Читать книгу E-Pack Se anuncia un romance abril 2021 - Varias Autoras - Страница 15
Capítulo 9
ОглавлениеLa fiesta de la empresa había sido un éxito, y Jason había conseguido su propósito.
Entonces, ¿por qué se sentía tan irritado?
Se metió las manos en los bolsillos del esmoquin después de cerrar la puerta de casa y miró a su bonita esposa, que estaba al otro lado del salón, convencido de que era ella el motivo de su frustración. Apenas habían hablado en el trayecto de vuelta a casa. Él le había indicado algunos sitios de interés en un intento de mostrarle las ventajas de vivir allí, pero ella había permanecido en silencio casi todo el camino, mirándolo con una intensidad que a Jason le resultó desconcertante, sobre todo porque no tenía ni idea de lo que podía estar pensando.
Ahora Lauren estaba de pie frente a la ventana, con la luna arrancando destellos de su vestido de noche. Ofrecía una imagen deslumbrante y perfecta en todos los aspectos, y a Jason le hacía pensar en lo bien que podrían vivir juntos.
Su plan de mantener una barrera entre ellos se estaba quedando obsoleto a una velocidad de vértigo. Deseaba hacerlo todo con ella, y sin perder más tiempo. El vestido de Lauren se ceñía a sus generosos pechos, los pliegues ocultaban el embarazo y la tela satinada le caía hasta los tobillos. Un mechón de pelo le rozaba la mejilla, igual que sus propios dedos le habían acariciado la delicada mandíbula.
Los hombres se la habían comido con los ojos durante toda la velada, y Jason casi se había vuelto loco de celos. Quería recordarles que estaba con él. Que llevaba un hijo suyo. Pero no podía comportarse como un marido posesivo.
Además, estaba muy orgulloso de ella. Antes de la fiesta casi se había olvidado de la avezada mujer de negocios que era, pero ella no sólo se había ganado a Prentice, sino a muchos más invitados que podrían serle de gran ayuda en su carrera profesional. Y Jason comprobó con asombro cómo aquella seguridad en sí misma lo excitaba tanto como sus sensuales curvas.
Se detuvo detrás de ella y le puso las manos en los hombros desnudos. Quería demostrarle la sintonía que existía entre ambos.
–Esta noche has estado fantástica. Prácticamente has tenido a Prentice comiendo de tu mano.
Ella giró la cabeza para mirarlo. El mechón errático le acariciaba la cara igual que le gustaría hacer a él.
–Me ha parecido muy simpático. Me lo imaginaba mucho más severo, conociendo sus conceptos tan rígidos sobre la moral y demás.
–Le has causado muy buena impresión –la rodeó con los brazos, animado por la aparente aceptación de Lauren, y entrelazó los dedos sobre su vientre–. Y a su mujer también, por cierto.
–Ella me pareció una mujer muy triste –se apoyó contra él, embriagándolo con el dulce aroma de su champú–. Me pregunto si ese estilo de vida encaja con ella.
–¿Y a ti? ¿Te gusta ese estilo de vida?
Era una parte muy importante de su vida que podría suponer un serio problema. Las fiestas, reuniones y compromisos continuos habían acabado minando el matrimonio de Flynn Maddox.
–¿Me lo preguntas en serio? Ya deberías saber que me encantan esos tejemanejes –se movió para ajustar la postura contra él, y el trasero se posó íntimamente sobre la prueba palpable de su erección.
–Sabes mantener la compostura… –no como él. Su presión sanguínea iba a estallar sólo por estar tocando su espalda.
Ella volvió a mirarlo.
–¿Qué piensas?
–Que no puedo dejar de mirarte. Eres preciosa.
–No tienes por qué halagarme –deslizó las manos sobre las suyas, que seguían posadas en el vientre–. Soy consciente de que perdí mi figura hace un par de semanas.
–No he sido el único que se ha fijado en ti esta noche –los celos volvieron a hervirle la sangre–. Eras la mujer más sexy de la fiesta, gracias al incomparable brillo que irradia tu piel de embarazada –con los pulgares le rozó la parte inferior de los pechos–. Llevo toda la semana muriéndome por tocarte…
Ella se rió suavemente y se giró en sus brazos para ofrecerle una clara imagen de su escote.
–Seguro que es por el tamaño.
Que lo llamara cavernícola si quisiera, pero él no podía apartar la mirada de sus pechos ni dejar de pensar en desnudarla para deleitarse con cada palmo de su piel, como no había hecho la vez anterior por culpa de las prisas y la ropa que no llegaron a quitarse.
–¿Sabes lo que daría por verte sin este vestido? Por Dios, Lauren, ya sé que dijiste que nada de sexo, pero el deseo está acabando conmigo, y no sé hasta cuándo podré aguantar sin tocarte.
Ella jugueteó con su corbata.
–Puede que me haya replanteado mis condiciones…
Sus palabras lo dejaron momentáneamente aturdido. Hasta ese momento había confiado en poder seducirla poco a poco, pero ¿sería posible que la fiesta le hubiera mostrado a Lauren la misma sintonía que él había descubierto entre ellos?
En cualquier caso, no iba a dejar pasar la oportunidad de volver a tenerla entre sus brazos.
La besó en la oreja y le apartó el mechón de pelo, y ella giró la cabeza para buscar su boca al tiempo que le rodeaba el cuello con los brazos. El deseo ardía en sus pupilas dilatadas, acuciándolo a seguir adelante.
Jason emitió un débil gruñido de alivio y la besó con toda la pasión contenida. Habían sido muchas noches despertándose con una erección por soñar con ella.
Lauren se aferró a sus hombros, como una mujer que supiera exactamente lo que quería. Subió los dedos por su cuello y los entrelazó en su pelo para tirar de él hacia ella, pero aún los separaba demasiada ropa.
Él le agarró el trasero y la apretó contra su cuerpo, pero se detuvo al recordar su estado.
–¿Cuál es la forma más segura de hacerlo para ti y el bebé?
Ella le abrió la chaqueta del esmoquin.
–Con cuatro meses y medio aún no hay peligro, pero los libros y los médicos sugieren probar posiciones nuevas más adelante. Quizá deberíamos empezar a practicar…
–Me estás dando ideas muy tentadoras –imágenes de ella ahora, y más tarde. ¿Seguirían juntos para entonces? No lo sabía, pero estaba decidido a aprovechar al máximo el momento, porque había descubierto que no le bastaba con besarla–. ¿Cómo puedes excitarme tanto con tu voz?
–Las palabras pueden ser un afrodisíaco muy potente. Tengo algunas fantasías que me gustaría compartir contigo…
Jason alargó una mano tras ella y corrió las cortinas.
–Me vuelve loco escucharte hablar de lo que sea.
Ella suspiró y le mordió el labio, y él le bajó la cremallera por la espalda. El vestido cayó al suelo… Y Jason se quedó boquiabierto ante la imagen que se le ofrecía.
Lauren lucía un sujetador de encaje sin tirantes y unas minúsculas bragas a juego que se estiraban por debajo de la suave curva del vientre. Abalorios dorados relucían en el encaje blanco, atrayendo la mirada de Jason a las sensuales curvas y piel cremosa. Jason la tocó y acarició con una fascinación reverencial, pues no concebía que hubiera algo más hermoso que la imagen de Lauren embarazada. Era como adorar a una diosa de la fertilidad. La excitación era tan poderosa que estuvo a punto de arrodillarse ante ella.
Los ojos de Lauren también estaban cargados de excitación, mientras se quitaba las horquillas del pelo y sacudía la cabeza para que la melena cayera sensualmente sobre los hombros.
–Me parece que uno de los dos lleva demasiada ropa… Empieza a desnudarte, chico de oro. Quiero que poses para mí desnudo.
–¿Posar? –repitió él, dubitativo.
–En la universidad, las clases de dibujo incluían la anatomía masculina.
El frunció el ceño.
–No sé si me gusta la idea de que estés en un aula con hombres desnudos.
Ella deslizó una uña por su pecho.
–Pues entonces desnúdate.
–A tus órdenes –sin apartar los ojos de ella, se quitó la camisa, los zapatos y los calcetines. Las prisas lo acuciaban, pero cuanto más tardara más podría contemplar a Lauren. En Nueva York lo habían hecho tan rápido que no había tenido tiempo de memorizar su imagen.
Lo que sí se le había quedado grabado era la sensación de estar rodeado por las elásticas paredes de su sexo.
Se quitó los pantalones y los bóxers y le tendió una mano. Ella se la agarró mientras volvía a recorrerle el pecho con una uña de la otra mano. A Jason se le aceleraron los latidos.
Tiró de ella hacia él y le quitó el sujetador. La prenda de encaje y satén se deslizó sobre sus manos antes de caer al suelo.
Ella se arqueó hacia atrás y presionó los grandes pechos contra su torso con un gemido de placer.
–No puedo aguantar más… ¿Qué te parece si esperamos a la segunda vez para hacerlo despacio?
–Con mucho gusto –aceptó él. Una segunda vez significaba que Lauren no iba a echarlo a patadas tras acabar la primera.
La llevó de espaldas hacia la pared, contento de que no hubiera muebles ni cuadros por medio, aunque no le habría importado lo más mínimo si hubieran tirado un Monet al suelo. Ella lo besó, mordió y le acarició la espalda y el trasero con el dedo mientras le susurraba las fantasías que tenía para ambos. Jason le quitó las bragas y se dio un momento para sentir el calor de Lauren que impregnaba la prenda. Era delicioso, pero de ninguna manera podría compararse con la fuente de ese calor. Una fuente que estaba al alcance de sus manos y dedos…
Lauren enganchó una pierna en su cadera y él no necesitó más invitación para empezar a explorar. La encontró húmeda, cálida y preparada. Agachó la cabeza hasta sus pechos y atrapó un pezón con los dientes. El gemido de Lauren y la forma en que su pezón se endureció al instante casi acabaron con él.
Ella le agarró el miembro y apretó ligeramente.
–¿Aquí y ahora? –le preguntó él–. ¿Estás segura?
El fuego que ardía en los ojos de Lauren no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones. Era el mismo deseo salvaje que la había dominado cuatro meses antes, pero aun así él necesitaba oírselo decir. Quería confirmar que ella deseaba tanto como él hacerlo contra la pared del salón.
–Te quedan noventa segundos antes de que explote –le dijo ella con voz ronca y jadeante.
–¿Noventa segundos? –el miembro le palpitaba acuciantemente en la mano de Lauren.
–Ochenta y nueve –murmuró ella, pasándole el dedo pulgar sobre la punta.
Él le subió la otra pierna para que enganchara los tobillos alrededor de su cintura. La agarró firmemente por el trasero y la levantó para colocarla en posición. Ella le puso las manos en los hombros y descendió para volver a recibirlo en su interior, tal y como él recordaba, pero con una intensidad mucho mayor.
Lauren posó la cabeza sobre su hombro.
–¿Estás bien? –le preguntó él. Todo a su alrededor se desvanecía, como si el mundo se redujera al cuerpo de Lauren.
–Setenta y un segundos –murmuró ella. El pecho le subía y bajaba frenéticamente–. Y contando.
A Jason no le hicieron falta más ánimos. Empujó con fuerza y ella respondió pegándose a él, suplicándole en agónicos susurros y con la piel colorada. Tal vez estuvieran precipitándose de nuevo, pero no iba a perder la oportunidad de mirarla mientras lo hacían. Era un regalo visual que había desaprovechado la primera vez.
Era el momento de resarcirse. Contempló la elegante curva de su cuello mientras ella echaba la cabeza hacia atrás. El sudor que empapaba su frente, los párpados fuertemente cerrados mientras sus gemidos se hacían más y más fuertes. Sus blancos dientes mordiéndose el labio hasta que un grito de desinhibido arrebato se elevó hasta los altos techos.
¿Quién se habría imaginado que a aquella mujer tan discreta le gustara gritar? Así era, y el hecho de que hubiera sido él quien le arrancara esos gritos de placer lo llevó a él también al orgasmo.
Apoyó la frente en la pared y se derrumbó contra ella, quien aún lo rodeaba con sus piernas. Sus cuerpos estaban pegados por el sudor, piel contra piel. Pero ¿hasta cuándo?
En sólo noventa segundos Jason había descubierto que jamás podría dejarla marchar.
Tenía que escapar de allí.
Lauren estaba sentada a horcajadas sobre el regazo de Jason, en el banco de madera de la ducha. El agua le salpicaba la espalda y ella besaba el hombro de Jason mientras él empujaba en su interior.
La intensidad de sus orgasmos aún seguía estremeciéndola y le llenaba la cabeza con las imágenes de la noche anterior, en la que Jason la había colmado de sensaciones incomparables con sus manos, su boca y el resto de su cuerpo. También con sus palabras, susurrándole una y otra vez cuándo la deseaba, cuanto lo excitaba, cuánto ansiaba volver a tenerla… Y ella había perdido el control por completo.
Por eso estaba muerta de miedo.
Pero, por asustada que estuviera, no podía separarse de él.
La primera vez que lo hicieron estuvo bien, pero lo que habían hecho aquella noche no podía compararse a nada que hubiera vivido hasta entonces. La pasión había alcanzado un extremo tan salvaje que Lauren había llegado a olvidar la independencia que tanto le había costado conseguir. Había trabajado muy duro para dejar atrás la influencia de su familia. ¿Tendría la fuerza necesaria para resistir a Jason cuando a él le bastaba un suspiro para derretirla de placer?
Al meterse juntos en la ducha, estaba convencida de que no podrían volver a hacer el amor tan pronto. Pero Jason le había prometido que harían realidad una más de sus fantasías antes de que amaneciera. Y así fue. Las caricias de sus manos bajo el agua volvieron a excitarla como si acabaran de empezar, y en pocos segundos los gritos y gemidos de ambos resonaban en las paredes de azulejos.
Todo era muy distinto a la frenética aventura que tuvieron en el sofá de su despacho, de donde él se marchó nada más acabar y la dejó con el cuerpo y el corazón a medias.
Ahora, en cambio, Jason le provocaba un orgasmo tras otro y parecía no haber límites para el placer compartido. La noche había sido increíble, pero la ducha estaba resultando aún mejor. Y ella estaba cada vez más asustada.
Se estremeció contra él y Jason la besó en la oreja.
–Tienes frío. Vamos a salir…
La levantó en sus brazos como si no pesara más que una pluma y la sentó en el otro banco. Cerró el grifo y salió de la ducha para sacar una toalla del cajón.
–Gracias –dijo, sin aclararle que sus temblores no tenían nada que ver con el frío.
Se envolvió con la toalla y se acercó a la pequeña chimenea del cuarto de baño. Era de gas, pero también crepitaba agradablemente. Lauren se había criado en una casa con todo tipo de comodidades, pero aun así la había impresionado aquel cuarto de baño.
Pensó en la pobre pareja que había roto mientras reformaban la casa. Sin duda habían empleado mucho tiempo y esfuerzo para tener la casa de sus sueños. ¿Habrían tenido la oportunidad de disfrutarla antes de separarse?
Jason se secó la espalda y le dio un rápido beso en los labios.
–Nada me gustaría más que quedarme, pero llego tarde al trabajo.
–Puedes echarme la culpa a mí y a mis fantasías –se obligó a sonreír y fingir que estaba de un humor tan bueno como él.
Cuanto antes saliera Jason por la puerta, antes podría ella reordenar sus pensamientos y emociones. En esos momentos apenas podía pensar con claridad, y mucho menos intentar ser razonable. Era imposible mientras estuviese ante aquel cuerpo fuerte y viril.
Jason se vistió rápidamente mientras ella se peinaba. Al terminar, agarró su maletín y fue hasta ella.
–Lamento tener que trabajar un sábado, pero estaré de vuelta a las seis. Tengo planes para esta noche, así que no vayas a preparar la cena porque no cenaremos en casa. Pensaré en ti.
Volvió a besarla, esa vez de una forma más apasionada y posesiva. El sabor de la pasta de dientes y el olor de la loción hacían estragos en sus sentidos. Aquel hombre sabía cómo besar, pero aquel beso le resultó especial a Lauren porque era evidente que no desembocaría en una pasión mayor. Ambos estaban agotados y él tenía que irse a trabajar. No. Aquel beso insinuaba algo distinto que nada tenía que ver con el sexo, pero que resultaba tan íntimo como la unión de sus cuerpos.
Lauren mantuvo los ojos cerrados hasta que oyó cerrarse la puerta. Entonces se sentó en el borde de la bañera. Aunque reuniera las fuerzas necesarias para regresar a Nueva York, volvería a menudo a San Francisco con el bebé. Y Jason también tendría que ir a verla.
¿Cómo podría estar en la misma habitación que él y no desearlo? Quería conservar todo lo que estaba viviendo, y mucho más. ¿Por cuánto tiempo? Un fuego tan intenso siempre acababa apagándose. Pero ¿y si no se apagaba?
Había visto cómo los sentimientos que unían a sus padres se consumían irremediablemente hasta que no quedó nada entre ellos. No podía permitir que lo mismo le sucediera a ella.