sucede?

Kim se encogió de hombros.

–Es Pete. Por fin tuve el valor de hablar con él. Hemos quedado tres veces y hemos hablado un poco. Creo que le he dado suficientes señales. Solo me falta arrojarme a sus brazos. Él parece interesado, pero entonces… nada. Me saluda con cortesía, sonríe y sigue de largo.

Julia bajó la vista. Ella era la persona menos indicada para dar consejos en el terreno amoroso. ¿En qué estaba pensando cuando había decidido hacer de celestina entre Pete y Kim? Las cosas eran muy sencillas.

«No te involucres con un compañero de trabajo…».

–A veces es mejor así.

–¿Qué? ¿Es esta la mujer que me dejó a solas con él el otro día?

–No estaba planeado –dijo Julia.

Si Trent decía la verdad sobre Pete, Kim podía sufrir.

–Yo tenía buena intención, pero algunas cosas simplemente no salen bien.

Kim entrecerró los ojos.

–No estás hablando de Pete, ¿verdad? He visto cómo os miráis el jefe y tú. Hay química.

–A veces la química resulta peligrosa, Kim. Ya tuve un romance en el trabajo, pero no salió bien y las cosas fueron muy incómodas después.

Kim la miró fijamente.

–Lo siento –le dijo en voz baja.

Julia se encogió de hombros.

–Ya es historia.

–Creo que estoy enamorada de Pete –confesó Kim.

Julia le puso la mano en el brazo, dando a entender que la comprendía. Los asuntos del corazón debían ser tratados con suma delicadeza.

–Puede que tengas razón. Deja que las cosas ocurran de forma natural. Ten paciencia y déjate llevar. Forzar las cosas sería un error.

–Intento tener paciencia, pero es difícil.

Julia asintió.

–Lo siento. No te he sido de mucha ayuda hoy.

–Lo entiendo, Julia. También estás enamorada.

Julia abrió los ojos y levantó las cejas, sorprendida.

–No. No lo estoy.

Aquellas palabras salieron de su boca con demasiada facilidad, pero Kim no debió de creérselo.

–De acuerdo.

–Olvidémonos de los hombres por esta noche. Mejor pensemos en la fiesta de mañana. Me alegro mucho de contar con tu ayuda.

Las dos mujeres se levantaron y echaron a andar la una junto a la otra.

La mente de Julia se llenó de bebés con caras de angelitos y tartas con merengue.

Esos sí que eran pensamientos felices.

Aquella sería la fiesta de premamá con la que tantas veces habían soñado cuando eran adolescentes. Julia mandó poner una enorme carpa blanca junto al lago, muy cerca del embarcadero. Las mesas para ocho estaban cubiertas con manteles blancos y azules decorados con arreglos florales, biberones llenos de golosinas y botitas de bebé hechas a mano. También había juegos, y si los hombres se quejaban, a Julia no le importaría. Tendrían que hacer el tradicional juego del papel higiénico para adivinar el contorno de vientre de Laney y también harían crucigramas de maternidad.

La escultura de hielo con forma de bebé que sostenía una botella dentro de una cuna se derretía en el calor del desierto de Arizona, pero a Julia le habían asegurado que duraba tres horas.

Los invitados ya habían tomado asiento y como la carpa estaba cerrada por tres lados, los clientes que salieran del hotel por la puerta trasera no podían verlos. Todo estaba listo, y Julia se estaba impacientando.

Brock Tyler, el hermano de Trent, se le acercó.

–Trent dice que ya han llegado y que están en la habitación. Los va a hacer salir con la excusa de dar un paseo.

–Oh, gracias –dijo ella, mirando aquellos ojos oscuros y profundos de la familia Tyler.

Brock también era apuesto, pero lo era de otra forma. El hermano del dueño del Tempest West tenía un aire desenfadado y sofisticado, nada que ver con el aspecto duro y serio de Trent. Tenía las manos metidas en los bolsillos de los pantalones negros de Armani que llevaba puestos.

También era un rompecorazones, pero tenía otro estilo.

–Me alegro de que Evan vaya a tener el primer nieto de la familia Tyler –dijo sonriendo–. Ayuda a aliviar la tensión.

–Tu madre estará encantada.

–¿Lo bastante como para dejarnos en paz a Trent y a mí durante un tiempo?

Julia se encogió de hombros.

–No la conozco muy bien, pero supongo que querrá más nietos… al final.

–Entonces le toca a Trent la próxima vez.

Julia levantó la cabeza de golpe y se imaginó a Trent como padre.

Brock la miró fijamente e hizo un guiño de complicidad.

–Me lo suponía –dijo.

–¿Qué? –preguntó ella.

La expresión de Brock sugería que ya sabía demasiado.

–Si mi hermano no estuviera saliendo contigo, yo empezaría a preocuparme por su salud –le dijo al oído.

–Oh, nosotros no…

–¡Ya vienen! –exclamó Kim, levantando el móvil–. Un espía me ha dicho que acaban de salir del hotel.

Brock la hizo entrar en la carpa y ella comprobó las lonas.

–Por favor, guardad silencio. Trent los traerá hasta la entrada de la carpa.

Unos minutos después Trent llevó a Evan y a Laney hasta la cara abierta de la carpa, que miraba hacia Destiny Lake.

–¡Sorpresa! –gritó todo el mundo.

Laney dio un paso atrás y sus ojos se llenaron de alegría. Toda su familia y sus amigos más allegados estaban allí. De pronto vio a Julia entre la multitud y sus ojos se llenaron de lágrimas.

–Oh, Jules, esto es lo que…

No pudo terminar la frase, y Julia fue a darle un abrazo.

–Estás preciosa, cielo –le dijo, mirando su abultado vientre.

Evan le dio un beso en la mejilla a su esposa.

–Eso le digo yo siempre.

El hermano de Trent saludó a Julia.

–Lo has hecho muy bien. Laney no tenía ni idea.

–No sospechaba nada –le dijo Laney–. Gracias, Jules. Esto es… perfecto –se volvió hacia su marido–. ¿Lo sabías desde el principio y me lo ocultaste? Eres muy bueno, Evan. Muy bueno.

Evan asintió con un gesto.

–Ya te lo he dicho.

La invitada de honor miró a los invitados, que incluían amigos, compañeros de trabajo, parientes…

–Y a vosotros no se os escapó nada –les dijo, señalando a su alrededor–. No sé si voy a volver a confiar en vosotros –añadió, entrecerrando los ojos.

Todos se echaron a reír.

Evan tomó a Laney de la mano y juntos avanzaron en medio de la multitud, saludando a todo el mundo a su paso. El padre de Julia y Rebecca se acercaron a la pareja. Una punzada de terror sacudió a Julia, pero la alegría de ver a Laney tan feliz disipó sus inquietudes.

Trent ordenó que levantaran las lonas de la carpa y la brisa de la mañana disipó el calor. Julia no podía haber escogido un día mejor.

–Lo conseguiste –le dijo Trent con admiración.

Julia se relajó un instante y suspiró con tranquilidad.

–Yo quería que todo fuera perfecto. Estoy muy satisfecha con los resultados.

–La mejor empleada en acción.

Julia sonrió.

–A ver qué dices cuando tengas que ponerle el pañal a un muñeco bebé.

Trent se puso pálido y Julia se rio a carcajadas.

–Me temo que todos los hombres tendrán que competir. Y tú, tío Trent, serás el primero.

Julia acompañó a Laney y a Evan a sus asientos y anunció la llegada del brunch.

Los camareros sirvieron el primer plato y Julia se aseguró de que todo el mundo fuera atendido. Iba de un lado a otro, entusiasmada, charlando con los invitados.

De repente una mano la agarró del brazo. Era Brock.

–Siéntate –le dijo con una sonrisa, y la sentó al lado de Laney en la mesa principal.

Él se sentó al otro lado. Trent estaba frente a ella, pero en ese momento miraba hacia otra parte.

En cuanto la vio sentada junto a su hermano, arrugó la expresión y lo fulminó con la mirada. Brock había puesto el brazo sobre el respaldo del asiento de Julia.

Laney se echó a reír con disimulo.

–Los Tyler son muy competitivos cuando quieren algo, cielo –le susurró al oído a su amiga Julia.

Como siempre, Laney se había percatado de todo. El embarazo no nublaba la intuición de una mujer, sino que la agudizaba hasta límites insospechados.

Pero ella no era un trofeo.

Agarró el tenedor y lo clavó con fuerza en su ensalada de pepino, ignorando a los rompecorazones que la rodeaban.

E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020

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